domingo, 6 de noviembre de 2016

Son cubano: nieto de la guaracha e hijo de la rumba combatiente independentista. Negro manumitido y campesino peleó en las guerras de independencia cubanas. Música cubana criolla de antecedentes europeos principalmente. Parte V




Son cubano: nieto de la guaracha e hijo de la rumba combatiente independentista. Negro manumitido y campesino peleó en las guerras de independencia cubanas. Música cubana criolla de antecedentes europeos principalmente. Parte V



Por:    Jaime Del Castillo Jaramillo








Mientras el negro curro bebía, cantaba, bailaba, acuchillaba y vendía a su negra de rumbo, al mejor marchante, y en los extramuros de la ciudad de La Habana y en pleno siglo XIX, pues, en los salones elegantes del centro de La Habana, en los salones de la gente culta y dominante se bailaba la contradanza cubana, manifestación musical criolla que ganó grandes éxitos, y estamos en la primera mitad del Siglo XIX; y la popular y picaresca y modesta guaracha, iba ganando adeptos poco a poco, en el gusto del ciudadano urbano; pero primero, se consolidó como la favorita del teatro vernáculo y por cierto en los ambientes más populares, luego irá ganando más y más espacios del gusto ciudadano urbano, hasta lograr carta de ciudadanía, así lo confirma nuestro citado estudioso Ortiz, 1965: 322.



De hecho, la guaracha es el padre de la rumba, y por cierto, en la guaracha está el “prototipo de la rumba”, la guaracha contiene el ADN de la rumba; y al modificarse y pulirse y amoldarse la guaracha con el tiempo, deviene en rumba, y la rumba se expandirá a toda la isla de Cuba, es decir, de la ciudad se traslada al campo, al mundo rural; del ciudadano urbano al campesino cubano, siendo un proceso muy parecido al anteriormente verificado de las canciones y danzas de ritmo sesquiáltero, que fue, de la ciudad al campo. Así también lo confirma el estudioso Rolando A. Pérez Fernández en su obra: La binarización de los ritmos ternarios africanos en América Latina, Ediciones Casa de Las Américas 1986, p. 68.




Pero, no debemos dejar de anotar que la separación de la ciudad al campo era muy cercana, no se necesitaba hacer mucho esfuerzo, ni sufrir pena ni menos sacrificio, porque las zonas urbanas y las rurales eran vecinas próximas, las unas de las otras, y estamos en la Cuba del Siglo XIX.





Revisemos lo que redacta la especialista en Preservación del Patrimonio Urbano Felicia Chateloin, cuando nos describe la antigua ciudad de La Habana, que “A mediados del siglo XVIII en un cinturón de hasta 20 a 24 kilómetros en torno a la ciudad se localizaban alrededor de ochenta ingenios a los que llegaban diferentes caminos que comunicaron diferentes partes del territorio. Los ingenios necesitaban terrenos fértiles y montes para la tala y así obtener la energía para su operación, pero en la medida que se iban agotando los recursos forestales estos centros productivos se fueron alejando de la ciudad dejando atrás terrenos libres y propicios para ser poblados, esto favoreció el desarrollo de nuevas áreas urbanas. La población en las zonas de labor aumentaba y la estrategia para equilibrar el poblamiento consistió en la distribución de pequeños núcleos agro-urbanos a través de una amplia región cultivada.” Felicia Chateloin, escribió así para su tesis: El patrimonio cultural urbano y el criterio de centro histórico. Caso de estudio: Ciudad de La Habana. 2008, p. 77.



Ya para finalizar el Siglo XVIII, en los extramuros de la ciudad de La Habana, se verifica cierta población estable de reducidos caseríos rurales, que se afincaron lejos de las murallas, así también lo consignó nuestra citada Chateloin. 2008: 78.




Definitivamente, la inclusión del ferrocarril, fue clave y vital para consolidar la comunicación fluida y permanente entre la ciudad y el campo durante el Siglo XIX, y sobre esta continua y libre comunicación entre la ciudad y el campo o zona rural cubana, se refiere nuestra ya citada Felicia Chateloín en el siguiente comentario: “En 1837 se inaugura el ferrocarril, que permitió trasladar con fletes razonables la producción azucarera hasta el puerto habanero y diversificó la imagen que tenían de la región de La Habana sus pobladores, se pudiera decir que acercando las distancias.” Chateloin. 2008: 77.




Fue de esa forma que, la proximidad e intensa comunicación entre las zonas urbanas y rurales, facilitan en forma contundente, la nivelada y también sólida interacción social y cultural entre la ciudad y el campo. Tan fluida fue la comunicación entre el campo y la ciudad, que en la principal urbe o la capital de La Habana del siglo XIX, los caleseros o choferes de calesas de raza negra, tocaban el tiple, y, además improvisaban décimas, tal y  como lo hacían los campesinos blancos, y así lo documentaron algunos cronistas de la época, revisar para ello, a María Teresa Linares, y Faustino Núñez: La música entre Cuba y España, Fundación Autor 1998, p. 58.



Según Philip Pasmanik: “María Teresa Linares cita documentos que muestran claramente que ya para 1830, los sirvientes afro-cubanos en la capital cantaban llanto, una versión preliminar de punto cubano usando el tiple y el güiro, y sus canciones frecuentemente eran décimas [Linares, comunicación personal]. El verbo decimar, que significa improvisar una décima, se usaba en esos tiempos por afro-cubanos de origen congolés. Los rumberos todavía dicen decimar en referencia a la improvisación poética, aún cuando la forma no sea décima como tal.” Pasmanick, Philip: Décima y Rumba, p. 9., vale decir, que los negros aún los mismos congoleses ‘decimaban’, o sea asumieron la cultura española que les enseñó las décimas; es obvio y ostensible, su deseo ferviente de aculturarse de los negros; su deseo era muy grande, los negros buscaron aprender la riqueza y elevación de la cultura occidental vía sus patrones europeos, por eso, la guaracha y la rumba tenían una estructura dura, esencial y de contenido poético: la décima, y como bien sabemos, la décima es de procedencia española.





Ya está debidamente probado y comprobado que, para  mediados del Siglo XIX, --y a causa de la proximidad y fluida interacción social entre las áreas urbanas y rurales en Cuba--, los campesinos cubanos comenzaron a incluir en sus fiestas o “guateques” o “changüís”, así como en otros festejos populares, tales como las parrandas y las fiestas patronales, pues, ciertas rumbas parecidas a las antiguas guarachas, y que gozaban de tanta popularidad en la ciudad, por su estilo moderno y mejorado.


Se tiene recuerdo, y están debidamente registrados algunos sonsonetes bailables de los campesinos cubanos, tales como la Caringa, el Papalote, Doña Joaquina, el Anda Pepe, y hasta el Tingotalango, los mismos que fueron clasificados por el musicólogo Danilo Orozco como proto-sones, o soncitos primigenios, o rumbitas, o nengones o marchitas, y así también lo confirma y consigna el estudioso Leonardo Acosta en su artículo De los complejos genéricos y otras cuestiones, que podemos encontrar en la obra: Otra visión de la música popular cubana. Editorial Letras Cubanas. La Habana, 2004. Pág. 58.


Precisamente estas rumbitas modestas, populares y humildes, y llamadas proto-sones por el investigador Orozco, son el antecedente directo de lo que después se llamará con todo bombo y platillo: Son cubano. Y es que las rumbitas chacareras y el son tienen componentes estructurales iguales o muy parecidos. No olvidemos que, el Son nace en La Habana, y para los años veinte del siglo XX, ya el son es una estructura matriz y mayor del potente género musical  popular cubano criollo.




Estas rumbitas campesinas, y que devienen en antecedente directo del son, están debidamente consignadas también por la investigadora María Teresa Linares en su obra “La música entre Cuba y España” en forma contundente y taxativa, cuando sentencia lo siguiente: “La descripción que realiza Salas Quiroga corresponde en mucho a otros testimonios similares… de campesinos que se reunían en bodegas, velorios de santos, guateques (fiestas bailables), canturías en los días del santo patrón o por otros motivos. Se pasaban largas horas cantando y bailando zapateo y otras rumbitas.”



En el mismo sentido se pronuncia nuestro conocido Argeliers León refiriéndose a estos cantos y bailes, pero de una manera absolutamente relevante, reveladora y contundente cuando afirma que: “Esa misma población rural tomó los ya viejos estribillos en alternancia con cuartetas octosílabas fáciles para transmitir una conseja, una breve idea picaresca, o una circunstancia momentánea, repitiendo en Cuba lo que llegaba del coplero español… Con esta modalidad de expresión surgieron unos sones o soncitos…” León, Argeliers, con su obra Del canto y del tiempo. Editorial Pueblo y Educación. La Habana, Cuba, 1981, p. 29. Con esto queda claro que hasta el siglo XX, la influencia del ‘coplero español’ fue muy fuerte, ostensible y privilegiada; entonces, la escuela literaria y poética española fue la primera fuente y la línea directriz para las composiciones musicales populares cubanas criollas, en forma irrebatible, y África nada tuvo que ver ahí.




Deja debida constancia la investigadora Virtudes Feliú, que eran en las fiestas populares o llamadas también parrandas, donde se escuchaban y bailaban esas rumbitas rurales muy “propias de las zonas occidentales y centrales del país, en especial de Ciego de Ávila, Sancti Espíritus, Cienfuegos, Pinar del Río y en menor medida Camagüey”… y por su lado, el famoso changüí era ejecutado o más “propio de la zona oriental”. De otro lado, también agrega Virtudes Feliú, que la supervivencia de esas fiestas era de muy antiguo, por eso dijo que: “Las parrandas campesinas de Vila (provincia de Ciego de Ávila) se conocen desde mediados del siglo pasado y aún se mantienen vigentes.” Feliú, La fiesta. Fiestas populares tradicionales de Cuba. IADAP, Instituto andino de artes populares, p. 74-75. También recomendamos consultar la importante obra de la misma investigadora Virtudes Feliú, titulada “Las fiestas de origen hispánico en Cuba”. Sala de conferencias sobre cultura hispano-cubana, coordinado por la Dra. Carmen Almodóvar. Sociedad Canaria de Cuba. 7 de septiembre de 2010.




Cuando se dieron las famosas guerras de independencia cubanas que van de 1868 a 1898, vale decir en la segunda mitad del Siglo XIX, se verifica que la rumba rural estuvo en auge y fuerte vigencia, tanto en la región oriental como en la región occidental de la Isla de Pinos, y no solamente eso, las rumbitas fueron usadas por el pueblo para combatir secretamente y como arma de comunicaciones contra el enemigo, y algunas célebres frases claves de inteligencia militar, han pasado a la historia de la música cubana, así lo refiere y consigna la misma investigadora María Teresa Linares cuando hace relevancia a una conocida rumbita o soncito llamado Caimán en el guayabal cuando nos dice: “Se ha transmitido oralmente que existía un sistema simbólico para comunicar mensajes en la guerra. Cuando había tropas españolas cerca, el observador llegaba donde tenía que informar y colgaba el machete y el sombrero y le preguntaban: “¿Dónde está el caimán? y respondía: “El caimán está en el paso / y no me deja pasar”.


Recordemos asimismo al reconocido laudista y maestro del género sucu-sucu don Mongo Rives cuando aborda el tema de las guerras de independencia cubanas y en  una entrevista que le hizo Ramón Leyva dijo lo siguiente en cuanto al histórico sucu-sucu titulado Ya los majases no tienen cueva, siendo su historia de contenido la siguiente: “Ese tema fue compuesto como burla a un mayoral español llamado Felipe Blanco y Hernández. Hay que decir que en la isla hubo una sublevación el 26 de Julio, pero del año 1896… Esos conspiradores se escondieron en las cuevas que hay en la loma de Sierra Las Casas. El tal Felipe Blanco les dio abrigo y comida en su casa y [después] los entregó a las autoridades españolas. Por su traición los sublevados fueron salvajemente macheteados.” Versión que hallamos en el texto: Ramón Leyva Morales, Entrevista a Mongo Rives, El Rey del Sucu-suco.



Por si fuera poco, también tenemos la autorizada opinión e investigación de Danilo Orozco quien ilustra bien, sobre la utilización de las rumbitas, sones primigenios o proto-sones, en los campamentos militares mambises durante la cruenta guerra de independencia, y nos relata lo siguiente: “…Los cantos de crítica y otros muchos tipos [de soncitos primigenios] se utilizaron también en campamentos mambises y en posteriores contextos patriótico-sociales. Por otro lado, gran parte de tales cantares se relacionaron de una u otra manera con el hacer musical sonero, ya sea dentro del más antiguo período de transición con empleo, por ejemplo, de tipos específicos de palmadas y ciertos rasgos rítmico melódicos que incluso pudieran encontrarse también en el modelo nengón, o ya dentro de sones primigenios propiamente dicho, y otras manifestaciones…” tal y como reza en la producción de Orozco, “Antología Integral del Son”. CD, Virgin Records España S.A., 1999. Disco 1, track 21.


Aquí en este punto es bueno colocar el siguiente hito, para comprender mucho mejor el discurrir social, económico y cultural de la música cubana: Está probado que ya en el lejano siglo XVI comenzó a integrarse el esclavo negro al mundo rural, y formó parte de la original y primeva población agraria cubana, y como campesino libre, y esto es importante, porque el hombre negro de campo o campesino negro cubano había ganado la “manumisión”, que era un sistema por el cual, el negro esclavo podía comprar su libertad y pagar a su dueño por ello, y esta modalidad estaba amparada por ley, según queda constancia en senda real cédula de 1526.




Precisamente, la existencia de gran cantidad de negros libres manumitidos en el campo, o zona rural cubana, hizo que el progreso económico, social y cultural de esas áreas, sea franca y bien respetada, así lo confirma el historiador Manuel Moreno Fraginals, quien es bien y oportunamente citado a su vez, por el investigador Rafael Duharte Jiménez, quien lo cita de la siguiente manera en su obra “El ascenso social del negro en la cuba colonial”, p.31. obra muy consultada y alabada: “El excepcional proceso histórico de los siglos XVII y XVIII, había formado una clase media negra y mulata de respetable nivel económico, dueña inclusive de ingenios y esclavos.” Esta cita es muy oportuna, sólida y reveladora, y echa luces sobre nuestra posición, y abona nuestras tesis centrales y esenciales sobre la proyección del negro cubano libre en la música y otras actividades, quien buscó siempre construir su futuro dentro y  con la cultura occidental europea, en y para su nueva nación cubana, y tan es así que hasta el negro cubano libre fue patrón de otros negros campesinos, el negro cubano libre fue dueño de ingenios y hasta dueño de esclavos; el negro manumitido y ahora libre cultivaba la tierra en pequeñas y medianas sitierías, o también explotaba florecientes haciendas de labor, o manejaba importantes estancias e incluso, lideraba y explotaba algunos trapiches. Y esto se debió a la decisión firme del negro cubano libre de asimilarse y aculturarse plena y absolutamente a los patrones occidentales europeos, pero dentro y para su nueva nación: Cuba.



Precisamente, una de las causas de las terribles guerras de independencia en Cuba, --que corrieron sangrientamente desde 1868 hasta 1898, y que desembocó también en la anhelada abolición definitiva de la esclavitud en 1886--, está en el férreo establecimiento de poderosa economía de Plantación y el expansivo auge de la industria azucarera por parte de europeos en el interior de Cuba, y que se verificó arrolladoramente al culminar el siglo XVIII, y ello por cierto, significó inmediato, agresivo y franco retroceso no solamente para la integración del negro libre a la sociedad agraria, sino que se vulneraron sus derechos y sus intereses económicos y comerciales, debido a que se regresó a la inhumana y horrible explotación del negro esclavo, y por cierto y por lógica consecuencia, se limitaron, se truncaron, y se atropellaron, los antiguos derechos y privilegios bien y legítimamente adquiridos por los campesinos negros libres. Esta fue una de  las poderosas causas eficientes, para el levantamiento de las sangrientas y crueles guerras de independencia cubanas, que trajo maniobras bélicas valientes y heroicas, y que fueron cantadas por el pueblo en plenos campamentos militares y luego en las plazas y solares, por muchas décadas más en adelante. El son cubano ya estaba puliéndose y perfilándose en ese caldero independentista.



(Fin de la quinta parte)


Lima, 31 de marzo del 2016

Jaime Del Castillo Jaramillo

Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
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