domingo, 6 de noviembre de 2016

Modernismo en la música clásica entierra la belleza del romanticismo. Se impusieron el personalismo y las experiencias en la música, asesinando la armonía y el equilibrio musical. Historia de la Música Occidental, Parte XV y última





Modernismo en la música clásica entierra la belleza del romanticismo. Se impusieron el personalismo y las experiencias en la música, asesinando la armonía y el equilibrio musical. Historia de la Música Occidental,  Parte XV y última




Por:    Jaime Del Castillo Jaramillo



Para 1908, aparece una nueva música, denominada: «atonal»,  esa nueva corriente y escuela, generó un escenario especial y determinante en la historia de la música occidental. El maestro Schoenberg culmina la línea de sus primeras composiciones que revolucionariamente ya no usaron el clásico sistema armónico basado en tonalidades mayores y menores, esa escuela tuvo un inmediato discípulo obediente: Anton Webern (1883-1945).


Con la música atonal de Schoenberg, llegó el cambio radical, a este periodo se le conoce como la modernidad o el movimiento moderno en la música occidental. Lo más resaltante es que, las notorias innovaciones del maestro Schoenberg trajeron la libertad que por largo tiempo, tanto Debussy como  Busoni habían estado esperando.




Pero, no es que la atonalidad, de Schoenberg, apareciese en la música solamente, no es así, la atonalidad es una forma de rechazo y repudio cultural al stablishment, el mismo que ya venía siendo cuestionado largo tiempo; por eso es que aparece la fuerte y novedosa corriente de la abstracción en la Pintura, que no es otra cosa que su hermana de la atonalidad en la música,  y ya estamos en 1910, y ello se verifica con la primera obra pictórica de esa escuela abstracta de Vasili Kandinski.


A decir verdad, se sucedieron una serie de obras musicales incomprensibles, absurdas e inclusive, hasta hubo conciertos del escándalo, donde el público protestó y abandonó las salas de estreno por conciertos alejadísimos de la melodía y el ritmo y el equilibrio que pensaron escuchar, felizmente que todos estos alardes modernistas se apagaron después del mes de agosto de 1914. La IGM con sus cañonazos, bombardeos y muerte y desolación, purificó a la música occidental de tantos alardes abstractos, y les hizo poner los pies sobre la tierra a los músicos y compositores.




Nacía un nuevo mundo, y occidente empezó a reconocer los derechos de las mujeres, quienes conquistaron la igualdad, así como  los trabajadores accedieron un poco más al control económico. Rusia después de 1917, cambió radicalmente, tal como Francia después de 1789, la cultura también cambió a trancas y barrancas, el cambio revolucionario alcanzó a todos. Ahora teníamos públicos masivos que atender, y la nueva tecnología y los nuevos poderes económicos en constante progreso empezaron a trabajar para captar y dominar esos nuevos mercados.


La clase media se vio beneficiada de inmediato, con libertades y gustos que ayer eran privativos de los burgueses y que hoy estaban al alcance de su cotidianidad, así que ahora gozaban de más tiempo libre y más dinero que antes, pero sobre todo, emergió el reinado de la radio pública, introducida en Europa y en Estados Unidos en la segunda década del siglo XX, y la radio llevó la música hasta ignotos confines, y  virtualmente gratis.




Terminada la IGM, aparecieron los discos de acetato, que reemplazaron inmediatamente a los cilindros y a los rollos de la pianola, y aunque al inicio, solamente podían albergar limitados cuatro minutos de música en cada lado del aludido acetato, luego, se llegó a grabar sendas obras musicales muy extensas utilizando los cortes en cada lado del acetato, y la técnica de grabación mejoró espléndidamente después del invento del micrófono para 1925.


Lo que había quedado bien muerto junto a los millones de soldados, en la terrible y sangrienta Primera Guerra Mundial, fue la confianza en la subjetividad musical, que hicieron de la música del XIX, tan atractiva en forma continua.




La influencia norteamericana del Jazz se universalizó, tan es así que el compositor Milhaud escuchó música de jazz en Londres para  1920, y luego viaja a Nueva York para 1922 con la finalidad de poder así estudiar el Jazz en su misma fuente de residencia, luego incorpora sus sonidos a su obra “La Création du monde” (La Creación del mundo, 1923), recordemos que esta famosa obra de ballet, fue contemporáneo a las primeras grabaciones de los maestros «King» Oliver (1885-1938) y Louis Armstrong (1901-1971).




No solamente la música Jazz se universalizó, sino también los nuevos estilos de baile vinculados al Jazz, tales como: la Suite para piano «1922» de Hindemith, la misma que incluye un shimmy, un boston y un ragtime.



Ahí no quedó todo, también vendrían otras grabaciones con piezas de jazz y blues, y escritas por grandes compositores como Stravinski y Ravel, sino también por los checos Bohuslav Martinu (1890-1959) y Erwin Schulhoff (1894-1942), y por si fuera poco, hasta el mismo maestro Schoenberg.


Para 1924, el destacado maestro George Gershwin (1898-1937), famoso por sus canciones populares y sus exitosos musicales en Broadway, compuso Rhapsody in Blue para piano y banda de jazz; para 1925, escribe sendo concierto para piano.



Lo cierto es que el Jazz era la elegancia y prestancia musical popular, era la izquierda en la música clásica, por decirlo de algún modo, por eso es que Kurt Weill (1900-1950) dijo que, la objetividad que la música post I Guerra Mundial había logrado reconquistar, --luego  de la gran época del Romanticismo--, y vía el rescate del contrapunto, y del pulso y de la claridad de la forma, todo ello daba al nuevo compositor todos los medios para ocuparse ahora, no solamente de sus propios asuntos, sino de los asuntos públicos de la sociedad, y el éxito de esa empresa supondría el obligatorio diálogo con la cultura popular.


Kurt Weill encontró su alma gemela en Berlín, con la personalidad de Bertolt Brecht, y ambos produjeron dos importantes obras de teatro de gran formato: Die Dreigroschenoper (La ópera de los cuatro cuartos, 1928), que tomó a su vez, de la obra The Beggar’s Opera del Londres del siglo XVIII, y Aufstieg und Fall der Stadt Mahagonny (Auge y caída de la ciudad de Mahagonny, 1927-1929), obra ficticia basada en los sombríos Estados Unidos.


Kurt Weill, tomó líneas musicales del maestro Bach, así como de la música popular y de la armonía disonante moderna, sus obras se basan en grandes dosis de ácida ironía con la que ejerce crítica social.



Pero a decir verdad, Europa tendió hacia una cultura musical más conservadora, mientras que los Estados Unidos ofrecía perspectivas más alentadoras. El jazz seguía jugando un papel muy importante, ya que dicha música tenía firme y consolidado estatus de música nueva y en el nuevo mundo, y como hemos revisado, la reacción favorable a la cultura musical estadounidense en la Mahagonny de Brecht y Weill es tan entusiasta y original, que impactó en toda la cultura musical occidental.


En esa línea y tendencia es que Prokófiev, Bartók y Stravinski precedieron y siguieron a Ravel en trabajos de composición basados en la música de Jazz norteamericana; es más, el maestro Rajmáninov residió en los EE.UU., desde 1918.



Pero, para 1930, se verifica nuevo movimiento, que trasciende el terrible punto muerto en el que habían caído músicos e instituciones que organizaban conciertos.




La radio, tomó importante y trascendente puesto de viabilizador, educador y promotor universal de la música clásica, por ejemplo, los Conciertos de Música Contemporánea de la BBC (1916-1939), organizados por Edward Clark, los mismos sedujeron a varios importantísimos compositores, los mismos que viajaron a Londres para, o dirigir, o tocar, o supervisar sus propias obras, tal fue el caso de Schoenberg, Stravinski, Bartók y Webern.



Otro factor importante que jugó a favor de la gran difusión, --y absolutamente masiva--, de la música clásica, fue el cine, definitivamente, y es que el cine contribuyó grandemente a familiarizar a las grandes masas con las obras de compositores vivos. Ya es sabido y bien probado que, en los inicios del cine mudo, las películas se acompañaron con orquestas en vivo en las salas de cine, y muchos músicos empezaron así su carrera prolífica de grandes maestros; no olvidemos que el gran Strauss escribe senda versión de Der Rosenkavalier con ese fin para 1924.




La posterior introducción técnica de la banda sonora para 1927 hizo posible que la música orquestal, sea disfrutada en todos los confines del universo, conjuntamente con la película. En ese contexto, destacaron como grandes compositores del séptimo arte: Shostakóvich, Honegger y Eisler; inclusive el reconocido Schoenberg compuso cierto concierto de su música serial, para demostrar que también podía contribuir a la cultura cinematográfica: Begleitmusik zu einer Lichtspielszene (Acompañamiento para una escena de cine, 1929-1930).


Con la gravísima crisis económica del Crack del 29’, --coyuntura llena de angustias, peligros y quiebras, donde se desplomó Wall Street para ese aciago año de 1929 en los EE.UU.--, provocando el aumento internacional del desempleo y la inflación, y fue en esa negra coyuntura universal de desasosiego, miedo e inestabilidad, que era imprescindible  difundir la plegaria beethoveniana que pretendía hablarle a todo el género humano con fe y esperanza, fue en ese preciso contexto que se puso en auge otra vez la sinfonía, y para ello tendremos a Honegger (núm. 1, 1929-1930) y al gran Stravinski.




No olvidemos que la intolerancia y la tiranía y la dictadura en general, y muy específicamente en el campo musical, del nacionalsocialista Hitler como del comunista Stalin, tanto en Alemania como en Rusia respectivamente, provocó que muchos grandes compositores huyan de esos países, y muchos viajaron directamente a EE.UU., para producir en diferentes campos. De tal forma que Eisler arribó a la Gran Manzana para 1938 (tal como ya lo había hecho Wolpe) y decidió radicarse en Los Ángeles para 1942, junto al gran  Schoenberg, y luego el maestro Stravinski también llegaría a EE.UU., para 1939, y cuando estaba a la mitad de su composición sobre la Sinfonía en do para Chicago, y establece residencia también en Los Ángeles.



El gran maestro Bartók llega para 1940, y decidió quedarse en la Gran Manzana, mientras que el maestro Hindemith reside en Yale. Como era parte de la terrible coyuntura política y económica universal, también se verificó la existencia de grandes directores refugiados, como por ejemplo el excepcional Otto Klemperer (1885-1973) y Bruno Walter (1876-1962).



El destacado maestro Arturo Toscanini (1867-1957), también huía de la terrible mano de acero del totalitarismo nazi, y en Nueva York se sentía seguro y tranquilo y se quedaba todo el tiempo que le era posible, tal como el compositor Bartók.




En Alemania nazi quedaron algunos compositores, como fue el caso del maestro Furtwängler, y el mismo gran Strauss, quien aceptó nombramientos y responsabilidades cuando recién asume el poder el nacionalsocialismo, luego se retiró a su hogar y compone su última ópera, una obra considerada toda una superioridad: Capriccio (1940-1941).



Los horrores de la IIGM lograron constatable cohesión social que no se había verificado en otros tiempos; y cuando acaba la conflagración mundial segunda, los compositores lograron recuperar su élan personal y poniéndose a tono con el pulso de la época.


Pero también es cierto que encontraremos toda una serie de composiciones personalistas o impresionistas o ‘modernistas’ de segunda generación.




La música, dondequiera que se encontrara, provenía de la experiencia y de la memoria personal.


(Fin de la décimoquinta y última parte)


Lima,  11 de marzo del 2016

Jaime Del Castillo Jaramillo

Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
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