Música Occidental
sometió al universo cultural con el tetragrama. Occidente se aseguró de
transmitir música uniforme y estudiada y conquistadora al mundo entero. Historia
de la Música Occidental. Parte II
Por: Jaime Del Castillo Jaramillo
La música
siempre encontró cultores y estudiosos, sea por pasión, sea por vocación, sea
por distinción social y cultural, lo cierto es que en Occidente y desde Europa
asiática, hasta Francia, y aún mucho más allá, hasta el lejano Japón, los
músicos y los grupos culturales y sociales se daban maña e ingenio para escribir
la música, y anotarla y buscar institucionalizarla.
Pero que
quede muy en claro, que la más adelantada expresión institución musical fue la
lejana y mágica tierra de Mesopotamia, y que iba en la cabeza, en materia
adelantos y estudios y práctica: fueron los mismos cristianos mesopotámicos,
quienes escribieron signos, y sobre los textos bíblicos para mostrar cómo
debían ser cantados, es decir, que había una preocupación musical muy seria,
disciplinada, rigurosa y metódica.
Es más, estos
signos o notaciones musicales mesopotámicas, eran de difícil interpretación,
casi de círculo cerrado o secta, pero, fueron tan famosos y apreciados en su
época, que se extendieron hacia el oeste, hacia los judíos, hacia los
bizantinos y llega por su propio contenido y cometido a la misma Iglesia latina, y quizás se presume
haya llegado hasta el lejanísimo Tíbet y China.
Y
precisamente en China y Japón, en forma simultánea y paralela se trabajaba
sendo sistema de notación musical completamente distinto, y que se denominó “La
Tablatura”, la misma que proporcionaba instrucciones técnicas y esquemáticas a
los instrumentistas.
Además,
por influencia de la Iglesia Católica y sus filósofos y líderes, el mundo
europeo occidental medieval, tenía música escrita y mediante notación y hasta finales del duro y dogmático siglo XIII,
y todo era toda música vocal o canto sacro fundamentalmente, a fin de rendir
culto a la prestancia, vitrina y élite de poder de mando religioso y político
de aquellos tiempos, los mismos que llevaban la batuta de la formación e
institucionalidad cultural de su evo, incluyéndose la música por cierto.
Muy
diferente era la práctica en el este de Asia, donde que lo que predominaba, y
tenía mayor relevancia era la música instrumental, mientras que en el Occidente
católico y medieval, la música instrumental casi permaneció virtualmente
ignorada hasta el revolucionario siglo XVI.
Hasta hoy, se
conservan las tablaturas orientales musicales, que eran por cierto, poco
comunes para los más nobles de los instrumentos chinos, tales como el guqin
(cítara) y el pipa (laúd), que datan de la dinastía Tang (618-907), mientras
que la música instrumental cortesana de Japón: el gagaku, posee ricos archivos
que se remontan al siglo VIII, incluyendo las obras heredadas de la China Tang
y de Corea.
Sin
embargo, es bueno precisar también que, la notación musical más adelantada de
esos tiempos bajo comento, es música silenciosa, vale decir, es música cuya
notación no puede descifrarse con precisión o que nunca pretendió ser más que
esquemática. Es que los músicos en estas diversas localizaciones, pues no
escribían
para el futuro, sino para ellos mismos y el círculo cerrado de sus discípulos, solamente
buscaron un buen recurso mnemotécnico.
Luego, los tiempos
cambiaron, y Europa occidental por sus necesidades políticas, económicas y
militares, necesitaba urgentemente música comunicativa que empiece a conquistar
corazones, mentes y voluntades, la música empieza a volverse militante y
actuante, y para eso se usó no solamente el canto litúrgico.
La música en
forma escrita era necesaria y vital, para los intereses de la civilización
occidental, y empezó a componerse mucho más y mejor: aparecen más cantos nuevos
como parte de un mayor renacimiento cultural, y sobre todo con la intención de
ganar más espacios sociales, económicos, culturales y políticos, es por ello
que va en aumento, el grueso de himnos y oficios religiosos católicos, más allá
de lo que se podía esperar que el personal religioso de la Iglesia pudiera
recordar, hubo superabundancia de creatividad musical sacra.
Por
ejemplo: La célebre coronación del gran Carlomagno, como emperador en el año
800, de manos del papa de Roma, el mismo que confirmó su posición como
protector de la Iglesia y aseguró su autoridad para continuar la labor de su
padre, Pipino III, en la reforma de la liturgia de sus dominios francos (que se
extendían para entonces por gran parte de Europa occidental, desde la región
central de Italia hasta la costa de Dinamarca, y desde los Pirineos al Danubio)
según la práctica de Roma.
Uno de los
resultados inmediatos de la asunción del poder del emperador Carlomagno y
ungido por la Iglesia Católica, fue el surgimiento de un nuevo repertorio de
cantos litúrgicos para las principales ceremonias (la misa y las «horas», u
oficios para diferentes momentos del día), cantos en los que se simplificaron
los modelos romanos. Y estos cantos, transmitidos oralmente, fueron adoptados
por las grandes iglesias y monasterios del imperio de Carlomagno, y de forma
gradual, a lo largo de tres larguísimos siglos siguientes, y por cierto, se
extendieron a otras partes de Europa occidental, de vuelta a Roma, y hacia las
nuevas regiones cristianizadas del este y del norte.
Y obviamente,
surgieron los grandes mitos para hacer más obediente al súbdito y así hacerse
acatar la música sacra medieval imperial, por ejemplo, se dijo que la música
sacra vigente y oficial, nunca provenía de músicos francos del siglo VIII y IX,
sino del mismo Espíritu Santo, que cantó al oído del papa Gregorio Magno (que
reinó entre 590 y 604): de ahí es que surge el gran término y usado por siglos
de «canto gregoriano».
La notación musical
moderna aparece en la primera mitad del siglo IX en forma de «neumas» o mejor
dicho con símbolos gráficos inscritos sobre las palabras para indicar notas
individuales y grupos cortos. De esta manera, los sucesores de Carlomagno
obtuvieron sendo mecanismo rudimentario de almacenamiento musical, y por tanto,
ahí está la base codificadora y sistematizadora de composiciones musicales
escritas venideras y que diferenciarían entre sí las tradiciones musicales de
Occidente. Se había ganado un sello y un mecanismo propio y occidental.
Pero
occidente, por la gran deuda con los grandes maestros del pensamiento y las
artes del mundo antiguo helénico, pues buscaron no romper en modo alguno, sino
todo lo contrario, buscaron empalmar culturas y conocimientos y técnicas, y en
materia de música es que aparece el gran esfuerzo de poder conectar con ese
pasado venerable del conocimiento musical de los antiguos
griegos, y
así codificaron los cantos en función de ocho modalidades, cada una basada en
una escala de siete notas a la octava (las representadas por teclas blancas en
un teclado moderno, y dejando de lado la cuestión de la afinación por ahora).
Esta
modalidad de clasificación antedicha, fue heredada en verdad de verdades y
directamente del mundo
bizantino,
pero hundía sus raíces en el esclarecido Boecio, y por lo tanto en la teoría de
los antiguos griegos. Pero, para ser sinceros, estas técnicas ya eran muy conocidas
por los teóricos del siglo IX, quienes solamente habían añadido cierto modo a las
técnicas y descubrimientos babilonios, y por cierto, casi tres mil años más
antiguos y de usanza práctica efectiva.
No
obstante, ninguno de los neumas utilizados en los siglos IX y X eran finales,
seguros y conclusos, ya que admitían lectura con ambigüedades, y es que en
verdad de verdades, faltaba una cuadrícula uniforme para medir los ascensos y
descensos de la melodía. Ésta recién se logró con las famosas líneas paralelas
horizontales o el tetragrama y con la respectiva
indicación de a qué nota correspondía cada línea (la clave): aún hoy
constituyen la base de la notación musical.
Con el
instrumento del Tetragrama, y ya establecido este sistema moderno y práctico
musical de notación, y tal como ocurrió cuando se adoptaron generalizadamente
las innovaciones que Guido de Arezzo y que había descrito en su Micrologus (ca.
1026), pues entonces, ahora sí, las melodías de los cantos pudieron escribirse
de forma que pudieran ser leídas y cantadas por todos aquellos que estaban
familiarizados con la notación moderna, y dondequiera que se encontraran –y de
hecho cuando quiera que se encontraran, hasta el presente, eso no ha variado–.
Es precisamente
esta notación musical legible, el gran aporte de la cultura o civilización
occidental para la música del universo, se inventó un sistema de fijación y de
notación válido para todo el universo, ahí radica la superioridad musical
occidental frente a otras culturas, la MÚSICA desde Occidente, ya tenía
asegurada su larga vida y su firme difusión y labor de culturización allende
los mares y los reinos. De hecho entonces, la notación musical vía el
tetragrama, es la que ha proporcionado a la música occidental una historia muy
diferente y calificada, con respecto a la de otras culturas musicales, tal como
aquí se ha dicho.
Como no
podía ser de otra manera, la gran innovación técnica de la notación con tetragrama
basada en los modos, terminó por enviar al desván de la historia a un frondoso follaje
de producciones musicales de esos tiempos sobre todo los producidos durante el
imperio del gran Carlomagno, pero a su vez, permitió generar nuevo crecimiento y
producción,
Está
claro, que esa música premoderna (por decirlo así), la misma que no encajaba en
la nueva notación musical de tetragrama, pues hubiese tenido muchas
dificultades para acomodarse en el nuevo lenguaje notacional uniforme y en un
sistema modal
homogéneo y derivado, de hecho, muy lejanamente de la Atenas clásica.
Quedaron
fuera pues, muchas y varias tradiciones litúrgicas creadas por las reformas de
Carlomagno –entre ellas, el canto
ambrosiano específico de Milán, el canto
mozárabe de España y el viejo canto romano
de la ciudad papal–, y éstas se habían escrito en notación, pero de manera muy
parcial o, en muchos de los casos, nunca se habían puesto por escrito.
La nueva notación
musical por tetragrama logró cambios revolucionarios, no solamente en el campo
estrictamente musical, sino que dio movilidad social y cultural y económica muy
sustantiva en la Europa occidental, y esto fue, porque la novedad del
tetragrama, promovió e incentivó la distribución más generalizada de los
requeridos y vigentes cantos litúrgicos, y con ello se proyectó firmemente una
gran cultura supranacional y bajo su sombra, los grandes beneficiados fueron
los compositores quienes podían viajar, y a partir del siglo XIV, sea desde
Inglaterra a Francia, o sea desde Francia a los Países Bajos (las modernas
Bélgica y Holanda, con las regiones adyacentes) o, a Italia, encontrándose en
cada lugar la misma música lista y preparada para ser ejecutada de la misma
forma y calidad e impacto, del gran gusto del público.
No
solamente eso, el nuevo invento e instrumento de la notación musical por
tetragama, promovió la creación y composición musical, aunado a la gran
facilidad de que las piezas musicales podían ahora comunicarse y fija y
seguramente en papel impreso, tal y como si fueran obras literarias.
También es
importante anotar aquí, que se verificó, riqueza y novedad en las melodías, porque
en la música premoderna o antes de la notación musical por tetragrama, eran
básicamente composición de cantos litúrgicos que en Europa occidental llegaban
a su tope y a su fin y en la época de Guido,
y eran tan elementales que podían aprenderse simplemente de sus cantantes. Pero,
con la notación musical por tetragrama, la figura cambia absolutamente, ya que
no resultaba tan fácil memorizar una música que contuviera dos o más melodías
distintas cantadas a la vez, ya estamos en el reino de la polifonía, y cuyo
desarrollo fue promovido, inspirado y facilitado y de manera crucial por la
notación musical por tetragrama. Obviamente, la segura y fija notación precisa
permitió también que los cantos de la época de Guido siguieran resonando, si
bien en estilos interpretativos cambiantes, pero a través de miles de años
hasta hoy.
(Fin de la
segunda parte)
Lima, 19
de enero del 2016
Jaime Del
Castillo Jaramillo
Abogado
egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta
con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio
profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo
‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en
Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y
epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional
en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis:
“Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
http://fororepublicanoperu.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
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