Revolución Francesa cambió la historia universal y la
música. Gioachino Rossini fue el engreído de Napoleón,
y luego la música pasó a ser religión en el siglo XIX y Cuba seguía bajo la
influencia musical española y francesa. Historia de la Música Occidental, Parte XII
Por: Jaime Del Castillo Jaramillo
Amadeus Mozart muere mucho antes
que la Revolución Francesa llegue a su
fase más terriblemente radical y cruenta; a su ilustre paisano y colega Haydn, que componía bajo contrato y
amparo de patronos aristócratas en Viena, así como para los conciertos públicos
de la lejana Londres y para los editores y publicistas de ambas ciudades, realmente
no le tocó ni le alcanzó la ardiente Revolución
Francesa.
Quien sí,
fue influenciado directamente por la ruda Revolución
Francesa fue el genial Beethoven,
quien en ese contexto, buscaba a duras penas mantenerse como músico en la
rígida corte de Bonn, a fin de sostener a su vapuleada familia, el maestro Beethoven contaba con sus juveniles dieciocho
años de edad, y creció y fue coevo de los años del Terror revolucionario y de la
salvación temporal que aparentó ser la República
francesa en manos de su contemporáneo Napoleón
Bonaparte (1769-1821).
La poderosa mentalidad
de Beethoven, junto a la de muchos
jovencitos europeos se formó en ese contexto álgido de crisis política y
militar, en esa era de cambios radicales y sangrientos, que aun siendo terrible
y espantosa en el campo político y humanista, de hecho que representó la
esperanza firme y concreta de cambios radicales y materiales históricos
irreversibles.
De hecho,
la Ciudad Luz, --en esa coyuntura
revolucionaria de importancia universal--, impactó e influyó directamente en el
curso de la música occidental toda, influyó definitivamente en sus temas,
influyó en sus públicos e influyó en los músicos; su primera y directa onda
expansiva fue en la propia Francia y las siguientes ondas expansivas llegaron
nítidamente a todo el universo.
De hecho, la
insoslayable Revolución Francesa rompió
con los elitistas y acartonados círculos palaciegos pletóricos de la decrépita
y abusiva monarquía y de los encopetados y temibles nobles; la terrible Revolución Francesa terminó
con los privilegios y prerrogativas de las catedrales y capillas propias
de la repudiada confesión religiosa cómplice de la abusiva, criminal e inhumana
monarquía.
Los cambios
musicales, --aunque no se crea--, empezaron con las marchas y las bandas militares
francesas revolucionarias en acción, porque el objetivo ahora, era expresar en
las calles del pueblo y con el pueblo, los nuevos tiempos y los grandes
cambios, y que mejor que las bandas militares para ello, y en las calles
entonces, empezó a sonar musicalmente la Revolución,
con su inmenso mundo sonoro de fanfarrias, con sus épicas marchas y con su
heroica solemnidad, y casi, como que se
tomaba en referencia la grandeza representada en la ópera gluckiana.
La ópera, inmediatamente cambió y se puso
a tono y en la misma dirección que la Revolución
Francesa, la burguesía emergente y triunfadora quería su propia música, y
apoyó a los nuevos compositores y asistió masivamente a la presentación de sus
obras, la burguesía triunfante quería ver representados en escena, su élan
revolucionario, y sus emociones y por cierto su heroísmo sin par.
La más
aplaudida obra fue Lodoïska (1791), del
compositor italiano Luigi Cherubini
(1760-1842), quien residía en París cinco años antes del estallido
revolucionario. La aludida obra Lodoïska hizo retoñar
un viejo tema que ya era parte de la ópera francesa, pero que ahora retoñaba y
fulguraba: la caída de la dura opresión escenificada como heroica salvación de
la horrible esclavitud y la insufrible
prisión, y llevada a término por cierto héroe en beneficio del desvalido, es
decir, esa obra era nítida expresión orgullosa de la libertad, la igualdad y la
fraternidad, lemas heroicos de la triunfante Revolución Francesa. Ese mismo contenido operístico revolucionario,
fue inmediatamente tomado para la única ópera del genial germano Beethoven y titulada: “Fidelio”.
De hecho,
el logro musical más trascendental y permanente y significativo de la Revolución Francesa fue la creación del Conservatorio de París para 1795, fundado como institución estatal
republicano, y específicamente para la educación de músicos sin distinciones de
clases sociales, y con ello se rompió las argollas y los círculos elitistas de
la Iglesia, de los patronos aristocráticos, de la tradición del pupilaje.
Por cierto,
el maestro italiano Luigi Cherubini formó
parte del flamante claustro fundador y luego sería su honorable director para
1822. Para ese mismo año, empezaba a funcionar en Londres: la Royal Academy of Music (Real Academia de Música). Y
seguidamente aparecieron muchos otros
conservatorios y academias musicales en toda Europa en la misma dirección, y
con ello cambiaron radicalmente las prácticas y enseñanzas musicales, a nivel
profesional.
Beethoven aprendió música de
forma heterogénea, nació en familia de músicos, --su progenitor y abuelo ya habían
sido músicos en la corte de Bonn--. Ludwig
van Beethoven tenía quince años
menos que el genio Mozart, y su
progenitor también lo presentaba al niño Beethoven
como un prodigio, haciéndolo tocar ante público desde que tuvo la corta edad de
siete años.
Pero Beethoven, fue creciendo musicalmente
en forma lenta, ya que de la tutela de su progenitor pasó a manos de la
enseñanza del compositor y organista germano y de su ciudad don Christian Gottlob Neefe (1748-1798), quien
se dio cuenta de su gran potencial y lo fue moldeando, y para ello, le proporciona sólida base musical en la técnica
del gigante Bach.
Beethoven siempre quiso ir a
Viena, la ciudad musical de los grandes maestros Haydn y Mozart, y logró
viajar a sus juveniles dieciséis años, llegó a Viena, pero regresó de
emergencia y afligido, solamente para ver por última vez a su progenitora
moribunda, y con el fallecimiento de su madre, cambiaron sus planes
profesionales, ya que tuvo que dedicarse a sostener a su familia.
Regresó a
la ansiada ciudad de Viena mucho después, Beethoven
ya contaba con veintidós años de edad, y para esa empresa contó con el
mecenazgo de cierto aristócrata de Bonn: el conde Waldstein, quien le financia su viaje, con la finalidad de «recibir el espíritu de Mozart de las manos de Haydn».
Beethoven estudió con el gran
maestro austriaco Haydn un año y
algo más, y luego otro año más, con otro compositor austriaco de su misma generación,
Johann Georg Albrechtsberger (1736-1809),
quien era famoso porque componía una fuga diaria según sus admiradores.
Beethoven fue un reconocido
virtuoso del piano, y rápidamente se ganó el apoyo y admiración de los
principales aristócratas de la culta ciudad musical de Viena, los mismos que anteriormente
habían apoyado al genial Mozart.
Para el
verano de 1795, Beethoven ya había
terminado con su educación musical, e inmediatamente dio a conocer su primera
publicación relevante, consistente en senda colección de tres tríos para piano,
violín y chelo.
No
olvidemos que Beethoven admiraba
bien a Napoleón Bonaparte, en razón
de haber salvado el ideal y el principio republicano universal, cuando decidió
tomar la grave responsabilidad de primer cónsul y desde 1799, y el germano
cuatro años después, le dedica una sinfonía, su famosa Tercera, pero cuando Bonaparte se convierte en Emperador la
actitud de Beethoven cambia, y
cambia también la famosa dedicatoria de su famosa ‘Tercera’.
La más
famosa y célebre composición beethoveniana es su clásica Quinta sinfonía (1807-1808), el estreno de tamaña opus magna, fue en el extraordinario concierto que Beethoven presentó en la ciudad de
Viena y para el 22 de diciembre de 1808.
Con sus
famosas obras, y sobre todo con sus sinfonías, el joven maestro germano Beethoven rápidamente se posicionó como
el formidable sucesor del gran maestro austriaco Haydn, y pasó a ser el compositor más valorado internacionalmente. Beethoven saboreó la fama, y los
empresarios y comerciantes lo tenían en su agenda, lo buscaban los editores de Alemania,
Suiza, Inglaterra y Viena, y su música
por cierto, se puso de moda, y era interpretada por pianistas y orquestas en
diferentes partes del mundo.
Para 1809,
Beethoven era el engreído de los aristócratas,
a pesar de su decidida admiración por la Revolución
Francesa, tan es así que cierto
cogollo de aristócratas vieneses, querían tenerlo en su círculo, y para ello le
garantizaron dignos estipendios mientras fije residencia en la poderosa ciudad,
cosa que Beethoven no desaprovechó.
La Revolución Francesa demostró al mundo
que los intelectuales y filósofos y militares revolucionarios y el pueblo,
podían transformar la realidad y acercarla a ideales de libertad, igualdad y
fraternidad, esa esperanza y ese tiempo nuevo y ese imaginario brillante
socio-político-cultural revolucionario, tuvo músicos que fueron directamente
influenciados, y uno de ellos y el más relevante fue Beethoven, sin lugar a dudas.
Beethoven empezó a sufrir
sordera, para 1801, y con ello, también empezó a disminuir su socialización, y en
poco tiempo se hizo conocido como hosco y poco dado al trato social. No
solamente eso, disminuyó a partir de 1808 su capacidad para escribir
conciertos, y lo que es peor, no realizó ninguna presentación importante después
de 1814.
En esa
coyuntura, otros compositores se erigían en Viena, tales como: Johann Nepomuk Hummel (1778-1837),
importante pianista y muy prolífico escribiendo música, y Louis Spohr (1784-1859), violinista y también compositor como se ha
dicho. Pero ambos seguían a Mozart y
no tanto a Beethoven.
Después de
cumplir los cuarenta años, Beethoven
escribe sus bellas sinfonías Séptima
y Octava (1811-1812), ya para ese
tiempo, cambiaron sus condiciones económicas, para empezar, uno de sus mecenas falleció
y los otros sufrieron crisis económica a causa de la guerra contra Napoleón, en
la que, por cierto, Austria fue uno de los gravitantes campos de batalla.
Beethoven aún en Viena compuso
pieza orquestal, para estrenar un nuevo instrumento mecánico construido por Johann Nepomuk Maelzel (1772-1838), y que
en 1815 comenzó a comercializar, bajo el nombre del metrónomo, y que servía para
definir el tempo musical.
Napoleón Bonaparte, favoreció a
músicos italianos, a pesar de Cherubini,
sus preferidos fueron Paisiello,
Ferdinando Paer (1771-1839) y Gaspare
Spontini (1774-1851), quienes fueron trasladados a París y brindaron música
acorde con el boato imperial napoleónico, música melodiosa pero no muy larga. Y
dentro de los preferidos napoleónicos destacó el joven compositor: Gioachino Rossini (1792-1868).
No olvidemos que
para 1813, en la ciudad de Londres, el conocido mecenas Salomon junto a otros aristócratas, crearon la famosa Sociedad Filarmónica para cultivar las
valoradas sinfonías de Beethoven.
El Romanticismo se inicia según ciertos
entendidos, con Beethoven a la
cabeza, el mismo que introdujo una novedad artística musical: la tragedia. Tragedia
se considera como pérdida, y por lo tanto la pérdida es cambio. Hubo una
sensación captada por los intelectuales de la época, en el sentido que la
música occidental había perdido la grandeza, que la grandeza se había esfumado.
Fueron
tiempos en que se relievó grandemente la canción y el lirismo instrumental, asimismo,
se revaloró la ópera entendida como drama emocional. El sentimiento público
musical del siglo XIX, llevado por la corriente de la bonanza económica,
comercial e industrial, consideró a la música como una nueva religión o la
nueva religión, que de hecho reemplazaría a todas aquellas que estaban siendo
puestas en duda por la investigación científica y los estudios bíblicos.
Las
grandes y espectaculares salas de
conciertos
del último tercio del siglo XIX eran la expresión de la devoción que se sentía
por la música antes que por las
catedrales, por ejemplo: la Musikverein de Viena
(1870), el Concertgebouw de Ámsterdam (1888), el Carnegie Hall de Nueva York (1891).
Eran los
tiempos en que se habían difundido e instituido orquestas en las más
adelantadas y modernas ciudades europeas y de América, y el público se
preocupaba en asistir a sus conciertos semanalmente durante toda la temporada,
como de acto casi religioso se tratara.
(Fin de la duodécima
parte)
Lima, 26 de febrero del 2016
Jaime Del Castillo
Jaramillo
Abogado
egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta
con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio
profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo
‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en
Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y
epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional
en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis:
“Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
http://fororepublicanoperu.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
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