domingo, 6 de noviembre de 2016

Bolero, Guaracha, Guajira, danzón y son cubano: expresiones musicales que nada tienen de africano. Ritmo y nunca melodía, es el aporte africano en cierto cancionero cubano. Géneros musicales de raíz europea nacidos en Cuba. Parte III




Bolero, Guaracha, Guajira, danzón y son cubano: expresiones musicales que nada tienen de africano. Ritmo y nunca melodía, es el aporte africano en cierto cancionero cubano. Géneros musicales de raíz europea nacidos en Cuba. Parte III



Por:    Jaime Del Castillo Jaramillo




El bolero nació en España, y por cierto, de España pasó a Cuba. Es obvio que en la adaptación cubana se pueden verificar ciertos contrastes morfológicos, y nuevamente la región oriental de Cuba se destaca en el tratamiento y cultivo del bolero español. Y nuevamente afirmamos: África no tuvo nada que ver, absolutamente nada que ver con el Bolero, ni en España, ni menos en Cuba.



La Guaracha, que como ya lo expliqué en otro trabajo, no es originario de Cuba, y la Guaracha con la belleza de su melodía y con la simplicidad de su forma, demuestra de lejos, que nunca tuvo injerencia africana en modo alguno.


En verdad de verdades, y hablando en términos de equilibrio racional, la vena africana deviene en la tercera vertiente originaria del cancionero cubano, y su característica es el dinamismo, dinamismo en la fisonomía más que todo, dinamismo en la morfología ante todo, la vena africana cubana es más rítmica que melódica por antonomasia y es su sello distintivo, sus modalidades son (en mezcla con la matriz europea): la rumba y la clave; y esa vena africana está en la  orilla opuesta, o, en cuerda separada, con respecto a la estructura del danzón (de origen francés), la criolla, el bolero, la guajira, el zapateo, la habanera, la guaracha y la canción, expresiones y géneros y ritmos musicales en Cuba, que nada tienen de africano en modo alguno.


Eduardo Sánchez de Fuentes (La Habana 1874-1944) compositor de la habanera ‘Tú’, también escribió acerca del son, en su obra El folklore en la música cubana, y que fuera publicada para 1923, donde afirmó que el son cubano, es un ritmo o género musical colateral del danzón, y que el mencionado son cubano,  nació en la región baracoense, y además, afirmó también, que el son nació libre de toda contaminación extranjera, y que su original estructura era sencilla, y que había formalizado la práctica tradicional de la música autóctona cubana.





En suma, el son oriental tiene dos partes. La primera, consta de una forma de estrofa, y que antiguamente la cantaban dos voces, y la segunda parte, era en la práctica el coro, o el estribillo o el sonsonete, que formalmente era la respuesta o comentario de la primera parte o estrofa.



Con el paso del tiempo dicha estructura del son oriental, fue variando, y esas variaciones y transformaciones se acentuaron en fuerte contraste en La Habana, donde al inicio se le introdujo formas interpretativas que usaron antiguamente los haitianos en Santiago de Cuba, donde el son cubano obtuvo en todo tiempo un sello peculiar, y siempre ajeno a toda influencia extranjera.



Santiago de Cuba, ha brindado a toda Cuba y al mundo, grandes maestros músicos como Laureano Fuentes Matons, y también su hijo Laureano Fuentes Pérez, (compositor de notables danzas y excepcional pianista), como Rafael P. Salcedo y Antonio Figueroa, todos ellos músicos de gran valía.




Carlos I, Rey de España, autorizó mediante norma expresa el ingreso de negros esclavos en las Antillas, hasta la abolición de la esclavitud, decretada en el año 1880. Y tal y como sucedió con los indios originarios de Cuba, el baile fue siempre costumbre de los primitivos africanos, que vinieron en los temibles barcos negreros, que traían a los infelices negros, quienes eran cazados y muy generalmente, como si de fieras se tratase sobre todo en las costas occidentales del África, así está fielmente detallado en la obra del doctor Israel Castellanos; (quien desarrolla en aplaudida investigación el origen de los instrumentos musicales de los afrocubanos, y que fuera publicado y se halla en los Archivos del Folklore Cubano).



El reconocido investigador Fernando Ortiz, en su celebrada obra Los negros esclavos, –dada a publicidad en La Habana, para el año de 1916–, nos informa sobre los orígenes y caracteres básicos de esta raza en mención, y que, según Louis Huot, tenía inclinación muy nítida hacia el canto.



De otro lado, otro estudioso de la talla de Federico Ratzel sentenció que los negros usaron siempre de la música, para expresar sus alegrías y
sus penas. Y ampliamente conocida también, era su afición por el baile. Y los europeos esclavistas habiendo observado ello, y convencidos de la necesidad del baile y canto para los negros esclavos, y como una medida de política de dominio bajo cálculo, pues les concedieron a los negros esclavos, espacio y cuerda para que hagan uso de su diversión preferida, y tanto fue así que el 4 de julio de 1837, el Capitán General de Cuba, de apellido Ezpeleta, autorizó a los negros en la Isla para que bailaran y cantaran como ellos quisiesen.




Pero es bueno apresurarnos, para dejar bien en claro aquí, que guiados por el serio y bien documentado escritor Castellanos, estamos en condición de afirmar que es imposible localizar gráficamente, así como de precisar etnológicamente, a los negros traídos a Cuba, inclusive no se puede establecer en forma clara y precisa, su número o cantidad, por  lo tanto, es imposible esclarecer y establecer, si el predominio de ciertas características y/o patrones y/o tendencias, es el resultado de la superioridad numérica de los negros de determinada región.



Los negros mandingas, congos, lucumíes, ararás, carabalíes, etc., incluyendo a los brujos, ñáñigos, curros del manglar, cheches del manglar, etcétera, todos ellos cultivaron el baile y el canto sin distinciones, pero no se ha establecido con suma precisión y claridad, que instrumentos musicales trajeron de África, pero la mayor probabilidad es que los negros de toda procedencia etnológica africana construyeron sus instrumentos musicales en Cuba.




Importantes estudiosos e investigadores de talla universal como Ratzel, Humboldt, Augeard entre otros respetables autores, ya han abordado el tema de los bailes y cantos de los negros. Pero, y tal como lo consigna también el escrupuloso Castellanos, diremos aquí categóricamente, que los negros en Cuba, siempre han sobresalido para la fisonomía musical, más en el ritmo que en la melodía, toda vez que su melodía siempre guarda formas primitivas o rudimentarias.



El tambor ha sido el instrumento distintivo entre los negros de África, y es el instrumento preferido, precisamente para distinguirse, un grupo etnológico africano del otro, tenían diferentes tipos de tambores, que se clasificaban por su forma y tamaño, así nos lo informa Castellanos y otros autores, y por su lado, el investigador Ling Roth en su leida obra Great Britain, afirma que el tambor típico cubano es el modelo de los yorubas, y que es muy reproducido en Cuba.



Muy raras veces se ha encontrado entre los negros esclavos en Cuba, el tambor primitivo,  que era confeccionado con tronco hueco de árbol y con piel clavada en el extremo superior o boca. El más usual era el tambor de cuñas. Y para los negros ñáñigos, –según el tantas veces mencionado Castellanos–, los tambores eran varios y distintos, unos eran usados para dar el primer golpe (bencomo), y otros para el segundo golpe (cosilleremá), y otro para el tercero (llaibí llenbí), dichos tambores eran faccionados de cedro y en forma acilindrada; eran en suma, tres cuerpos cónicos en forma de cilindros y truncos en su parte inferior, y se usaba la piel de chivo, y se montaban de la misma forma en que lo hacían los negros yorubas.




El boncó, es el típico tambor de origen ñáñigo e indistintamente se le decía bongó, y la conocida “tumba” es otro tambor africano muy usado en la región oriental de Cuba.



El gran etnólogo y etnógrafo alemán Ratzel, afirmó que los africanos occidentales igualaban a los negros manganjas en el manejo y el dominio de los tambores, produciendo con estos elementales y básicos instrumentos musicales percutivos, un fértil y rico y variado plexo de sonidos que causó asombro en los estudiosos.



Para la lengua del ñáñigo, el vocablo encomo significa o denota en forma general: los tambores. Y para diferenciarlos existen los términos bencomo, cosilleremá, llaibí llenbí, y el boncó o boncó enchimillá, el bongó, la tahona y la tumba.



Es muy importante consultar la obra del reconocido costumbrista cubano Ramón Meza, quien describe con enjundia y lujo de detalles la popular fiesta del Día de Reyes en La Habana, fecha en la que se autorizaba a los negros africanos, --incorporados previamente a sus respectivos cabildos de nación--, a fin que puedan ingresar a la ciudad, los mismos que se presentaban ricamente ataviados con pintorescas y exóticas indumentarias, a fin de celebrar y mostrar sus bailes en la Plaza de Armas, y por cierto, para pedir el aguinaldo; eran numerosas e impetuosas y exaltadas comparsas de negros, los mismos que rompían la monotonía capitalina, con su algazara, ritmo y color, y siempre al son de sus tambores, y sonando ciertas esferas sean de metal o sean de madera hueca, y repletas de granallas u otros objetos parecidos, y que se anudaban en sus duras y curtidas y callosas manos los ejecutantes de los tambores,  produciendo y generando por cierto, toda clase de ruidos y sonidos y ritmos, ya sea con sonajas, ya sea con güiros, ya sea con cascabeles, ya sea con fotutos o caracoles o botijas, o pitos, o tamboriles, o triángulos, o cencerros, rayos, campanas, y demás
instrumentos creados y llevados precisamente con la expresa y directa intención de producir sonidos llamativos y encendidos, además hacían flamear sin descanso sus banderas y estandartes, y también sus farolas y grandes marugas; y como no podía ser de otro modo, todo ello, en medio de frenéticas y estrambóticas danzas, que iban acompañados de monótonos acentos o frases, pero otros bailes se acompañaban con llamativas voces y estrepitosos aullidos, que contrastaban grandemente con la risible gravedad con que los cabildos de nación, practicaban sus ridículas ceremonias, en medio de la batahola de vestimentas exóticas de los diablitos y el sorprendente lujo de las negras de nación.





Es obvio, que esas expresiones comunes africanas en Cuba, y que nos ha relatado con fidelidad el costumbrista Ramón Meza, aunado a sus instrumentos musicales tan rudimentarios, en suma, no influyeron centralmente en las melodías criollas cubanas, pero sí tuvieron su cuota de aporte e influencia, y lógicamente, en el aspecto de la fisonomía rítmica de cierta parte del cancionero popular cubano.



La región oriental de Cuba, ha conocido la tambora, el hueco y el catá, como instrumentos muy representativos de las primitivas agrupaciones musicales de negros.




Recordemos que la tambora, pertenece a la familia de los atabales y de las tumbas, y es un tambor de boca ancha de grandes dimensiones; mientras que el “hueco”, es un mediano cilindro de madera ahuecado, y que lleva sendo parche cubriendo una de las bocas; mientras que el catá es sendo madero hueco, de cedro generalmente, que se percute en el centro, con dos pequeños palos, produciéndose diversos sonidos y vibraciones.



El instrumento de cuerda típico de Cuba, es el llamado tres, y consiste en tres cuerdas dobles, sobre senda caja de madera, muy parecida a la bandurria y a la guitarra española, aunque más pequeña.





Los primeros sones orientales tradicionales, y que se remontan al célebre tema de la “Ma´ Teodora”, eran acompañados por el instrumento denominado la bandola, tal como la usaron los españoles y con el mismo nombre, que era muy parecido al laúd europeo, y que constaba de cuatro cuerdas, y así lo relata don Felipe Pedrell, en su muy recurrido Diccionario técnico de la música.



Para el siglo XIX, destácase en Santiago de Cuba, muchos instrumentistas y cantantes populares, como por ejemplo Nené Manfugá, considerado como el primer tresista santiaguero.



No se puede negar que los negros lucumíes se diferenciaban de los negros mandingas, congos, ararás, carabalíes, etcétera, porque tenían tendencia y facilidad con la melodía; cierto que eran melodías quejumbrosas y lamentos, pero hay que precisar que para nada influyeron en la música cubana criolla. Repetimos entonces, una vez más, y en forma categórica que, la influencia africana sobre la música cubana jamás ha sido melódica, sino meramente rítmica, y nos referimos al ritmo quebrado y a la síncopa de la rumba, y hasta en los acentos metronómicos de la clave, pero siempre en genial fusión, con genio criollo cubano de formación europea y española.


(Fin de la tercera parte)


Lima,  30 de abril del 2016

Jaime Del Castillo Jaramillo

Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
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