Mozart, Haydn y Beethoven: astros del clasicismo musical
dieciochesco. Haydn fue el padre creador de la armonía
como elemento central de sus composiciones. Cuba hereda ese legado occidental
musical y África no tuvo nada que ver ahí. Historia de la Música Occidental, Parte XI
Por: Jaime Del Castillo Jaramillo
Las
sinfonías de Haydn brindan
formidable sensación de plenitud musical en el último tercio del siglo XVIII, la
música plana de tiempos pasados había quedado atrás, ahora se podía disfrutar
de varias dimensiones musicales en una sola presentación artística, lo que
generaba placer excelso al oyente culto, es decir la sofisticación musical ya
había tocado el cielo para el siglo XVIII, por lo tanto, la música de Haydn era considerada el summun de la modernidad en su momento.
En la
música dieciochesca se verificó un cambio de eje: la armonía pasó a tomar la batuta en las nuevas creaciones y con los
nuevos compositores, por eso dijo el violinista y reconocido teórico italiano Francesco Galeazzi (1758-1819) en sendo
tratado que publicó en 1796: «El mérito de una composición
consiste […] en el desarrollo y no en la melodía inicial».
Por lo
tanto, ni siquiera el prolífico y gran maestro Rameau podía siquiera imaginar, que la armonía pasaría a primer
plano e importancia, y empieza entonces a preponderar en las nuevas
composiciones musicales, los saltos, los desplazamientos y las fluctuaciones de
carácter armónico.
La armonía entonces, cobró prestancia, relevancia
y prioridad, y servía para entender el objetivo, y seguir la intencionalidad
del autor, era entonces, la portadora, más que el continente del significado, vale
decir, y en sencillo y en concreto: el viejo patrón musical del continuo, fue desechado, fue abandonado
y ya era obsoleto.
La Ilustración, comenzaba a influir
directamente sobre la música, ya que la inteligencia, la libertad y la
personalidad, se hacía sentir en la música, y la armonía no es otra cosa que la mostración del mundo interior y del
concepto e intelectualidad del músico compositor, sin lugar a dudas, y por lo
tanto, y en el momento preciso: el piano, pasó a ser el preferido y el elegido,
por ser el instrumento más completo y perfecto, por lo tanto, se magnificó la
producción del piano y, por cierto, anejo a ello también, abundaron las
publicaciones de composiciones para el mencionado instrumento.
No
olvidemos a Muzio Clementi
(1752-1832) quien fabricaba pianos y partituras para dicho instrumento en la
culta Londres; y por su lado Ignace
Pleyel (1757-1831) a la sazón el conocido discípulo del maestro Haydn, se dedicaba también a la
fabricación de pianos en la Ciudad Luz.
Como olvidar
al gran John Isaac Hawkins, quien
operaba en Filadelfia para 1800, y quien presentara el novedoso piano vertical,
y que inmediatamente fuera copiado por muchos fabricantes y en diferentes
partes del mundo, como consecuencia de ello, se masificó el uso del piano en muchos
hogares alrededor del mundo.
A toda esta
corriente y movimiento musical se le conoce como el Clasicismo, denominación académica que se aplicará recién en los
años treinta del siglo XIX, cuando los estudiosos e investigadores concluyeron
que se había culminado una gran época en la música occidental.
El más
grande exponente e ícono del Clasicismo
fue sin lugar a dudas, el prodigioso joven austriaco y compositor de
compositores, tal como fuera el magno maestro Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Su padre lo tuteló con mucho
celo, cuidado e interés, por ello el buen Mozart
empezó a tocar instrumentos a la tierna edad de seis años, y para el poderoso elector
de Baviera en Múnich, y frisando sus tiernos siete añitos, ya estaba tocando
para la poderosa emperatriz María Teresa en Viena.
La familia
Mozart, preocupada en grado sumo,
por el desarrollo de la carrera musical del niño Amadeus, dejan su natal Salzburgo para emprender rigurosa gira
artística, la misma que se extendería más de largos y rudos tres años,
incluyendo longas estadías en la Ciudad
Luz y en la ciudad de Londres, donde el niño prodigio conoció a Johann Christian Bach, quien era su modelo de compositor alemán, el mismo
que era consumado maestro en música italiana y francesa.
De regreso
de su larga gira, la familia Mozart
solamente se queda unos cuantos meses en su Salzburgo nativa, luego se trasladan
a Viena, --y Amadeus ya contaba con once
años y medio--, y se quedaron en dicha ciudad, hasta que el niño prodigio
cumplió los trece años.
Luego
vendría la trascendental y primera visita a la bella Italia, por parte de Amadeus y acompañado de su progenitor,
ya estaba por cumplir los catorce años, y se queda en la tierra de Leonardo Da Vinci hasta cumplir los
quince años.
El viaje a
Italia por parte de los Mozart tenía
intencionalidad y finalidad muy clara, querían componer y con las técnicas
italianas senda ópera seria, que la tenían en agenda como encargo para que sea
presentada y ejecutada musicalmente en Milán, recordemos pues, que la rica
ciudad de Milán, se hallaba bajo el dominio austríaco para esa coyuntura.
Amadeus, aprovechó al máximo su
estancia en Italia, consolidando su carrera musical exitosa y esplendente, ya
que se familiarizó con la riqueza y modernidad cultural musical itálica de ese
momento, escuchó a cantantes así como a compositores italianos, tales como Jommelli
y Piccinni, y bebió las vivas tradiciones
italianas, como la célebre y singular ópera en Nápoles, como la música
eclesiástica romana, como los profundos estudios eruditos en Bolonia, etc.
Amadeus, regresó dos veces más a
Milán, y también fue a la germana Múnich, ya contaba con dieciocho años, y su
motivo fue los encargos que le hicieron de composiciones puntuales, pero como
compositor, en verdad de verdades y a pesar de su genialidad y virtuosismo, no
le generó contrato permanente y estable que le diese felicidad y tranquilidad.
Nunca
desaprovechó las oportunidades que su querida Salzburgo
le brindó, y escribió reconocidas sinfonías y conciertos para la aristocracia
de su ciudad, también compuso música eclesiástica para su catedral, --(obtuvo empleo
junto con su padre, con el mecenazgo del arzobispo)--, y etc., etc.
Amadeus, ya había cambiado su
mentalidad y proyección, y es que sus estadías en las poderosas ciudades de Milán, Múnich y París lo hicieron
cosmopolita, y cuando regresa a su Salzburgo
ya la sentía como atrasado pueblo, por esa razón, para 1777, --cuando ya contaba
con veinte años--, regresa con su progenitora a Múnich, Mannheim y París,
buscando contrato que le dé estabilidad como compositor, pero nuevamente, no
tuvo suerte en su empeño.
Entre Múnich y Mannheim, hizo una parada que duró buen tiempo, fue en la ciudad de
Augsburgo, donde vivían familiares
suyos, y brindó aplaudido concierto. En dicha ciudad, fue impactado por la gran
orquesta numerosa en instrumentos y buenos músicos, y sus comentarios sirvieron
para replicarla en el siglo XVIII hasta la actualidad. Así mismo, fue
gratamente impresionado por los compositores de la mencionada ciudad de
Mannheim, tales como Christian Cannabich
(1731-1798) e
Ignaz Holzbauer (1711-1783), y sobre
todo quedó prendado por la perfección del canto y la singular personalidad y
belleza física de Aloysia Weber (1760-1839),
quien contaba con solamente dieciséis años de edad.
Tres meses de
negociaciones infructuosas en la ciudad de Mannheim
sufrió Amadeus, y ni los
funcionarios de la corte, ni menos el príncipe, contrataron al joven genio
compositor austriaco, y decidióse a regresar a Italia para escribir óperas en
honor y para Aloysia Weber, prendado como estaba de su virtuosismo y de su dulzura
y de su espectacularidad artística y vocal, inclusive llegó a escribir varias arias
para ella, y en esa circunstancia dejó sentado que el aria debe ajustarse al tipo
de cantante, como si fuera su traje cortado a medida.
El progenitor de Amadeus, se opuso rotundamente a los
devaneos amorosos con Aloysia, y lo
conminó a que inmediatamente se traslade a París, y el joven enamorado Amadeus, obedeció a su padre, pero en
la Ciudad Luz tuvo otra experiencia infructuosa y desagradable, tuvo trabajos
menores y muy espaciados, además le ofrecían puestos de pacotilla que nunca
aceptó; lo que sí quedó establecido es que compuso su primera obra para el Concert Spirituel pero tampoco obtuvo el éxito que esperaba.
Eso lo frustra y le amarga sus días parisinos, y por ello mismo no quiso alternar
con los colegas compositores de su evo en París, y dijo amargado: «Sé lo que hago y ellos saben qué hacen, y está bien».
Esa actitud
suya de desencanto y frustración, es la que provoca que no se pronuncie en modo
alguno sobre la obra de André Grétry
(1741-1813), quien sí encontró el favor de la caprichosa reina María Antonieta, y alrededor del
palacio real entonces, se verificaron serias peleas operísticas en la Ciudad
Luz, sobre todo entre los partidarios del maestro Gluck y los del maestro Piccinni,
todos buscando como ganarse el favor de la cuestionada y aludida reina Maria Antonieta.
Faltando
poco para abandonar la Ciudad Luz, y después de seis meses de frustraciones
profesionales, y sumado al intenso dolor de haber perdido a su progenitora,
pues Mozart tuvo un momento de solaz
cuando se encontró nuevamente con su colega germano Johann Christian Bach, quien se encontraba en Paris para escribir
encargada ópera.
Mozart de mal grado se alejaba
de la Ciudad Luz, --por presión de su progenitor, quien lo quería en Salzburgo para
arreglar su situación profesional--, pero Amadeus
le hace caso a su corazón, y se dirige a Mannheim
y luego a Múnich, tentando trabajos
y puestos, y acercándose a la joven Aloysia
Weber. Pero ni en lo uno ni en lo otro le fue bien, en primer lugar porque
no logró convencer al empoderado director de la compañía teatral de Mannheim, --que
a la sazón era la más importante empresa germana de la época--; y por otro
lado, la admirada Aloysia lo rechazó
de plano.
Amadeus Mozart viajó mucho en su juventud, --como lo hemos verificado a
brochazo gordo--, en cambio el maestro Haydn,
--quien era mayor que Mozart por una
generación más--, tuvo un desarrollo más pausado y estable profesionalmente,
por esos mismos años viajaba entre Viena para los inviernos y el palacio
húngaro de los Esterházy en los
veranos.
Haydn (1732-1809), fue autodidacta,
pero muy inteligente, observador y creativo, siempre estuvo atento a la música
popular, y a las creaciones de sus colegas músicos. Después de 1770 luego de
escribir ciertas sinfonías, se dedicó a
estudiar la ópera cómica, y con ella su música instrumental ganó alegría y
versatilidad. Haydn, como ningún otro
compositor de su época, o de épocas posteriores, entendió a profundidad y supo
hacer y construir humor en y con la música, y en diversas formas y maneras y modos,
tales como el aforismo irónico, como la sorpresa burlona, como la agudeza
ingeniosa, o el estallido de alegría.
Haydn, además, inventó un nuevo
género para la música occidental: el cuarteto
de cuerda, para dos violines, viola y chelo. Muchas veces Amadeus tocó instrumento musical junto
a su paisano el gran Haydn. Por eso
en cierta oportunidad, para 1785, el gran maestro Haydn le contaría al progenitor de Mozart que su vástago era «el compositor más grande que he
conocido en persona o de nombre».
A decir verdad, Amadeus recién conoció el éxito total en
Praga, cuando estrenaron su gran obra Le nozze di Figaro
(Las bodas de Fígaro, 1786), luego de tamaño gran triunfo, el teatro de la
ópera de Praga le encarga otra ópera más, y viene el célebre Don Giovanni (1787), donde la música se toca en la cena del
protagonista y para la escena final, y con ello se buscó la reacción del
público de la época.
No hay que
perder de vista que, el Clasicismo
tuvo relevancia internacional, debido a los progresos del negocio editorial y
de las impresiones, y por lo tanto fue la primera escuela o estilo
internacional musical, y por cierto, Viena fue su centro universal, y en
consecuencia, la música de los maestros Haydn
y Mozart eran las más impresas,
representadas y apreciadas tanto en Londres como en París, y como no, en la
misma capital austríaca. También destacaron Martín y Soler en la ópera de Viena, Il barbiere de
Siviglia (El barbero de Sevilla) de Paisiello famosa obra que se representaba en toda Europa; así mismo
descollaba Cimarosa (Haydn mismo representó sus obras, en
cuando menos doce de sus óperas para los Esterházy);
y en Francia, triunfaban Grétry y Piccinni.
La
veneración de la que gozarían los maestros Haydn
y Mozart, se iniciaría a pie firme, a
principios del siglo XIX, y con ello se invisibilizaría a sus contemporáneos,
incluyendo a sus predecesores
inmediatos, nos referimos a los compositores que fueron bien valorados para
mediados del siglo XVIII, tales como Hasse,
Graun, Jommelli, Carl Philipp Emanuel Bach.
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
fue otro gran compositor del Clasicismo
que consiguió ascender, recordemos que jovencito se trasladó de la ciudad
alemana de Bonn a Viena para 1792, y ya había pasado un año de la muerte del
genial Amadeus Mozart.
(Fin de la undécima
parte)
Lima, 22 de febrero del 2016
Jaime Del
Castillo Jaramillo
Abogado
egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta
con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio
profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo
‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en
Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y
epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional
en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis:
“Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
http://fororepublicanoperu.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
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