jueves, 3 de noviembre de 2016

Perfección y exactitud del tiempo musical: otra llave de sometimiento Occidental. El poder político, ideológico y cultural de Occidente, necesitó de trovadores y músicos itinerantes para expandir sus dominios y conquistas. Historia de la Música Occidental. Parte III



Perfección y exactitud del tiempo musical: otra llave de sometimiento Occidental. El poder político, ideológico y cultural de Occidente, necesitó de trovadores y músicos itinerantes para expandir sus dominios y conquistas. Historia de la Música Occidental. Parte III


Por:    Jaime Del Castillo Jaramillo



La segunda gran manija de dominio cultural e ideológico: Tiempo musical medido (1100-1400)

La notación musical por tetragrama dotó pues a la música occidental de importante medio de documentación escrita, aunque con ciertas limitaciones, ya que al principio sólo servía para el canto litúrgico, que tenía medio milenio antes de vigencia efectiva, hasta que se asentó definitivamente con la práctica, y para la eternidad.



Los adelantos y las innovaciones empezarían y también, a partir de la notación musical con tetragrama, ya que la gran deficiencia de los cantos medievales más antiguos eran muy uniformes, y sobre todo, estos cantos medievales de la referencia, no llevaban en su interior ninguna medida del tiempo, o sea, estaban ayunos del ritmo.


Fue así, y por esa necesidad imperiosa, que se empieza a trabajar en cómo hacer con la medida o el ritmo musical. Y cuando se dio la solución pertinente, pues con ella vinieron los primeros compositores ya identificables, y vinieron las primeras obras que se pueden datar y clasificar y tipificar con precisión.



En definitiva, la nueva música del siglo XII, abrió un camino ancho y largo y muy esplendente para la música occidental. La medida del tiempo supuso el comienzo no sólo del uso de la notación rítmica –conocida inclusive, muy lejos de Europa, en la India misma y para la primera mitad del siglo XIII–, sino y lo más importante también, es que recién aparece la música basada en la coordinación entre varios cantantes y  los mismos que ejecutarían melodías diferentes y distintas, es decir, aparece la maravilla de la polifonía.




Sin embargo, la polifonía occidental, desde el siglo XII al XV, se fue modernizando y adornando para bien musicalmente, y por lo tanto se alejaba de las estructuras repetitivas que aún se mantuvieron en Bali o en África central, y ello, conforme los músicos europeos fueron descubriendo, gran la capacidad de la armonía de producir un flujo musical continuo.



Lo cierto es que, las fuentes, o no estaban completas, o estaban equivocadas, de hecho, los antiguos griegos no fueron bien entendidos o comprendidos, y siempre, en este caso se culpa de ello al viejo Boecio, ya que este tratadista bajo comento, no dejó escrito nada sobre la armonía en función de los acordes, pero sí transmitió la satisfacción griega con la primacía de la octava y de la quinta, que los músicos medievales tomaron como modelos de consonancia, a ello se le llama: la combinación eufónica de notas.




También fue clave y muy esencial, las combinaciones disonantes, con ayuno de eufonía alguna, ya que éstas intensificaban la necesidad de alcanzar la consonancia. Una disonancia colocada inmediatamente antes de una consonancia final produciría un remate firmemente conclusivo, vale decir, se configura una cadencia, y aquel elemento se haría esencial en la música occidental de hecho.


Y para atrás, y a partir de la cadencia, las fuerzas de la armonía, ordenadas a través de las relaciones entre cada acorde y el siguiente, podían amplificar el sentido direccional ya presente en la melodía: la sensación de movimiento hacia un punto de equilibrio situado en la última nota. Así y de esta manera, el tiempo medido se convirtió en un tiempo especial que avanza hacia un objetivo específico, y la música por fin entonces, podía emular así, la evolución de cada alma humana hacia la eternidad.





La música reflejaba, además, la manera en que se percibía el tiempo. La antigua sincronía exacta entre música y tiempo (que se practicaba con clepsidras de agua en
Bizancio) se perdió en alguna medida cuando aparecieron los mecanismos de relojería a mediados del siglo XIII, es decir, medio siglo después de la aparición de la música movida por los engranajes en la catedral de Notre Dame de París. Aún así, la perfección de la mecánica relojera, o el reloj astronómico fabricado por Ricardo de Wallingford para la abadía de Saint Albans (1327-1336), se asemejaban curiosamente, a la perfección de la nueva notación rítmica que se extendió desde París y que dio a la música sus propios mecanismos de medida de tiempos. Vale decir la perfección en el tiempo o ritmo musical ya había logrado los óptimos esperados.




Es el anonimato musical, el preferido por el poder de turno ideológico, religioso y cultural del mundo occidental bajo comentario, por lo tanto, el poder del canto litúrgico es mayor precisamente, por el anonimato de sus autores, los objetivos cantorales no los identifican, y sólo están documentados en las crónicas de algunos de los escritores y unos pocos de los compositores. La justificación era que, el canto era la voz, si no del Espíritu Santo hablándole al papa, al menos de una entidad suprapersonal divina.




Pero, la realidad siempre impone sus cometidos, intenciones y objetivos, y fue así que, con la nueva técnica musical de la notación con tetragrama y sobre todo con la destreza de establecer el ritmo o la medición del tiempo musical, y aunado a la gran movilidad europea religiosa y política y económica causado por las famosas CRUZADAS RELIGIOSAS, es que hacen su aparición histórica necesaria los Juglares y organistas, los cantantes y los músicos profesionales itinerantes.



Por ejemplo, en ese contexto se destacó la abadesa, predicadora y vidente alemana Hildegard de Bingen (1098-1179) la misma quien era una figura sorprendente, con sus encendidos cantos litúrgicos. Obviamente, no fue la única abadesa compositora de su tiempo y por cierto, tampoco  fue la única escritora de cantos litúrgicos.



Muy destacables son, los himnos de Adán de San Víctor, vinculado a dicha real abadía agustiniana de las afueras de París, y causaron amplia  admiración y duradera, ya que eran revolucionarios, por cuanto, iban alterando en lo fundamental, la poesía y la música de la época, de hecho cambia la estructura del patrón métrico acentual y la rima.


Adán de San Víctor formaba parte de otro grupo de músicos, y contemporáneos suyos del sur de Francia, los mismos que originaban ya, un nuevo lenguaje (el provenzal) y nuevos temas: el amor, la nostalgia, el lamento y la propia composición de canciones.




Acerca de estos trovadores –trobadors, como se llamaban en su propia lengua: «buscadores»–, se puede decir que eran poetas-compositores vinculados a cortes principescas, es más, algunos de ellos fueron en sí, de sangre real o príncipes, tales como por Ejemplo: Guilhem IX, duque de Aquitania y conde de Poitiers (1071-1129), el primero del que se conservan poemas, además de una tendencia musical incompleta. Pero otros, dependían de su arte para vivir o subsistir, incluyendo a tres que permanecieron activos en el apogeo de la cultura trovadoresca de la segunda mitad del siglo XII: Giraut de Bornelh, Arnaut Daniel y Bernart de Ventadorn.



Todos ellos y otros colegas suyos fueron artistas creativos cuyas canciones, --con la misma melodía para cada estrofa--, serían interpretadas por músicos conocidos más tarde como joglars en provenzal o jongleurs en francés del norte.


Los trovadores caminaron y cantaron y recitaron y regaron sus creaciones por las sangrientas, resecas y peligrosas rutas de las CRUZADAS, en sí, las cruzadas eran empresas muy populares y eran su elemento principal y vía de su discurso musical, de hecho, sus históricas  canciones viajaron y estimularon esfuerzos paralelos, especialmente en los trouvères del norte de Francia (donde el francés era la lengua de sus poemas y de su nombre) y los Minnesinger de Alemania, así llamados por la advocación literaria del Minne, o amor caballeresco y devoción a una dama inalcanzable.






No olvidemos que el canto litúrgico, en lo estrictamente poético, es el deseo espiritual de realización en el cielo, pero mientras tanto, de protección a una dama a la que se adora (la Virgen). Por lo tanto, las canciones del Minnesinger se desprenden de la vieja tradición del canto litúrgico, y que en el mundo secular cogerá tanto interés y popularidad.

(Fin de la tercera parte)

Lima, 21 de enero del 2016

Jaime Del Castillo Jaramillo

Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
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