Wagner: del cielo musical se desciende al modernismo
controvertido. Modernismo es la representación de la dura
realidad terrenal con sus egos, caprichos y locuras. Historia de la Música
Occidental, Parte XIV
Por: Jaime Del Castillo Jaramillo
El Wagnerismo, fue no solamente un gran
espectáculo teatral y operístico original, el wagnerismo fue un cambio irreversible en la música occidental; la
saga comienza para agosto del año 1876, donde selecto público con grandes
personalidades, enriquecidos caballeros y damas, nobles, políticos, músicos e
intelectuales, se trasladaron con sumo interés culto a la ciudad germana de
Baviera, para conocer y contemplar el afamado teatro “Bayreuth”
que el gran compositor Wagner había
construido.
Wagner, es cierto, también tuvo
su mecenas como lo tuvieron muchos otros grandes maestros músicos, se trataba
del rey bávaro Luis II, (el mismo
que se dio el lujo de escuchar las dos primeras partes de la obra el Anillo de Wagner
en presentación privada), y cuando presenta fastuosamente su aludida obra el Anillo, estaban ahí entre el selecto auditorio: Liszt, Grieg, Chaikovski, --el seguidor
del gran compositor Anton Bruckner
(1824-1896)--, y la pareja de galos: Camille
Saint-Saëns (1835-1921),
y Vincent d’Indy (1851-1931).
El Anillo de los Nibelungos, es brillante obra de arte musical, que se fraguó por sendo cuarto de
siglo, y que finalizada, tomaba largas cuatro veladas verla completa, es decir,
que necesitabas toda una semana para poderla apreciar completamente, y para ese
propósito Wagner construyó un teatro
especial para la representación de su opus
magna.
Recordemos,
que ese mismo año de 1876, Wagner fue
rechazado por el gran Chaikovski, el
célebre autor de “El lago de los cisnes”,
--cosas de músicos entre sí--, y se inclinó más por la obra de ballet Sylvia, autoría de Léo Delibes (1836-1891).
A pesar del rechazo
de Wagner a las sinfonías, estas
reaparecieron fértilmente luego del estreno de su ‘Anillo’,
por ejemplo, Brahms, y Bruckner se destacaron ampliamente; en
suma, la música sinfónica floreció otra vez, y
aparecieron gran cantidad de orquestas, y entre ellas, de hecho, las más prestigiosas
fueron: la Sinfónica de Boston
fundada en 1881, la Filarmónica de
Berlín fundada en 1882, y la Sinfónica
de Chicago creada en 1891.
Para
finalizar el siglo XIX, muchos compositores se dieron cuenta que estaban en
otro tiempo y en otro momento histórico, que la música que ellos conocían e
interpretaban había tocado su techo y que necesitaban renovación, --fue lo
mismo que le pasó al genial Beethoven
una centuria antes--, por lo tanto vendría en breve, senda declaración de
principios, que se verificaría forma de sinfonía.
Ese fue el
gran momento cuando el maestro Sibelius presenta
su Primera sinfonía (1898-1899), demostrando que
todavía era tributario del maestro Chaikovski.
Debussy, demostrando su poca
atención a las formas tradicionales, presentó senda sinfonía sin primer
movimiento, y titulado colectivamente, Nocturnes (1897-1899)
--eran poemas sinfónicos--.
Elgar, presentó senda colección
de variaciones, conocidas como las “Enigma”, y ese fue
su debut sinfónico, que en realidad era, el estudio de la personalidad de un
amigo suyo (1898-1899).
En pleno
debate sobre el futuro de la música que había iniciado Debussy, aparece Arnold
Schoenberg (1874-1951), quien sorprendió
a todos con su auténtica y
original versión del poema sinfónico, Pelleas und Melisande
(1902-1903), donde logró fusionar genialmente varias esencias de la música
ambiente, tal como fue con la riqueza sonora y el programa detallista de Strauss, tal como fue con la conocida
introspección expresiva de Mahler, y
el progresismo acuciante de Brahms.
Schoenberg, no lo olvidemos, --vivió
casi siempre en Viena--, y coincidió cuando Mahler estuvo en Viena también, y cuando fuera director musical de la famosa Ópera de esa ciudad
(1897-1907), Schoenberg era muy consciente
de su herencia.
Schoenberg, es reconocido
también por sus poemas sinfónicos, con sobreabundancia musical, donde se
presiona abundante y expresivamente sobre las fronteras de la forma.
En ese
mismo contexto, muchos críticos y músicos y compositores, ya expresaban
abiertamente sus ideas sobre el exceso o el cansancio del romanticismo. En ese
lapso es que aparece en la Ciudad Luz
y en Berlín simultáneamente, una
nueva variante para el entretenimiento musical, denominado el “cabaré”,
en el que las
canciones
poseen letras rebuscadas pero con sentido político, moral o de crítica social,
inclusive los maestros Satie y Schoenberg contribuyeron con su arte en
este repertorio.
No olvidemos que
para 1907, Debussy escribió que percibía que «cada vez más la
música, por su propia esencia, no es algo que pueda fluir dentro de una forma
rigurosa y tradicional. Se basa en colores y tiempo hecho ritmo».
Debussy, obviamente ya no
participaba del sentir y del conceptuar del romanticismo, y muchos de
sus contemporáneos participaban ya, de su manera de pensar y hacer arte, tales como
Puccini (Madama Butterfly) y Maurice Ravel (1875-1937).
Ravel escribió senda obra
maestra marcadamente orientalista de su tiempo (nos referimos a Sheherazade, 1903), también escribió música española: la Rapsodie espagnole (1907-1908) que es orquestal, y una muy interesante ópera cómica, L’Heure espagnole (La hora española, 1907-1908). Manuel de Falla (1876-1946), en ese
contexto deja Madrid y se traslada a París era 1907.
El estilo
revolucionario musical del maestro Debussy,
con sus típicas escalas infrecuentes, influyó sobre el joven músico húngaro:
Zoltán Kodály (1882-1967), el mismo quien
entusiasmado, se las enseñó a su amigo Béla
Bartók (1881-1945).
La música
de Serguéi Rajmáninov (1873-1943), iba
en dirección contraria, ya que se había educado en la escuela del maestro Chaikovski. La dirección impuesta a su
obra es la de la escuela del
Romanticismo, a pesar de su Segundo concierto para piano
(1900-1901) y a pesar de su Segunda sinfonía
(1906-1907); ambas composiciones son, obeliscos supremos del Romanticismo que todavía tenía su peso
desde el siglo XIX.
En esa
misma dirección todavía se encontraba el Concierto para violín
(1903) de Sibelius, donde demostró
que la vieja escuela romanticista todavía maridaba con armonías tradicionales, --tal
como lo enseñó Debussy en su momento--,
inclusive fue más allá, ya que también demostró que el Romanticismo podía reforzar a las armonías tradicionales aludidas.
La polémica
volvió a prender, tal como la que atestiguó antes el gran músico y crítico Robert Schumann cuando entre radicales
y conservadores cruzaron espadas argumentales, pero ahora el contexto había
cambiado, ya que el escenario musical era mucho más complejo y variado, y
habían muchos argumentos abstrusos inclusive dentro de los mismos bandos
contendientes.
Por ejemplo,
el maestro Schoenberg siempre se consideró
como respetuoso de las tradiciones que legaron Brahms y Mozart, además
creía que se tenía que continuar con la tradición y llevándola más allá de sus
formatos y hasta donde fuere posible.
El contexto
histórico-tecnológico-social-musical se puso de relevancia y exigió sus propios
patrones, era 1900, se ingresaba al siglo XX con agenda recargada en varios
sectores, se verificaron contundentes cambios y transformaciones sociales y
tecnológicos sin precedentes y revolucionarios.
La
liberación femenina o la igualdad para las mujeres, fue efectiva y contundente
en el siglo XX, la aparición de la píldora
anticonceptiva fue el factor tecnológico o médico o farmacológico, que
impulsó cambios profundos e irreversibles que sancionaron la liberación
femenina o la igualdad para las mujeres, y eso lo recogió la música también, la
moda cambió dramáticamente en esa dirección por ejemplo.
Inclusive la
cruenta y ruda y dura lucha por la igualdad de las personas de raza distinta a
la blanca, tuvo sus respectivos representantes entre los compositores, por
ejemplo ahí está Cécile Chaminade
(1857-1944), Ethel Smyth (1858-1944)
y Amy Beach (1867-1944), o el gran
impacto que causó el oratorio Scenes from «The Song of
Hiawatha» (Escenas de «La canción de Hiawatha», 1898-1900) del
compositor británico de raza negra Samuel
Coleridge-Taylor (1875-1912).
En cuanto a
la tecnología vinculada a la música, pues nadie se imaginaba los grandes
cambios, así como progresos irreversibles que vendrían en cascada.
La
grabación sonora, fue una gran herramienta que impulsó con mucha fuerza a la
música occidental en pleno. Enrico
Caruso (1873-1921), el tenor napolitano, fue el que hizo la primera
grabación para 1902 del tema Vesti la Giubba que
vendió más de un millón de copias, y por lo tanto se constituyó en el gran faro
que iluminaría lo que se vendría de bueno para la música en el siglo XX.
Apareció
también la «pianola», demostrando la técnica sofisticada
en la versión del piano mecánico que funcionaba con rollos de papel. Tamaño
artefacto empezó a funcionar para 1904, y como no podía ser de otra manera, los
maestros Debussy y Mahler ensayaron algunas
interpretaciones en dicha novedad musical.
(Fin de la décimocuarta
parte)
Lima, 05 de marzo del 2016
Jaime Del
Castillo Jaramillo
Abogado
egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta
con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio
profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo
‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en
Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y
epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional
en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis:
“Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
http://fororepublicanoperu.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
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