domingo, 6 de noviembre de 2016

Guaracha mexicana va de España a Cuba, y era cantada en décimas. Negros curros libres aprendieron del majo andaluz. Música cubana criolla de antecedentes europeos principalmente. Parte III



Guaracha mexicana va de España a Cuba, y era cantada en décimas. Negros curros libres aprendieron del majo andaluz. Música cubana criolla de antecedentes europeos principalmente. Parte III



Por:    Jaime Del Castillo Jaramillo








Para el caluroso verano, y exactamente el 20 de enero de 1801, el comunicador social Buenaventura Pascual Ferrer difunde sendo comentario en el periódico “El Regañón de La Habana”, donde critica acerbamente ciertos cantos populares que “corren por ahí en boca del vulgo” y entre los cantos cuestionados agudamente se refiere a la famosa guaracha titulada “La Guabina”, sobre la cual se refiere en los siguientes términos: “en la boca de los que cantan sabe a cuantas cosas puercas, indecentes y majaderas se pueda pensar…” así lo encontramos consignado en la obra de la experta María Teresa Linares, titulada “La guaracha cubana. Imagen del humor criollo”,


Posteriormente, se encontrará la cuestionada guaracha “La Guabina”, --(de la que nos hemos referido líneas arriba)--, bien publicada entre varias partituras impresas en la musical ciudad de La Habana ya en el Siglo XIX. Nada se sabe a ciencia cierta desde la llegada de Cristóbal Colón a la isla Juana o Cuba hasta las primeras partituras impresas ya en el siglo XIX, seamos exactos y objetivos y científicos en el enfoque pertinente.


Si seguimos los duros comentarios contra las canciones populares, y difundidas en la publicación antes referida de “El Regañón de La Habana”, podemos fácilmente colegir que esas canciones del pueblo se encontraban muy en moda y muy en boga y muy en boca, entre la población habanera del momento, por eso mismo, el articulista arremete con todo encono y mala leche consignando lo siguiente: “…pero sobre todo, lo que me ha incomodado más ha sido la libertad con que se entonan por esas calles y en muchas casas una porción de cantares donde se ultraja la inocencia, se ofende la moral… por muchos individuos no sólo de la más baja extracción, sino también por algunos en quienes se debería suponer una buena crianza…”, así lo precisa expresa y taxativamente la investigadora de la referencia antes aludida, María Teresa Linares, en su obra bajo comento: “La guaracha cubana. Imagen del humor criollo”.



Eso quiere decir, que esa propensión o gusto por la guaracha y su recitación popular a voces, no era de negros y menos de africanos, eso quiere decir que es el espíritu de los cubanos, y que nada tiene que hacer África ahí, es el espíritu popular neto y nato y artístico cubano, y eso es lo que cuenta, relata y revela el medio periodístico cubano de la referencia ut supra.


En buen romance, y hablando claro, está más que probado que la guaracha cubana era del gusto popular y se arraigó plena y profundamente en el imaginario, alma y sentir popular habanero, y precisamente su encanto y sabor se hallaba en sus contenidos bastante atrevidos, tan es así que hasta los sectores cultos y de clase media alta ya los entonaban y los hicieron sus preferidos. Y eso no es privativo de negros y de africanos, vuelvo a repetir, es imaginario y sentir popular cubano criollo, de blancos, mestizos, negros y mulatos cubanos, a secas.


Nuestra investigadora tantas veces citada aquí, doña María Teresa Linares, en su misma obra bajo comento, refiere que don Esteban Pichardo definió a la popular y dicharachera guaracha en su “Diccionario provincial casi razonado de voces y frases cubanas”, debidamente publicado en 1862, como el “baile de la gentualla”, entonces, hasta el intelectual Pichardo aquí consignado, utiliza términos despectivos y peyorativos dirigidos contra los amantes de la guaracha cubana.




Es más, el célebre literato cubano Alejo Carpentier testimonia en su muy leído libro “La música en Cuba”, y citando al experto Buenaventura Pascual Ferrer, que comenzando el Siglo XIX, se podía verificar en la ciudad de La Habana hasta la cantidad de cincuenta animados bailes diarios, donde se tocaba y cantaba la famosa guaracha ‘La Guabina’, junto a otras danzas de moda. Esto refleja la tendencia popular, no era cosa de negros o de africanos, era la tendencia popular, el espíritu popular artístico cubano en general, nada tiene que hacer África ahí.


Los antecedentes directos de la guaracha cubana, los podemos hallar en forma contundente en las canciones-danzas españolas de los siglos XVI al XVIII, tales como la popular chacona, y, sobre todo en la guaracha mexicana, el cenit del nuevo género de la guaracha cubana, se logra pues con mencionada y criticada “La Guabina”, la misma que cosechó inmediatos odios, críticas y repudios, de los que no eran afectos al nuevo género musical de la guaracha.




Desde el Siglo XVII está más que probado que existía la guaracha mexicana, y ésta se trasladó a España, y también a la obligatoria ciudad de La Habana vía marítima, siguiendo el agitado y codicioso curso de la Carrera de Indias, de hecho, la guaracha cubana, que empieza a sonar en nueva vertiente y luego de fraguarse por más de un siglo en Cuba, obtiene carta de ciudadanía musical en el Siglo XIX en la gran ciudad de La Habana, la guaracha cubana indudablemente es primogénita de oro de la guaracha mexicana y de la guaracha procesada y mejorada en España, sin lugar a errores, ni objeciones de ningún tipo, y África no tuvo absolutamente nada que ver ahí.



El reconocido investigador y experto Ned Sublette, en su siempre consultada obra Cuba and its music, publicada por Chicago Review Press, Inc., del año 2004, pag., 238, pues, toma y consigna, una oportuna e importante cita  de otra autoridad en la materia: Argeliers León cuando expresa y taxativamente dijo lo siguiente sobre la guaracha en México: “Fernando Ortiz creía que la denominación guaracha provenía de la palabra guarache (o huarache), la sandalia [típica] de los indios mexicanos, y que esa danza podía haber llegado a Cuba desde México, posiblemente después de haber pasado por España. Ligada desde hace mucho a la guitarra, o a varios miembros de la familia de la guitarra, como la bandurria, la guaracha debe haber sido cantada en Cuba tan pronto como en el Siglo XVII.”




No podemos dejar de lado el importante documento de la pluma de Eduardo Sánchez de Fuentes vía su artículo Influencia de los ritmos africanos en nuestro cancionero, Clave, publicación del Instituto Cubano de la Música, Año 12, No. 1, 2010, donde habla de la guaracha cubana, y de sus vinculaciones inclusive, con la Contradanza hecha en Cuba. Y no solamente eso, también y el mismo autor, en su libro llamado El folk-lor en la música cubana, publicado por, La Habana, Imprenta “El siglo XX”, Teniente Rey 27, 1923. P. 91; y donde  nos hace la siguiente precisión: “Convienen los más notables musicógrafos en que la Guaracha fue un baile español que existió en España [sic.] y que transfigurado y mixtificado por la influencia del tiempo y de la ley de la evolución que todo alcanza, aún perdura en América y en Nápoles.” Ahí no queda todo, también sentencia el mismo Sánchez de Fuentes en relación a la métrica de la guaracha lo siguiente: “Cientos de ellas se cantaron por las calles de la Habana antigua y se popularizaron en la isla escritas casi siempre en compás binario o en el de “seis por ocho”, pues rara vez se escribió alguna en “tres por cuatro”.




Sobre el punto, no podemos pasar por alto, el calificado comentario de Emilio Grenet, quien en su artículo titulado Música cubana. Orientaciones para su conocimiento y estudio, Publicado en: Giro Radamés: Panorama de la música popular cubana, Editorial Letras Cubanas, Gabana, Cuba, 1998, donde hace importante mención del origen español de la guaracha: “El nombre guaracha es común a un baile español que fue seguramente introducido en Cuba, donde pasó por un proceso de adaptación que terminó por someterlo a nuestros ritmos”. Y también agrega, el investigador  Grenet en su mismo artículo bajo comento que “…Siempre consideramos a la Guaracha, a la que conocimos en su ambiente postrero, como un cuadro de combinaciones rítmicas (6/8 o 3/4 con 2/4) en un orden no reglamentado… al 2/4 del bolero sucede un 6/8 de clave, o viceversa, para terminar en el típico estribillo de una rumba… Por eso nos cuesta trabajo aceptar las Guarachas escritas con una sola medida en el compás.”


Está probado pues, que la guaracha cubana; --como parte de las canciones-danzas que emergieron en el siglo XIX, y principios del siglo XX, en el área del Caribe y Suramérica--, pues fue hermana de nuevos géneros donde tienen que incluirse a la cumbia en la costa norte de Colombia, el son jarocho en Veracruz, el choro, el maxixe y el samba en Brasil, la milonga en Argentina, y el merengue en la República Dominicana, y ya estamos hablando de músicas nacionales populares.


Ese insurgir coevo de nuevos géneros musicales (arriba mencionados), aparecen específica y geográfica y económicamente  en la zona que comprende lo que llamo “franja viva comercial del Atlántico” no es casual, que estos géneros musicales incluyendo la guaracha cubana aparezcan con fuerza en la codiciada y clave y vital ruta mercantil preestablecida que seguían las naves españolas, desde el siglo XVI al XVIII, en su exitosa y próspera ruta comercial con Las Américas, esa primordial y privilegiada ruta y trasiego de riquezas de todo tipo, también se conocía como la “Carrera de Indias”, que si bien es cierto que antropológicamente se verifica presencia negra, también es cierto que la élite dirigente y líder era el hombre blanco europeo, y el blanco criollo o mestizo, no era una zona de dominio y enclave negro bajo ninguna circunstancia, eso nunca se dio, el cerebro y la cultura lo aportaba el hombre blanco europeo y el criollo blanco y mestizo iban en segundo plano y luego vendrían los demás componentes de importancia económica, social, cultural y musical, así de simple y de sencillo, por lo tanto África no tuvo nada que ver ahí, con el nacimiento de esos géneros, fueron creaciones criollas de orientación, cartabón y matriz europeas o españolas.




Esa amplia zona vital cultural y comercial, ese gran espacio que he denominado líneas arriba como: La “franja viva comercial del Atlántico” de hecho que promovió una tupida red de comunicaciones y vínculos y redes de intercambio entre las diversas ciudades del Caribe y Suramérica de hecho, y en esa red de comunicaciones y vínculos, por cierto que estaban las siguientes ciudades: La Habana, Cartagena de Indias, Veracruz, Portobelo, San Juan, Lima, Montevideo y Buenos Aires, y eso fue por mucho tiempo, con resultados fructíferos para la música obviamente.




El puerto de La Habana fue clave y estratégico, y era pues la “Llave del Nuevo Mundo y Antemural de las Indias Occidentales”, y así se le denominó en una histórica cédula real de 1634.



De hecho, y está probado que los puertos y las ciudades de La Habana y Santiago de Cuba fueron las que más absorbieron cultura española y europea neta, debido a su indiscutible importancia comercial y porque eran rigurosas proveedoras de bienes y servicios a todas las flotas españolas que acoderaban en sus buscados puertos. La Cultura europea era la predominante siempre, y nunca África.


Obviamente, el puerto de La Habana, con su estratégica posición de Llave del Nuevo Mundo, se expandió poblacionalmente, y por cierto, consolidándose dicho puerto, que en breve tiempo sería el más importante astillero, donde se construirían importantes navíos de la más alta calidad para la armada española desde el siglo XVI y para el comercio en general, la cercanía y abundancia de árboles de buena madera ayudaron a ello. No solamente eso, sino que por necesidad y prevención se construyeron varias poderosas fortalezas defensivas, además se edificó importante fundición de cobre, con financiamiento que llegaba desde México. Toda esa cultura y técnica era europea y nunca africana.





Que quede bien en claro que el puerto y la ciudad de La Habana desde la llegada de los europeos en el siglo XV, se especializó en brindar servicios de todo tipo, siempre: Llegaban importantes y ricas flotas comerciales, políticas y militares, toda la vuelta del año, y bajaban a tierra miles de visitantes y pasajeros, de todas partes del mundo europeo, por lo tanto, la propia necesidad y urgencia y oportunidad histórica, hizo de La Habana una gran plaza estratégica con idónea infraestructura especializada en brindar servicios a los visitantes y pasajeros del universo conocido.


La Habana nació, creció y se especializó, en base a los requerimientos de todo tipo y laya, que exigían los visitantes y pasajeros que bajaban de las importantes flotas que acoderaban en su puerto y que llegaban curiosos y ansiosos a su ciudad. La ciudad de La Habana entonces, se especializó dijimos, en brindar cómodo hospedaje, en allegar oportunos abastecimientos para la estadía y también para el respectivo avituallamiento y stockeo, así como la construcción y el necesario carenado de las poderosas naves, y así mismo, se aseguraba efectiva protección contra posibles ataques súbitos de piratas y malhechores, y por si fuera poco y como es típico de todo puerto que se respete, también se brindaba plácido solaz e intenso entretenimiento para los marinos y soldados, con buena alimentación, mujeres y por cierto música de la buena, siempre.



Así lo consignó oportunamente el estudioso Fernando Ortiz en su trabajo: La clave xilofónica de la música cubana, donde afirmó en forma expresa, reveladora y taxativa lo siguiente: “La Habana fue, como lo ha sido siempre todo puesto marítimo muy frecuentado, famosa por sus diversiones y libertinajes, a los que se daba en sus luengas estadas la gente marinesca y advenediza de las flotas junto con los esclavos bullangueros y las mujeres del rumbo, en los bodegones de las negras mondongueras, en los garitos o tablajes puestos por generales y almirantes para la tahurería, y en los parajes, aún menos santos, que albergaban los bohíos y casas de embarrado, cabe las murallas y fuera de éstas, por El Manglar, Los Sitios y Carraguao… cantos, bailoteos y músicas fueron y vinieron de Andalucía, de América y de Africa, y la Habana fue el centro donde se fundían todas con mayor calor y más polícromas irisaciones.”



Queda clarísimo entonces, que el comando y timonel de la diversión, de la vida alegre y del arte del momento, lo llevaban y comandaban los europeos, y todo giraba en torno a sus necesidades y placeres, y los europeos eran los que autorizaban y permitían y organizaban las fiestas, bailes, cantos y juergas en la ciudad de La Habana, --(los negros eran simples comparsas y buenos sirvientes de todo tipo para intensificar y profundizar la diversión, sarao y juerga placentera de toda laya y jaez)--.




El puerto y la ciudad de La Habana entonces, fue la enriquecida, recurrida y alegre meca donde convergieron sin solución de continuidad y por siglos, tanto integral economía, como comercio y abundante dinero y política, pero todo bien amenizado y al son de los cantos, bailes, juergas, danzas, modas y estilos que, provenían prioritariamente de España, y que en La Habana se fusionan con prácticas nativas, y todo ello se exportó como lógica consecuencia y vía marítima, hacia otras grandes ciudades del circuito de ‘La Carrera de Indias’ tales como Cartagena de Indias y Veracruz en México, y esa circulación llegaba hasta la Madre Patria, desde el gran puerto de La Habana, siendo los puertos de contacto y difusión, los de Sevilla y Cádiz, ese gran circuito por cierto, tenía nuevo color, olor, sentimiento, razón y música.




Entonces, y a la vista del panorama y escenario que hemos graficado, la importante y estratégica ciudad de La Habana, se convirtió por propias necesidades y urgencias e intereses ínsitos y presentes, en la gran incubadora y en obligado caldo de cultivo, de donde nacerían y se fusionarían: canciones, formas, músicas, y danzas, que le van a dar personalidad, carácter y músculos a un nuevo estilo musical latinoamericano, que nada tenía de africano y sí mucho de español y de europeo y de criollo cubano.




Los estudiosos están conformes en que el mestizaje del negro y el blanco comienza en Cuba con la llegada a la isla de las primeras esclavas africanas hacia 1550, así lo establece el investigador Fernández Escobio, Fernando, en su obra: “Raíces de la nacionalidad cubana”, publicada en Miami, Florida, 1992, p. 227. Vale decir, que a partir de 1550 empieza a nacer el verdadero cubano criollo, lo africano se queda en el pasado, y en el presente y para el futuro aparece una nueva generación de cubanos mestizos o criollos educados bajo los patrones culturales españoles y europeos.




Bueno es precisar también, que los esclavos negros eran cercanamente vigilados y controlados y corregidos, por sus amos blancos y mestizos, y, sin lugar a dudas, también por la autoridad política española, y también por los curas de la Iglesia Católica, el control era rígido, absoluto y pleno, así está probado, es que, en general los españoles consideraban a la lejana y extraña cultura africana como vilmente bárbara y salvaje y primitiva, y en consecuencia indigna de cualquier consideración. Por lo tanto, el español se cuidó mucho en no permitir en modo alguno, prácticas salvajes y primitivas africanas de sus esclavos, bajo sus ojos, dominio y control, y el negro esclavo a su vez, se cuidó mucho de aprender todas las enseñanzas, modos y estilos y formas españolas y europeas, para poder asimilarse rápidamente y así también gozar de la confianza de los amos, con todos los beneficios que eso conllevaba; cómo entonces se puede hablar irresponsablemente de música afrocubana, cuando los españoles tenían asco y repugnancia a toda práctica africana considerada primitiva, salvaje e indigna, y ello está bien probado por los mejores científicos sociales.



Hasta bien entrado el siglo XIX en Cuba, el español y el europeo en general, tenían asco y repugnancia de las prácticas africanas, y si queda alguna duda de ello, pues acudamos al relato de cierta fiesta de esclavos, que consigna como testigo de excepción y en revelador relato el catalán Francisco Baralt, donde vierte todo el rechazo europeo en contra las prácticas africanas en forma taxativa y expresa al escribir que: “esos bailes [africanos] tienen un aspecto tan extraño, por el lugar, la hora y los personajes que los ejecutan, que aún a los mismos que los presencian todos los días les produce una sensación bien difícil de expresar: no se sabe si es curiosidad o repugnancia, si atrae o repele su carácter salvaje y primitivo que parece poner entre esas fiestas y las reuniones y saraos de los hombres civilizados la distancia que media entre el diluvio y la época que alcanzamos.” Baralt, Francisco: “Escenas campestres. Baile de los negros. Costumbristas cubanos del siglo XIX, Selección, prólogo, cronología y bibliografía Salvador Bueno”.




Los negros en Cuba que se apresuraron en aprender todas las formas, estilos, costumbres, educación y cultura de sus amos españoles y europeos, y que por cierto, decidieron abandonar sus prácticas primitivas y salvajes africanas, fueron generando un nuevo estrato social, el mismo que tenía membresía integrada por negros libres, a quienes se les denominaba horros, a ellos se sumaron, los mestizos o mejor dicho, los hijos producto de la unión del español con la negra africana, es con los mestizos entonces, es con los cubanos criollos, que las dos culturas comienzan a interactuar, y a fusionarse para dar creación a la nación cubana en propiedad y en estricto sentido.




La historia de Cuba, estrictamente hablando como nación, empieza a configurarse cuando, ese sector naciente integrado por negros horros y mulatos libres comenzó a ocuparse de las labores que las clases más altas desdeñaban, y empezaron así, a labrar la economía nativa moderna, a partir de ese sector, --(dentro de estas nuevas actividades económicas desempeñadas por negros cubanos criollos arriba especificados, se verifican diferentes oficios y labores de artesanía manufacturera, y conjuntamente también, las artes en general, obviamente: La Música estaba incluida ahí)--. Ahí empieza el punto de quiebre.


Y este detalle o dato o punto investigativo es muy importante, clave y primordial, porque si le ponemos atención o amplificamos este clave momento histórico-social-económico-cultural, tendremos que colegir fácilmente, que los negros esclavos africanos nunca manejaron la economía, ni la cultura, ni la política, ni mucho menos la economía cubana, la influencia de los negros en Cuba fue, (además de los mestizos por nacimiento), específicamente cuando esos negros por su propia voluntad y decisión se convierten en criollos cubanos libres y españolizados absolutamente, y, estamos hablando de negros criollos españolizados o europeizados por su propia voluntad, y hago la repetición y la reseña recalcada. De ahí nace la música cubana criolla que mal se llama ‘afrocubana’, faltando el respeto a los negros cubanos libres españolizados o europeizdos por voluntad y decisión propias.






Y esto es tan cierto y comprobado científicamente, que el estudioso Rafael Duharte Jiménez lo constata y lo consigna así, en sendo artículo que reza de la siguiente forma: “El estrato social formado por los negros y mulatos libres fue creciendo con el decursar del tiempo y, ya en el siglo XVII, el mismo constituía un sub-mundo intermedio entre los blancos y los negros esclavos; a los primeros los acercaba su condición de hombres libres y a los segundos, su color… Numerosos documentos y testimonios del siglo XVIII apuntan en dirección a la consolidación del sector de los negros y mulatos libres como un importante segmento de la sociedad colonial. En las ciudades su presencia en los oficios y trabajos manuales tiende a ser dominante, mientras en el universo rural cultivan la tierra en pequeñas sitierías o explotan haciendas de labor, estancias e incluso algunos trapiches…" Rafael Duharte Jiménez, así lo consignó en su importante obra o libro: “El ascenso social del negro en la cuba colonial”.



Ese segmento social decíamos, es el alma y el embrión de la nacionalidad cubana: los negros criollos españolizados o europeizados por su propia voluntad y decisión, eran negros cubanos libres y que tenían arte y oficios y economía independiente, ahí está el germen de la música cubana criolla neta. Y como lo consigna muy bien y taxativamente, el investigador Rafael Duharte Jiménez arriba citado: este amplio y grueso colchón social intermedio, este importante segmento socio-cultural-económico de negros criollos libres, eran la clave y vital bisagra social, cultural y económica, hacia arriba, entre el blanco europeo de la élite dominante, y/o poderoso dirigente político, y/o mandamás económico y financiero; y hacia abajo, eran la necesaria, natural y componedora bisagra y contacto y vínculo con los negros esclavos, ambos unidos e identificados por el color de la piel, pero a la vez, separados por mundos culturales y educativos totalmente diferentes y abismales, así de sencillo y de fácil.



Con el tiempo, los negros cubanos criollos libres, se expandieron y crecieron, y ya eran prácticamente, la punta de la nación cubana, la misma que posteriormente exigirá su independencia de España. Ese crecimiento del segmento de los negros criollos libres de la referencia, ya lo había verificado el presbítero Varela quien en el siglo XIX así lo confirma y constata, y sobre el tópico en específico, sentenció lo siguiente:

“Los Libres de color (...) están casi todos dedicados a las artes, así mecánicas como liberales, pudiéndose decir que por un artista blanco hay veinte de color. Estos tienen una instrucción que acaso no podía esperarse, pues la mayor parte de ellos saben leer, escribir y contar, y además un oficio que algunos poseen con bastante perfección, aunque no son capaces de igualar a los artistas extranjeros, por no haber tenido más medio de instruirse que su propio ingenio.”



Es muy fácil entender entonces, que el músico de raza negra, pero cubano criollo libre, o mejor dicho: no esclavo, fue el personaje privilegiado mediante el cual, se fusionaba culturalmente, o se transculturaba, tanto la música hispana y europea como la música criolla o nativa en Cuba, y eso se entiende obviamente porque el músico de raza negra y criollo libre, vivía entre los dos mundos, el de arriba, de los dominantes europeos, y el de abajo de los negros esclavos, por lo tanto, estaba expuesto y atento a la radiación y emanación y manifestación de ambos componente sociales, la de arriba y la de abajo: nace así la música cubana, que muy mal se llama ‘afrocubana’, cuando su verdadero nombre es música criolla cubana, a secas.




Y ya en el siglo XIX, tenemos noticias, del nacimiento de la música criolla cubana, que perfila su personalidad y su espíritu, partiendo siempre de las enseñanzas europeas, así lo comprueba y lo transmite fielmente J.B. Rosemond de Beauvallon quien escribió oportunamente en 1844 lo siguiente, y enfocándose en las danzas cubanas ejecutadas por músicos negros criollos y libres:

“…esta no es ya la contradanza francesa o el fandango español. Más original que la primera, más fiera que el otro, esta danza, quizás indefinible, se encuentra en perfecta armonía con el carácter y la personalidad de la joven mujer habanera… sus tonadas están llenas de frescura y originalidad, pero repletas de sincopaciones y compases a contratiempo, que les otorgan una dificultad poco común. El celebrado violonchelista Bohrer me confesó que trató en vano de descifrar una parte de contrabajo ejecutada cada noche en la Habanera por un negro que no podía leer ni una nota.”


Está claro entonces, que la mujer habanera, --(a la que se refiere el cronista Beauvallon, en el artículo ut supra)--, no era una negra esclava, era una negra o mulata criolla libre la que bailaba, al compás del contrabajo ejecutado por un negro músico criollo libre, que manifestaba la naciente música criolla cubana.


Está más que confirmado y comprobado que la ciudad de La Habana para 1762 es dominada económica y comercialmente por la corona inglesa, y estamos aún en el reinado de los Borbones en España, y la intervención de los ingleses en Cuba, provoca y promueve sólida economía basada en el vasto e intenso cultivo de diversos productos para la importación, tales como la azúcar de caña, el tabaco y el café. Ese gravitante e importantísimo cambio, provocará a su vez que, los ingleses impusieran rápidamente el directo y libre comercio con Inglaterra y sus colonias, tan fuerte y decidida política económica duró el año de dominación inglesa, y esto significó que inmediatamente acoderaran en el puerto de La Habana la impresionante cantidad de más de setecientos barcos con toda clase de mercancías, esa cantidad de navíos y embarcaciones no se podía comparar en modo alguno, con los magros cinco o seis barcos españoles que acoderaban durante el régimen hispano.




En ese corto período de intenso tráfico comercial inglés en Cuba, pues los criollos cubanos comerciaron libremente a precios razonables, y aun así les dejó pingües ganancias sustantivas, y ese fenómeno económico y comercial aquí relatado, fue consignado debidamente por Ramiro Guerra, en su consultada obra “Historia elemental de Cuba. Capítulo XIII”.



Como ya es sabido, para 1763, son alejados los ingleses del dominio económico y comercial y Cuba regresa al dominio español, pero ya no fue igual, porque el comercio ganó más tolerancia y se verificaron más libertades que inclusive durante el dominio inglés al que nos hemos referido líneas arriba, obviamente que este cambio mejoró y fortaleció la economía cubana.


Y cuando Cuba cambia su status político y pasa a ser Capitanía General, entonces eleva su condición política, comercial y económica, y por ende, militarmente tiene otro tratamiento y por cierto, se le asignan más tropas españolas, y a su vez, se constituyen milicias locales, todo ello, le va cambiando el rostro y la personalidad a la ciudad de La Habana, que ya estaba convertida en un emporio de la industria azucarera, inclusive aumentó la cantidad de mano de obra esclava que fuera traída por los ingleses, y los astilleros, fueron reconstruidos y modernizados, tal como lo consignaron los investigadores Consuelo Naranjo Orovio, y María Dolores González-Ripoll en su obra conjunta: “Perfiles del crecimiento de una ciudad”, publicada por los Dptos. de Historia de América e Historia de la Ciencia, Centro de Estudios Históricos (CSIC), Madrid.



Esa potente y firme transformación de la otrora reducida ciudad habanera, será consignada por Julio Le Riverend, cuando grafica el último tercio del siglo XVIII, y nos relata como cambió La Habana “se transforma radicalmente: de plaza fuerte se cambia en urbe comercial e industrial, de escala y tránsito deviene solar de arraigo y tradición; del grupo de casas y bohíos en torno a la Plaza de Armas, nacen mansiones y palacios que se alinean en numerosas calles y no caben dentro de La Habana Vieja… La Habana adquiere la categoría de acontecimiento fundamental dentro de la historia de la región: va dominar en todo el territorio como dueña y señora.”


Los estudiosos confirman que, a partir de 1740 emergen los primeros poblados llamados de “extramuros”. Así nos lo dice Consuelo Naranjo Orovio (anteriormente citada): “Las primeras concentraciones nacieron alrededor del Arsenal [los astilleros]… integradas por las personas que trabajaban en él,…”


Precisamente estas concentraciones de extramuros’ son las que se conocen como los ‘Barrios’, y uno de los primeros, fue el Barrio Del Manglar, que luego se llamó el “Barrio de Jesús María”, famoso barrio que fuera bien graficado en el mismo siglo XIX, por el escritor costumbrista cubano José Victoriano Betancourt, en su obra Los curros del manglar, El Artista”, tomo I, núm. 21, domingo 31 de diciembre de 1848, p. 315-318; y quien lo describe de la siguiente manera: “…y llegamos al Manglar, situado al sur de la población de Jesús María… asquerosas pocilgas, donde vivía en mezquinas casuchas una numerosa población casi toda africana...”




En ese famoso primer barrio del Manglar, de perfiles insalubres, temibles, miserables y peligrosos, se asentaron los famosos “negros curros”, quienes llegaron a ser negros libres. Y los primeros pobladores fueron, los que llegaron traídos de Sevilla, y en diferentes oleadas. Sobre este tipo de negros muy peculiares, nos relata José Victoriano Betancourt, en la misma obra arriba citada: “Los curros tenían una fisonomía peculiar, y bastaba verles para clasificarlos por tales: sus largos mechones de pasas trenzadas, cayéndoles sobre el rostro y cuello a manera de grandes mancaperros, sus dientes cortados [en punta] a la usanza carabalí, la camisa de estopilla bordada de candeleros, sus calzones blancos casi siempre, o de listados colores, angostos por la cintura y anchísimos de piernas, el zapato de cañamazo, de corte bajo con hebilla de plata, la chupa de olancito de cortos y puntiagudos faldones, el sombrero de paja afarolado, con luengas, colgantes y negras borlas de seda, y las gruesas argollas de oro que llevan en las orejas, de donde cuelgan corazones y candados del mismo metal, forman el arreo que sólo ellos usan; conóceseles además por el modo de andar contoneándose como si fueran de gonces, y meneando los brazos adelante y atrás; por la inflexión singular que dan a su voz, por su locución viciosa, y en fin, por el idioma particular que hablan, tan físico y disparatado, que a veces no se les entiende; tales eran los curros del Manglar, famosos en los anales de Jesús María por sus costumbres relajadas y por sus asesinatos, que han hecho temblar más de una vez a los pacíficos moradores de los barrios de extramuros.”



Está bien establecido que el negro curro era vago y ocioso, y vivía del delito y el crimen, y además era proxeneta, y que la negra “curra”, era llamada “mulata de rumbo”, y que ejercía la prostitución, y el investigador Carlos Noreña, la describía por el uso de “mantas de burato de prolija labor y de trenzados caireles, por las cuales pagaban nueve y diez onzas oro”, y además se caracterizaban por su “chancleteo sui generis”. Así está escrito en la obra “Los negros curros, Costumbristas cubanos del siglo XIX”, Selección, prólogo, cronología y bibliografía de Salvador Bueno.




Pero, aquí quiero demorarme en reseñar y clavar el siguiente hito: Los negros curros de la referencia, fueron perfecta copia de los malandrines y buscavidas españoles, nunca olvidemos que el negro curro procede de Sevilla, y el negro curro, era cheche y chulo efectivamente, y la razón está en que el negro curro había observado y copiado al matasiete y al chiquilicuatro español, de ahí aprendió la guapería del majo andaluz y la costumbre delincuencial de portar la navaja al cinto, de ahí aprendió las malas costumbres de la ociosidad y la vagancia, y es necesario que esto quede bien claro y establecido, ya que la vida citadina era desconocida en África negra, donde eran nómades y salvajes y campesinos o selváticos mayormente, pero nada, absolutamente nada de educación urbana, eso lo aprendieron en España y lo desarrollaron en su fase negativa y execrable y miserable en Cuba.



Una de las pruebas más fuertes y sólidas que confirma lo que aquí venimos afirmando es que los negros curros también improvisaban cantos en décimas, tal y como lo hacían los sevillanos castizos y también tal y como lo ejecutaban los cubanos criollos. Por eso afirmó el estudioso Ivor Miller lo siguiente: “otra canción anónima atribuida a los negros curros del siglo XIX utiliza español vernáculo y abakuá [Éfik]. Esa [canción], llamada “décima” por su forma poética, expresa una práctica cultural compartida, donde los negros curros y los Ekpé del Río Cruz [Calabar] se fusionan para crear un alardeo-poético característicamente habanero, masculino y popular.”




Es decir, que los negros curros que llegaron o que vinieron a Cuba, pues cuando llegaron a la Isla, ya estaban bien adiestrados y bien educados o bien aculturados en España, y en la península ibérica fue que aprendieron bien a cantar a la manera de las décimas sevillanas, y como bien sabemos las ‘décimas’ no son de África sino que son exclusivamente del idioma español y de la literatura ibérica.


Entonces y está probado, que el negro curro,  entonaba guarachas de letra picaresca o de doble sentido y de alegre ritmo sandunguero por los bodegones, callejones, prostíbulos y  tabernas que circundaban el puerto de La Habana, y ya estamos finalizando el siglo XVIII y comenzando el XIX.


El aporte y patrón español definitivo en las guarachas cubanas, y cantadas por los negros curros, --aculturados en Sevilla--, y en los alrededores del puerto de La Habana, según la estudiosa María Teresa Linares, --(a quien ya citamos líneas arriba)--, pues estas primeras guarachas del siglo XIX tenían la siguiente configuración y formato: “Estas guarachas eran sólo cantadas. No existía más movimiento que el ondulatorio del cuerpo al destacar el ritmo mientras se cantaba.” Este estilo de cantar las guarachas cubanas primitivas, es el puro estilo andaluz propiamente dicho, tal y como ya se ha comprobado firmemente. Luego se agregaría al canto de las guarachas, la guitarra en sus variantes, tal como el tiple, a la usanza española también, y se le sumaría el inseparable güiro.

(Fin de la tercera parte)


Lima,  de marzo del 2016

Jaime Del Castillo Jaramillo

Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
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