jueves, 3 de noviembre de 2016

Tríada y quinta renacentista: esotérica y genial representación musical del Tiempo. La clave musical cubana que alimenta a la Salsa de hoy, es la tríada y la quinta renacentista europea, y nada tiene que hacer África ahí. Historia de la Música Occidental. Parte V



Tríada y quinta renacentista: esotérica y genial representación musical del Tiempo. La clave musical cubana que alimenta a la Salsa de hoy, es la tríada y la quinta renacentista europea, y nada tiene que hacer África ahí. Historia de la Música Occidental. Parte V




Por:    Jaime Del Castillo Jaramillo






Antes de hablar de Renacimiento en términos de la historia de la Música Occidental, primero recordemos que dicho término «Renacimiento» nace para la ciencia histórica cuando en 1855 el famoso y aún señero historiador francés Jules Michelet la utiliza formalmente; y el contexto real social-cultural histórico era denso, la sociedad renacentista del siglo XV sentía y era consciente de que estaban viviendo un franco contexto histórico de renovación y planteamientos nuevos, y por lo tanto, la música expresaba ese espíritu revolucionario, y por cierto copaba los más altos salones del poder y de la cultura y de la sociedad civilizada y con grandes progresos y belleza y novedades.

Que mejor pintura y fresco de esa coyuntura histórica que la versión del afamado teórico Johannes Tinctoris (1435-1511) quien en sendo tratado de los años setenta del siglo XV sentenció: «Las posibilidades de nuestra música han aumentado de manera tan maravillosa que parece ser un arte nuevo, si puedo llamarle así, cuyo manantial y origen algunos sostienen que se encuentra entre los ingleses». La calidad musical de los ingleses, ya era viejo lugar común en ese contexto, así era el ambiente de dominio de la música que avanzaba y progresaba y guiaba a la civilización occidental insuflándose espíritu superior.




Sin embargo, bueno es tener en cuenta que, treinta años antes, Martin Le Franc (1410-1461) ya lo había graficado mediante sus versos en sendo poema donde se refería a dos compositores que debió de conocer cuando era cortesano artístico y musical, de las riquísimas  plazas palaciegas de Borgoña y Saboya, Guillaume Dufay (1397-1474) y Gilles de Bins, conocido como Binchois (1400-1460): «Porque han encontrado una nueva manera de alcanzar una animada concordia […] y han adoptado la manera inglesa [la contenance angloise]».



Además, tanto Tinctoris como Le Franc habían señalado a John Dunstable (1390-1453) como la cabeza visible de la escuela inglesa, por lo tanto, ya había liderazgo y refinamiento superior en materia de composiciones y músicos, y por cierto, Inglaterra había tomado la batuta en la materia, y para bien de la civilización occidental.


Es necesario e imprescindible, precisar aquí, lo siguiente, a manera de grandes hitos: Primero, que se verificó gran cambio general en la música de los Países Bajos, Francia e Italia y que se acentúa para el gran año de 1430; en segundo lugar: que se reconocía la superioridad de la música inglesa, –la fuerte presencia de prelados ingleses acompañados de sus cantantes en el Concilio de Constanza impresionaron grandemente (1414-1418)–, Inglaterra estaba marcando un patrón y matriz musical; y en tercer lugar: John Dunstable (1390-1453) era el gran líder musical y reconocido como el responsable de esos cambios.




Johannes Tinctoris, en otro importante tratado musical del año 1477, precisó con maestría, las razones del ostensible cambio: la cultura occidental exigía obras musicales nuevas y destacables, la exigencia era de alto nivel y ello comienza a ser, toda una conducta cultural civilizada en occidente, por eso mismo afirmó lo siguiente: «Aunque parece increíble, no existe una sola pieza musical que no haya sido compuesta en los últimos cuarenta años que sea apreciada por los expertos como digna de ser oída».


Ese era el espíritu y el élan de la época renacentista, y tal como acontecía con las otras artes y ciencias, pues la música estaba rebosante de nuevas ideas y proyectos y direcciones, y la música con mayúsculas era primordial y destacada y destacable y no por filosofías o razonamientos o pareceres simples: la MÚSICA occidental se impuso y brilló y lideró, simple y llanamente, por la forma cómo sonaba, la misma que seducía corazones, voluntades y decisiones individuales y colectivas, y así, se abigarró la cultura occidental renacentista con ese gran componente.






No olvidemos que la característica primeva y principal del fructífero Renacimiento fue el destacable respeto por la naturaleza y tal como la sentía el ser humano de ese evo. Por eso mismo, los pintores renacentistas se caracterizaron por aplicar colores naturales a sus bellas obras, además relievaban los volúmenes pictóricos mediante el magistral sombreado, y con una escala de tamaños coherente y, se preocuparon en relievar, la perspectiva, para que la imagen pareciera pertenecer al mundo real, había un sentido claro de sentar raíces desde la sociedad misma.



Por su parte, los arquitectos basaban sus diseños y proyectos en figuras, maquetas y proporciones simples que el ojo pudiera reconocer inmediata e intuitivamente, y el objetivo era muy claro: que parecieran naturales.



Si nos atenemos a la conocida cronología propuesta por Johannes Tinctoris pues, el Renacimiento musical se inicia, ya casi al mismo tiempo que la pintura de Masaccio y los proyectos arquitectónicos revolucionarios del gran Brunelleschi.



Por cierto, el gran espíritu e impulso provenía del firme deseo de reflejar la realidad tal y como nuestros sentidos la captan, fue en ese contexto que apareció la gran ambición y deseo que captar y atrapar en forma perfecta la realidad del tiempo, --(experimentada mecánicamente y a principios del siglo XV, cuando se fabricaron los precisos primeros relojes)--, y por cierto, para la música, se abre otro ancho y vasto campo, cuando se buscó incesantemente captar la realidad de la audición.





Similarmente a como la pintura renacentista buscaba e invitaba al ojo humano a introducirse en lo que parecía y simulaba una escena real, pues, por su lado la música renacentista invitaba al oído a percibir auditivamente las extensiones de tiempo que buscaban ser lúcidas, y donde la armonía aunada al ritmo, reconocían y se legitimaban buscando la propia y esencial naturaleza de la audición.



Obviamente, no hay pieza musical que pueda oírse en la realidad de la misma forma en que una pintura puede imitar lo que se ve en la naturaleza, pero he aquí el genio e ingenio creador e innovativo del músico renacentista, quien asume la filosofía mecanicista de su tiempo, la misma que estaba preñada de matemáticas como herramienta tan vital y cardinal y central en el pensamiento e imaginario renacentista de su evo, y para aplicarlo bella, sutil y veladamente en su música, y en la Música, incluyendo hasta interpretaciones esotéricas y metafísicas en sus composiciones auditivas de alta inspiración  intelectual y espiritual. Era un momento histórico de eruditos y enciclopedistas, amantes del saber exotérico y esotérico, tal como Platón y Aristóteles ya lo habían planteado como grandes hitos desde su Grecia luminosa, faltaba más.



Esa es la explicación central y esencial, de la aparición supuestamente preñada de naturalidad de las seductoras tríadas musicales, que no eran otra cosa que claves esotéricas que los eruditos con afán habían escrutado y buscado e investigado por años de años a partir de la profunda sabiduría griega, y sobre todo con la sólida plataforma filosófica platónica y aristotélica: el TRÍO DIVINO, la SANTÍSIMA TRINIDAD, los TRES GOLPES AL LLAMADO DE LA PUERTA CELESTIAL, etc., grandes secretos esotéricos muy en boga en el Renacimiento, y ese fue su origen y generación, vale decir: esa fue la famosa y célebre tríada musical, muy recurrida y respetada y preservada, y que majestuosa y cerebralmente, se va a combinar son los famosos ‘GOLPES DE DESTINO’, o, las quintas «justas» de Perotin, --(Beethoven se hará famoso y eterno musicalmente, y precisamente por los esotéricos 5 golpes del destino o su célebre Quinta Sinfonía)--, con ello Occidente y su cultura musical ingresa a otro plano y dimensión, y la matriz o patrón musical de las tríadas y de las quintas, se cultivarán en adelante por siglos de siglos. De hecho, con la música triádica y de quintas, tendremos omnipresencia en y con las buenas y mejores tradiciones occidentales, tanto clásicas como populares, tal como lo acabo de explicar.



Importante es precisar aquí, lo siguiente: La clave, vale decir, la llave de la música tropical cubana, es en verdad de verdades, la suma de la TRÍADA Y LA QUINTA de vieja tradición europea continental desde el renacimiento: La clave musical cubana que sedujo, embrujó y conquistó al mundo, y que hasta hoy alimenta a lo que mal se llama SALSA, --desde New York de los años 70’--, no tiene ningún ingrediente o aditamento o participación o aporte AFRICANO en modo alguno (tierra de cazadores y recolectores nómades, que nunca tuvo cultura musical siquiera atendible o siquiera homologable a la poderosa y refinada cultura musical occidental), la clave musical cubana o el signo distintivo y esencial de la música tropical, sigue siendo y es hoy por hoy, la base salsera vigente, y ésta: LA CLAVE MUSICAL CUBANA tiene entonces en su alma y esencia, la pura y neta procedencia renacentista europea al 100%: TRIADA y QUINTA combinadas, ahí está su magia y su belleza y su ritmo y su patrón y su matriz eterno.



La tríada es la versión perfecta, precisa y preciosa de la música occidental, y ahí está su santo grial auditivo, de placer y belleza juntas, no por su valor como sonido en sí; si no, por su exacta y diáfana representación del tiempo, y  por cierto, en música, eso lo era todo, vale decir: eso era el summun de la sabiduría renacentista musical, es en verdad de verdades, la representación del tiempo, y en última instancia eso significaba: encontrar el santo grial o hallar la piedra filosofal, para los músicos de ese enjundioso contexto histórico-musical bajo comento.



Técnicamente, las tríadas llevan en su seno tres notas obviamente, pero éstas se encuentra mucho más interconectadas entre sí que un simple o mero intervalo de dos notas. La tríada implica un anclaje o paquete musical completo encriptado.


Con la tríada, el músico renacentista logró la OPUS MAGNA de anclar y fijar y representar y evocar y atrapar el tiempo, pero aclaremos que el tiempo no fue creado por esta música bajo comentario, sino que mucho mejor aún: El Tiempo fue descubierto y fijado para siempre en y para la música occidental.




La música renacentista logró con la tríada, algo muy esencial: el oído musical se compaginará o concordará con lo que vemos y con cómo es que lo vemos, ya que logra lo central y vital: Ofrece el modelo  perfecto de cómo sentimos el paso del tiempo.


Y precisa y exactamente en ese contexto bajo la referencia, existieron personajes notables de la música occidental renacentista que no se pueden olvidar y dejar pasar por alto, por ejemplo el extraordinario Guillaume Dufay, –(mencionado ut supra)-, quien era un excepcional cantante desde jovencito y además compositor por décadas, y engreído de palacios y casas solariegas nobles europeas, siendo originario de los Países Bajos, vale decir era flamenco, pero su influencia llegó al norte de Francia e Inglaterra, y junto a Dufay coexistieron otros grandes hombres y nombres de la música, como el famoso flamenco Jean de Ockeghem (1410-1497), el galo Antoine Busnois (1430-1492) y los anglosajones Robert Morton (1430-1497) y Walter Frye. Por su parte, Busnois y Morton formaron parte de la corte noble de Borgoña, y ambos fueron seguidores del gran maestro Gilles de Bins o Binchois en su desarrollo y difusión de las canciones galas.



Jean de Ockeghem, considerado un experto y maestro consumado en la música y además erudito en los conocimientos esotéricos de su tiempo, pues comienza a producir musicalmente, en forma notoria a partir de 1450, sobre todo en el período en que sirvió para la capilla real francesa, cuando gran grupo de clérigos y músicos viajaban con el rey galo para su solaz y refinado entretenimiento espiritual. Ockeghem tuvo amistad con el excelso maestro Guillaume Dufay, inclusive hay referencias de que se entrevistaron en Cambrai hasta en dos ocasiones, tal como registra la historia. Se especula que el otrora gran maestro Gilles de Bins o Binchois fuera el modelo y guía del flamenco Ockeghem, ya que la mejor misa está basada sobre la conocida canción de Binchois “De plus en plus” (Más y más), no solamente eso, sino que faccionó una destacable balada en memoria del aludido Binchois, Morte tu as navré (Muerte, tú has herido).



Cuando a mediados del siglo XX se realizó otra atenta mirada especializada y crítica sobre la Música del siglo XV renacentista, pues se consideró a Jean de Ockeghem como el gran maestro de lo arcano o esotérico en la música (como ya se dijo ut supra), donde se destacaba su facilidad y maestría para componer relaciones rítmicas complejas con sendas manipulaciones ingeniosas del conocido cantus firmus. Ya se ha comprobado por los expertos y estudiosos que sus obras están preñadas de la poderosa corriente hermética o esotérica, la misma que estaba muy presente y muy en boga en el pensamiento y en el imaginario renacentista, y lo más curioso: en plena coexistencia y convivencia con la claridad filosófica, y en pleno auge del racionalismo y el humanismo; es más, el reconocido intelectual y teórico Franchino Gafori (1451-1522), escribió y se ocupó de las correspondencias refinadas y exquisitas entre los modos musicales renacentistas y los planetas o sistema planetario, y se descubrió y evidenció que gran cantidad de piezas musicales renacentistas estaban calculadas con exactitud, correlato y precisión para representar, cantidades de unidades rítmicas que eran el correlato, por ejemplo con el  nombre de «María» y para ello se usó el número cuarenta considerando las letras de acuerdo a su posición en el alfabeto.



No solamente eso, el famoso Loyset Compère (1445-1518), escribió una espléndida pieza en la que por alarde técnico y profesional musical se menciona hasta a quince compositores distintos, y para dar muestra de su refinado y exquisito arte musical complejo y bajo su dominio la inicia convenientemente con la frase: «Omnium bonorum plena» («Lleno de todas las cosas buenas»). Y se considera por los expertos que dicha opus magna, fuera compuesta con ocasión del encuentro de las cortes borgoñona y
francesa en Cambrai en 1468.


Tampoco debemos dejar pasar por alto que, todo este bello abanico y lujosa vitrina de excelsos compositores antes mencionados, pues eran jóvenes genios y talentos, que se habían dedicado al estudio de la música desde niños y con disciplina, método y pasión, y muy tiernos ya habían logrado la gloria y su dorado espacio en el poderoso sistema cultural europeo occidental.


Y como no puede ser de otra manera y para mayor precisión y esclarecimiento, hay que sentar aquí, el espléndido lugar de honor, que le correspondió al gran maestro Guillaume Dufay, considerado el astro musical renacentista y al que con respeto y admiración lo saludaban como la «luna de toda música y luz de cantores».


No solamente eso, su escuela musical, y la personalidad e institucionalidad que iba ganando la música occidental en general, se puede constatar y admirar treinta años después, cuando en un fasto y gran día en la catedral de Florencia, el gran maestro, --antes aludido--, Guillaume Dufay fue rodeado de la sólida comunidad o corporación de músicos que legalizaron e institucionalizaron su corporación; los mismos que fraternal y firmemente se sentían compañeros en su nuevo gremio, y por cierto, con sus propias e ínsitas responsabilidades, tradiciones y técnicas muy propias y especializadas de su gremio o corporación.


Es en ese escenario y nuevo panorama, donde destaca otro joven talento quien se convertiría luego en el hombre que tomaría la posta luminosa dejada por Dufay y lograría ser considerado y nombrado con honores, como la siguiente luna de la música: Josquin des Prez

(Fin de la quinta parte)

Lima, 1° de febrero del 2016

Jaime Del Castillo Jaramillo

Abogado egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo ‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis: “Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”, “Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”; “Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social, articulista y conferencista.
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