Son cubano: nieto de la guaracha e hijo de la rumba
combatiente independentista. Negro manumitido y
campesino peleó en las guerras de independencia cubanas. Música cubana criolla
de antecedentes europeos principalmente. Parte V
Por: Jaime Del Castillo Jaramillo
Mientras el
negro curro bebía, cantaba, bailaba, acuchillaba y vendía a su negra de rumbo,
al mejor marchante, y en los extramuros de la ciudad de La Habana y en pleno
siglo XIX, pues, en los salones elegantes del centro de La Habana, en los
salones de la gente culta y dominante se bailaba la contradanza cubana, manifestación musical criolla que ganó grandes éxitos,
y estamos en la primera mitad del Siglo XIX; y la popular y picaresca y modesta
guaracha, iba ganando adeptos poco a
poco, en el gusto del ciudadano urbano; pero primero, se consolidó como la
favorita del teatro vernáculo y por cierto en los ambientes más populares,
luego irá ganando más y más espacios del gusto ciudadano urbano, hasta lograr
carta de ciudadanía, así lo confirma nuestro citado estudioso Ortiz, 1965: 322.
De hecho,
la guaracha es el padre de la rumba,
y por cierto, en la guaracha está el “prototipo de la rumba”,
la guaracha contiene el ADN de la rumba; y al modificarse y pulirse y amoldarse
la guaracha con el tiempo, deviene en rumba, y la rumba se expandirá a toda la
isla de Cuba, es decir, de la ciudad se traslada al campo, al mundo rural; del
ciudadano urbano al campesino cubano, siendo un proceso muy parecido al anteriormente
verificado de las canciones y danzas de ritmo sesquiáltero, que fue, de la
ciudad al campo. Así también lo confirma el estudioso Rolando A. Pérez Fernández en su obra: La binarización de
los ritmos ternarios africanos en América Latina, Ediciones Casa de
Las Américas 1986, p. 68.
Pero, no
debemos dejar de anotar que la separación de la ciudad al campo era muy
cercana, no se necesitaba hacer mucho esfuerzo, ni sufrir pena ni menos sacrificio,
porque las zonas urbanas y las rurales eran vecinas próximas, las unas de las
otras, y estamos en la Cuba del Siglo XIX.
Revisemos lo que
redacta la especialista en Preservación del Patrimonio Urbano Felicia Chateloin, cuando nos describe
la antigua ciudad de La Habana, que “A mediados del siglo XVIII en
un cinturón de hasta 20 a 24 kilómetros en torno a la ciudad se localizaban
alrededor de ochenta ingenios a los que llegaban diferentes caminos que
comunicaron diferentes partes del territorio. Los ingenios necesitaban terrenos
fértiles y montes para la tala y así obtener la energía para su operación, pero
en la medida que se iban agotando los recursos forestales estos centros
productivos se fueron alejando de la ciudad dejando atrás terrenos libres y
propicios para ser poblados, esto favoreció el desarrollo de nuevas áreas
urbanas. La población en las zonas de labor aumentaba y la estrategia para
equilibrar el poblamiento consistió en la distribución de pequeños núcleos
agro-urbanos a través de una amplia región cultivada.” Felicia Chateloin, escribió así para su
tesis: El patrimonio cultural urbano y el criterio de centro
histórico. Caso de estudio: Ciudad de La Habana. 2008, p. 77.
Ya para
finalizar el Siglo XVIII, en los extramuros de la ciudad de La Habana, se verifica cierta población
estable de reducidos caseríos rurales, que se afincaron lejos de las murallas,
así también lo consignó nuestra citada
Chateloin. 2008: 78.
Definitivamente,
la inclusión del ferrocarril, fue clave y vital para consolidar la comunicación
fluida y permanente entre la ciudad y el campo durante el Siglo XIX, y sobre
esta continua y libre comunicación entre la ciudad y el campo o zona rural
cubana, se refiere nuestra ya citada Felicia
Chateloín en el siguiente comentario: “En 1837 se inaugura el
ferrocarril, que permitió trasladar con fletes razonables la producción
azucarera hasta el puerto habanero y diversificó la imagen que tenían de la
región de La Habana sus pobladores, se pudiera decir que acercando las
distancias.” Chateloin.
2008: 77.
Fue de esa
forma que, la proximidad e intensa comunicación entre las zonas urbanas y
rurales, facilitan en forma contundente, la nivelada y también sólida
interacción social y cultural entre la ciudad y el campo. Tan fluida fue la
comunicación entre el campo y la ciudad, que en la principal urbe o la capital
de La Habana del siglo XIX, los
caleseros o choferes de calesas de raza negra, tocaban el tiple, y, además
improvisaban décimas, tal y como lo
hacían los campesinos blancos, y así lo documentaron algunos cronistas de la
época, revisar para ello, a María Teresa
Linares, y Faustino Núñez: La música entre Cuba y España, Fundación Autor 1998, p. 58.
Según Philip Pasmanik: “María Teresa
Linares cita documentos que muestran claramente que ya para 1830, los
sirvientes afro-cubanos en la capital cantaban llanto, una versión preliminar
de punto cubano usando el tiple y el güiro, y sus canciones frecuentemente eran
décimas [Linares, comunicación personal]. El verbo decimar, que significa
improvisar una décima, se usaba en esos tiempos por afro-cubanos de origen
congolés. Los rumberos todavía dicen decimar en referencia a la improvisación
poética, aún cuando la forma no sea décima como tal.” Pasmanick, Philip: Décima y Rumba,
p. 9., vale decir, que los negros aún los mismos congoleses ‘decimaban’, o sea asumieron la cultura española que les
enseñó las décimas; es obvio y
ostensible, su deseo ferviente de aculturarse de los negros; su deseo era muy
grande, los negros buscaron aprender la riqueza y elevación de la cultura
occidental vía sus patrones europeos, por eso, la guaracha y la rumba
tenían una estructura dura, esencial y de contenido poético: la décima, y como bien sabemos, la décima
es de procedencia española.
Ya está debidamente
probado y comprobado que, para mediados
del Siglo XIX, --y a causa de la proximidad y fluida interacción social entre
las áreas urbanas y rurales en Cuba--, los campesinos cubanos comenzaron a incluir
en sus fiestas o “guateques” o “changüís”,
así como en otros festejos populares, tales como las parrandas y las fiestas
patronales, pues, ciertas rumbas parecidas
a las antiguas guarachas, y que
gozaban de tanta popularidad en la ciudad, por su estilo moderno y mejorado.
Se tiene recuerdo, y
están debidamente registrados algunos sonsonetes
bailables de los campesinos cubanos, tales como la Caringa, el Papalote, Doña Joaquina, el Anda Pepe, y hasta el Tingotalango,
los mismos que fueron clasificados por el musicólogo Danilo Orozco como proto-sones,
o soncitos primigenios, o rumbitas, o nengones o marchitas, y
así también lo confirma y consigna el estudioso Leonardo Acosta en su artículo De los complejos genéricos y
otras cuestiones, que podemos encontrar en la obra: Otra visión de la música popular cubana. Editorial Letras
Cubanas. La Habana, 2004. Pág. 58.
Precisamente
estas rumbitas modestas, populares y
humildes, y llamadas proto-sones por el
investigador Orozco, son el
antecedente directo de lo que después se llamará con todo bombo y platillo: Son cubano. Y es que las rumbitas chacareras y el son tienen componentes estructurales iguales
o muy parecidos. No olvidemos que, el Son
nace en La Habana, y para los años veinte
del siglo XX, ya el son es una estructura matriz y mayor
del potente género musical popular
cubano criollo.
Estas rumbitas campesinas, y que devienen en
antecedente directo del son, están
debidamente consignadas también por la investigadora María Teresa Linares en su obra “La música entre Cuba y España”
en forma contundente y taxativa, cuando sentencia lo siguiente: “La descripción que realiza Salas Quiroga corresponde en mucho a otros
testimonios similares… de campesinos que se reunían en bodegas, velorios de
santos, guateques (fiestas bailables), canturías en los días del santo patrón o
por otros motivos. Se pasaban largas horas cantando y bailando zapateo y otras
rumbitas.”
En el mismo
sentido se pronuncia nuestro conocido Argeliers
León refiriéndose a estos cantos y bailes, pero de una manera absolutamente
relevante, reveladora y contundente cuando afirma que: “Esa misma
población rural tomó los ya viejos estribillos en alternancia con cuartetas
octosílabas fáciles para transmitir una conseja, una breve idea picaresca, o
una circunstancia momentánea, repitiendo en Cuba lo que llegaba del coplero
español… Con esta modalidad de expresión surgieron unos sones o soncitos…”
León, Argeliers, con su obra Del canto y del tiempo. Editorial Pueblo y Educación. La
Habana, Cuba, 1981, p. 29. Con esto queda claro que hasta el siglo XX, la
influencia del ‘coplero español’ fue muy fuerte,
ostensible y privilegiada; entonces, la escuela literaria y poética española
fue la primera fuente y la línea directriz para las composiciones musicales
populares cubanas criollas, en forma irrebatible, y África nada tuvo que ver
ahí.
Deja debida
constancia la investigadora Virtudes
Feliú, que eran en las fiestas populares o llamadas también parrandas,
donde se escuchaban y bailaban esas rumbitas
rurales muy “propias de las zonas occidentales y centrales del
país, en especial de Ciego de Ávila, Sancti Espíritus, Cienfuegos, Pinar del
Río y en menor medida Camagüey”… y por su lado, el famoso changüí era ejecutado o más “propio de la zona oriental”. De otro lado, también agrega Virtudes Feliú, que la supervivencia de
esas fiestas era de muy antiguo, por eso dijo que: “Las parrandas
campesinas de Vila (provincia de Ciego de Ávila) se conocen desde mediados del
siglo pasado y aún se mantienen vigentes.” Feliú, La fiesta. Fiestas populares
tradicionales de Cuba. IADAP, Instituto andino de artes populares,
p. 74-75. También recomendamos consultar la importante obra de la misma investigadora
Virtudes Feliú, titulada “Las fiestas de origen hispánico en Cuba”. Sala de
conferencias sobre cultura hispano-cubana, coordinado por la Dra. Carmen
Almodóvar. Sociedad Canaria de Cuba. 7 de septiembre de 2010.
Cuando se dieron las
famosas guerras de independencia cubanas
que van de 1868 a 1898, vale decir
en la segunda mitad del Siglo XIX, se verifica que la rumba rural estuvo en auge y fuerte vigencia, tanto en la región
oriental como en la región occidental de la Isla de Pinos, y no solamente eso,
las rumbitas fueron usadas por el
pueblo para combatir secretamente y como arma de comunicaciones contra el
enemigo, y algunas célebres frases claves de inteligencia militar, han pasado a
la historia de la música cubana, así lo refiere y consigna la misma
investigadora María Teresa Linares cuando
hace relevancia a una conocida rumbita
o soncito llamado Caimán en el guayabal cuando nos dice: “Se ha transmitido
oralmente que existía un sistema simbólico para comunicar mensajes en la
guerra. Cuando había tropas españolas cerca, el observador llegaba donde tenía
que informar y colgaba el machete y el sombrero y le preguntaban: “¿Dónde está
el caimán? y respondía: “El caimán está en el paso / y no me deja pasar”.
Recordemos asimismo
al reconocido laudista y maestro del género sucu-sucu don Mongo Rives cuando aborda el tema de las
guerras de independencia cubanas y
en una entrevista que le hizo Ramón Leyva dijo lo siguiente en cuanto
al histórico sucu-sucu titulado Ya los majases no
tienen cueva, siendo su historia de contenido la siguiente: “Ese tema fue compuesto como burla a un mayoral español llamado Felipe
Blanco y Hernández. Hay que decir que en la isla hubo una sublevación el 26 de
Julio, pero del año 1896… Esos conspiradores se escondieron en las cuevas que
hay en la loma de Sierra Las Casas. El tal Felipe Blanco les dio abrigo y
comida en su casa y [después] los entregó a las autoridades españolas. Por su
traición los sublevados fueron salvajemente macheteados.” Versión
que hallamos en el texto: Ramón Leyva
Morales, Entrevista a Mongo Rives, El Rey del Sucu-suco.
Por si fuera poco,
también tenemos la autorizada opinión e investigación de Danilo Orozco quien ilustra bien, sobre la utilización de las rumbitas, sones primigenios o proto-sones,
en los campamentos militares mambises durante la cruenta guerra de
independencia, y nos relata lo siguiente: “…Los cantos de crítica y otros
muchos tipos [de soncitos primigenios] se utilizaron también en campamentos
mambises y en posteriores contextos patriótico-sociales. Por otro lado, gran
parte de tales cantares se relacionaron de una u otra manera con el hacer
musical sonero, ya sea dentro del más antiguo período de transición con empleo,
por ejemplo, de tipos específicos de palmadas y ciertos rasgos rítmico
melódicos que incluso pudieran encontrarse también en el modelo nengón, o ya
dentro de sones primigenios propiamente dicho, y otras manifestaciones…”
tal y como reza en la producción de Orozco, “Antología Integral del Son”.
CD, Virgin Records España S.A., 1999. Disco 1, track 21.
Aquí en este
punto es bueno colocar el siguiente hito, para comprender mucho mejor el
discurrir social, económico y cultural de la música cubana: Está probado que ya
en el lejano siglo XVI comenzó a
integrarse el esclavo negro al mundo rural, y formó parte de la original y
primeva población agraria cubana, y como campesino libre, y esto es importante,
porque el hombre negro de campo o campesino negro cubano había ganado la “manumisión”, que era un sistema por el cual, el negro
esclavo podía comprar su libertad y pagar a su dueño por ello, y esta modalidad
estaba amparada por ley, según queda constancia en senda real cédula de 1526.
Precisamente,
la existencia de gran cantidad de negros libres manumitidos en el campo, o zona
rural cubana, hizo que el progreso económico, social y cultural de esas áreas,
sea franca y bien respetada, así lo confirma el historiador Manuel Moreno Fraginals, quien es bien
y oportunamente citado a su vez, por el investigador Rafael Duharte Jiménez, quien lo cita de la siguiente manera en su
obra “El ascenso social del negro en la cuba colonial”,
p.31. obra muy consultada y alabada: “El excepcional proceso
histórico de los siglos XVII y XVIII, había formado una clase media negra y
mulata de respetable nivel económico, dueña inclusive de ingenios y esclavos.”
Esta cita es muy oportuna, sólida y reveladora, y echa luces sobre nuestra
posición, y abona nuestras tesis centrales y esenciales sobre la proyección del
negro cubano libre en la música y otras actividades, quien buscó siempre
construir su futuro dentro y con la
cultura occidental europea, en y para su nueva nación cubana, y tan es así que
hasta el negro cubano libre fue
patrón de otros negros campesinos, el negro cubano libre fue dueño de ingenios
y hasta dueño de esclavos; el negro manumitido y ahora libre cultivaba la tierra
en pequeñas y medianas sitierías, o también explotaba florecientes haciendas de
labor, o manejaba importantes estancias e incluso, lideraba y explotaba algunos
trapiches. Y esto se debió a la decisión firme del negro cubano libre de asimilarse y aculturarse plena y
absolutamente a los patrones occidentales europeos, pero dentro y para su nueva
nación: Cuba.
Precisamente,
una de las causas de las terribles guerras
de independencia en Cuba, --que corrieron sangrientamente desde 1868 hasta
1898, y que desembocó también en la anhelada abolición definitiva de la
esclavitud en 1886--, está en el férreo
establecimiento de poderosa economía de Plantación y el expansivo auge de la
industria azucarera por parte de europeos en el interior de Cuba, y que se
verificó arrolladoramente al culminar el siglo XVIII, y ello por cierto,
significó inmediato, agresivo y franco retroceso no solamente para la
integración del negro libre a la
sociedad agraria, sino que se vulneraron sus derechos y sus intereses económicos
y comerciales, debido a que se regresó a la inhumana y horrible explotación del
negro esclavo, y por cierto y por lógica consecuencia, se limitaron, se truncaron,
y se atropellaron, los antiguos derechos y privilegios bien y legítimamente
adquiridos por los campesinos negros libres. Esta fue una de las poderosas causas eficientes, para el
levantamiento de las sangrientas y crueles guerras
de independencia cubanas, que trajo maniobras bélicas valientes y heroicas,
y que fueron cantadas por el pueblo en plenos campamentos militares y luego en
las plazas y solares, por muchas décadas más en adelante. El son cubano ya estaba puliéndose y
perfilándose en ese caldero independentista.
(Fin de la quinta
parte)
Lima, 31
de marzo del 2016
Jaime Del
Castillo Jaramillo
Abogado
egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta
con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio
profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo
‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en
Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y
epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional
en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis:
“Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
http://fororepublicanoperu.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario