Plotino y su exaltación mística, y San Agustín y la
conciliación de la Fé y la Razón, para la Estética medieval. ESTÉTICA. Parte II
Por Jaime
Del Castillo Jaramillo
Plotino, ya en la
Edad Media y en materia de Estética, puso incidencia en los conceptos
generales, sin abordar los detalles ni mucho menos fenómenos particulares, como
por ejemplo: los colores, los sonidos y las formas.
Plotino
reduce el universo in totum, a una
simple visión, –no olvidemos que para Plotino, la naturaleza es simple visión imperfecta--, por lo tanto muy fácil
es colegir que para Plotino, de hecho, la belleza es cardinal y centralmente
una visión imperfecta e incompleta.
Este
concepto plotiniano de la naturaleza, vía la visión, lejos de ser un
enriquecimiento o valor agregado, es en realidad un debilitamiento de la
contemplación, ya que la verdadera Contemplación no necesita de creaciones y es
autosuficiente en sí y por sí. Toda exteriorización es un debilitamiento, es
decir que toda obra humana no es relevante, por lo tanto ni el más grande
artista crea algo, y aquí tenemos una concepción negativa del genio humano
creativo en la Estética. Para Plotino entonces, la obra artística siempre será
una inferioridad de la acción y de la producción, vale decir, el arte es irrelevante.
Para
Plotino entonces la única visión de especie estética es la contemplación y la theoría, vale decir, que para percibir y
ver a Dios solamente disponemos de la visión; y por lo tanto no es posible
imitar su obra en modo alguno.
La única
ruta o vía que nos es dado para percibir y ver a Dios bien, es: La
theoria,
vale decir, la visión extática, ya que Dios crea y comunica en y por la
contemplación; ésta es su única forma de crear divina. Ya estamos dentro de lo
que se conoce como Éxtasis de lo místico. Ya estamos en el centro mismo de la
ideología del medioevo, ya estamos en el ojo mismo de la tormenta
fundamentalista religiosa católica que envolvió a toda Europa medieval, y que
provocaría derramamientos abundantes de sangre, pero también portentosas obras
estéticas religiosas que son de admiración eterna e intemporal.
Bueno es
precisar aquí que este iluminismo de Plotino, acotado líneas arriba, contradice de plano a la famosa dialéctica de Platón, su mentor filosófico. En
verdad de verdades, la estética Plotiniana, al oponerse a la estética de las
formas platónicas, nos lleva a una Estética del esplendor, y a una apologética
de lo informe.
La mística
Plotiniana es la primera que nos revela la belleza del bien, aquella belleza
suprema que constituye la esencia fundamental de la estética, vale decir: toda
Estética verdadera y legítima y auténtica supone una concepción mística, y
hasta panteísta del universo.
Fue
después de Plotino, que aparecieron intelectuales que trataron y estudiaron el
arte y la belleza pero en forma profesional. Por ejemplo, los acuciosos
estoicos se ocuparon del problema moral, como categoría vital y central y
esencial. Por ejemplo, los filósofos post-plotinianos se dedicaron a
desarrollar y tratar y profundizar en las diferentes técnicas particulares: Así
fue que, Aristoxeno se concentra en estudiar las técnicas musicales; Y, Filóstrato
aportó con respecto a la técnica de la pintura, además investigó datos sobre
cuadros griegos extraviados; el famoso Vitruvio se dedicó al arte de la
arquitectura.
Es decir,
se desplegó un abanico intelectual muy serio y profesional dedicado a las
investigaciones teóricas Estéticas: Dionisio de Halicarnaso, fue descollante
con sus estudios sobre la retórica que, entre los griegos de la época saliente,
y la nueva mentalidad intelectual fue considerada como un Arte exquisito;
Quintiliano fue el gran maestro de la oratoria; y Longino, pasó a la posteridad
con su breve tratado trascendental sobre lo sublime.
El
neoplatonismo entonces, afirmaba la muerte de todo aquello que denotaba
sensibilidad y sensualidad en el hombre, ellos ponían incidencia en buscar el
ansiado nous, con la finalidad
angustiante de confundirse con el universo, como la única ruta o vía o forma de
encontrar la inteligencia pura.
No es
difícil entender entonces que la ideología del cristianismo basado en la pasión
del sufrimiento, tiene una praxis pasiva, y por antonomasia se hace ascético y
reconcentrado y por cierto, más intransigente que el ideal filosófico
platónico, debido a que tiene y debe asesinarse dentro de sí mismo, a toda vida
sensual o deseo sensible, debe aniquilarse entonces el placer producido por
todo lo bello y por todo lo seductor que exista en la naturaleza y, por cierto,
en el no-Yo.
Así
pensaron Santo Tomas, y San Agustín, y este último es el que usa la variante de
la sensibilidad moral que, por cierto, excluye
el elemento sensible.
En suma,
el cristianismo, excluye la estética y el arte de cualquier tipo que se quiera
denominar ‘cristiano’.
Esta
concepción dura y rígida y guerrera culturalmente, pertenece a los primeros
cristianos iconoclastas intransigentes, pero no duró mucho
tiempo, ya
que para el siglo XIII se presenta el compromiso con el mundo, por la fuerza de
los hechos y los cambios sociales y económicos.
Así lo
observamos en el siglo IX, con las pugnaces posturas de los gnósticos, desde
Orígenes, a San Agustin, donde se esfuerzan hasta el extremo, para apuntalar la
idea fundamental de justificar la fe.
El dogma
cristiano entonces, está absolutamente peleado y en relación de odio con la
razón, y no se admitía en modo alguno, relaciones de colaboración o apoyo entre
ellos. En ese escenario es que al inicio del siglo IX nace la sistemática
escolástica medieval, cuya misión fue la de acercar y relacionar tanto a la
razón como al dogma, y sobre todo, se verifican grandes esfuerzos intelectuales
por fundamentar racionalmente el dogma, en ese contexto nace la famosa
expresión: credo ut intelligam, que
sentenció el célebre San Anselmo y que significa: “creo para comprender”.
Le suceden
grandes filósofos de la patrística medieval, tales como: Abelardo, Averroes,
Alberto Magno, Duns Scotus, quienes centraron y establecieron tanto a la razón
como al pensamiento en el sitial que les correspondía.
San Agustín, y la conciliación entre fe y razón que abre
la puerta a la nueva Estética
Esto se
verifica entonces, entre los Realistas, los Nominalistas y otras escuelas
filosóficas, quienes pelearon intelectualmente con pugnacidad, para establecer
y agendar la racionalización de la religión; y la obra más trascendental y
brillante y paradigmática fue la “Suma” de Santo Tomas de Aquino (1225-1274 ).
San Agustin
(354-430) abordó el álgido tema y el gran problema de lo Bello, en ese dogmático
contexto medieval fundamentalista; se sabe de la creación de dos o tres libros
sobre el tema, de autoría San Agustín, y que hoy se dan por perdidos. Por
ejemplo, leamos lo que nos dice en sus célebres “Confesiones”: "¿Amamos acaso algo, fuera de lo hermoso? Pero ¿qué es lo hermoso?,
¿Qué es la hermosura? ¿Qué es lo que nos atrae y nos aficiona a las cosas que
amamos?. Porque si no hubiese en ellas alguna gracia y hermosura, de ningún
modo nos atraerían hacia si. Y notaba yo y veía que en los mismos cuerpos una
cosa era el todo, que por serlo es hermoso, y otra lo que en tanto es
conveniente, en cuanto se adapta convenientemente a otro; como la parte del cuerpo
a todo él, o el calzado al pie, y otras cosas semejantes."
San Agustín nos ha dejado,
su famosa obra “La Ciudad de Dios”, opus
magna, donde permite y autoriza y da licencia intelectual, a la existencia del
pensamiento humano, como certeza frente al universo; entonces así, la razón o
el cogitare de Pascal y Descartes,
tiene su correlato previo en San Agustín sin lugar a dudas.
Para San
Agustín entonces, la fe en nuestras percepciones es necesaria
para la
vida práctica, aunque ella sea
provisoria
y empírica.
La certeza,
o el llamado consentimiento objetivo, se encuentra acompañado de la fe que es
el denominado consentimiento subjetivo, con respecto al pensamiento; obviamente,
no conocemos todo aquello en lo que creemos, pero es la fe, y gracias al
milagro, que logra proyectarse mucho más allá del común conocimiento.
La
percepción sensible no forma parte del dominio del conocimiento, sino de la
opinión, ya que solamente es la imagen o la fotografía de la realidad, ya que
todo lo que es verdadero deviene en inmortal y eterno, mientras que lo sensible
se caracteriza por su caducidad, en la concepción agustiniana.
Pero San Agustín
reconoce que el conocimiento sensual, o el universo sensible y caduco, puede llegar
a simbolizar lo eterno, y coloca como ejemplo que el fondo del alma misma es
verdad y conocimiento, pero no fe; y esta verdad ya es una función de la razón o
ratio eterna e inmutable, y por lo tanto en oposición a la caducidad del mundo
sensible. Por ahí entonces está la vía, para distinguir y vincularnos, con el
concepto y razón del nous, que es el
que conforma la base de la síntesis filosófica en el abordado místico San
Agustin, tanto como en el anterior estudio que hicimos del místico Plotino.
Aquí se
reconoce, que en forma única la luz de la razón (lux rationis), nos puede
iluminar, y solamente así, podremos conocer las verdades generales de las que
todos los hombres participan. Pero esta razón está muy por encima del
conocimiento del hombre común y mortal, mareado por los fenómenos.
Demás está
agregar que para el pensamiento agustino, la central de las Ideas, o la razón
eterna que es causa de todas las cosas, de la verdad, del bien, de la belleza:
es Dios, vale decir, la verdad eterna se extiende solamente en el seno del
mismo Dios que es inmutable.
A Dios
entonces se le puede llamar lo bello. San Agustín afirmaría que lo bello sería
lo superior con respecto a lo verdadero y al bien; estaríamos frente a la
seducción divina que arrobaría a los hombres y los acercaría a Dios.
(Fin de la
Segunda Parte)
Lima, 30 de
noviembre del 2015
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