Santo Tomás de Aquino y para la Estética medieval. ESTÉTICA.
Parte III
EL ÁLGIDO PROBLEMA DE LO BELLO EN SANTO TOMAS DE AQUINO
Además de la Suma
Teológica de Santo Tomas, donde se aborda el álgido tema de lo Bello, pues se
ha encontrado sendo tratado con el título De pulchro et de bono, que se creyó
en primera instancia era del aquinatense, luego se opta por creer que es de
autoría del gran Alberto Magno.
Santo
Tomas, en el tema de lo Bello, parte de que, ciertos objetos nos agradan y
otros no nos agradan, o nos desagradan. Este gusto o disgusto causado por
determinados objetos se explica por el uso cotidiano de ciertas facultades que
tenemos y con las cuales hemos nacido los seres humanos.
Hay en
nosotros entonces, según el aquinatense, cuatro formas sensitivas internas
(vires interiores sensitivae), Las formas sensibles de las cosas son percibidas
por nosotros gracias a lo que los escolásticos llaman el sentido común, de
acuerdo al principio:
"sensus communis est radix et principium exteriorum
sensuum".
Entonces, las formas
del mundo exterior, o las cosas exteriores que nuestro sentido común percibe y
capta, se conservan solamente con la memoria y la imaginación.
Cuando las
sensaciones externas ingresan a nuestro ser humano y reciben una primera vida o
impresión, vía nuestra imaginación, las juzgamos con una determinada fuerza que
Santo Tomás llama: vis estimativa. Queda claro aquí, que la herramienta
estética por excelencia es, al igual que en Innmanuel Kant, el juicio, o el
discernimiento de aquello que nos conviene o que no nos conviene.
Los objetos
nos gustan o nos disgustan también, y gracias al sentido de la vista como
herramienta intermediaria, la vista entonces deviene en el sentido estético por
excelencia, mientras que el gusto, el olfato y el tacto están fuera, o
excluidos del sentido estético estrictamente hablando.
En lo que
respecta al sentido del oído, en la Edad Media se le tenía por un sentido
humano muy peligroso, y por lo tanto era sospechoso, por ejemplo San Agustin
temía su influencia carnal que llevase a la lujuria y a otros pecados graves, y
por su lado, Santo Tomas lo cita expresamente, siendo que la vista y el oído producen
impresiones estéticas por antonomasia, por eso dijo que: “Pulchra dicuntur quae
visu
Placent”.
Vale decir, que Santo Tomas afirma que, son las sensaciones de la vista las que
explican la impresión estética del objeto en nosotros, y eso implica que ya
estamos en la agenda plena del hedonismo
estético, ya estamos abordando los temas del
Agrado y
el placer.
Al expresar que
cualquier objeto nos gusta, ya estamos frente a un juicio. Y según Santo Tomás de Aquino, existen dos
especies de la llamada “vis estimativa”: en primer término está la vis estimativa naturalis y, en segundo
término la vis estimativa cogitativa,
y que por cierto corresponden, al conocido juicio natural, y, al juicio
racional. El juicio natural inclusive se puede verificar hasta en los animales,
y el juicio racional si es ínsitamente humano.
El placer
que se siente frente a la belleza, es el típico placer intelectual.
Lo bello concierne únicamente
al campo de la facultad del juicio racional en Santo Tomás, de esa manera, la estética
del aquinatense, se perfila como una estética sensualista y por lo tanto empírica,
con el hedonismo de la vista y se desplaza después, como la postura kantiana, a
una estética del juicio para establecer la preeminencia del juicio racional. El
Racionalismo va ganando terreno más y más, en el mismo medioevo, la influencia
de Aristóteles sobre Santo Tomás fue inmensa y ostensible.
El aquinatense
rotundamente se vuelca al racionalismo estético, cuando afirma que toda belleza
es formal, ya que siguiendo las enseñanzas del estagirita, todo conocimiento se
dirige a las formas de las cosas, no a su contenido. Y precisamente estas formas
nos proporcionan un conocimiento adecuado del objeto, ya que emanan de Dios.
Muy sutil, pero la estaca del racionalismo ya quedaría bien plantada por Santo
Tomás y su influencia posterior duraría siglos.
La
sutileza continúa, cuando afirma el aquinatense bajo comento, que Dios ha
creado las formas, pero una vez creadas se han multiplicado por sí mismas: es la
obra de la vis creativa conferida por Dios a las formas, son pues, las fuerzas
de la naturaleza y ordenadas y como no puestas en acción por la sacrosanta voluntad
divina; pero que actúan sin la constante intervención de Dios.
Entonces
lo que constituiría la belleza de lo real no es la apariencia
sensible o
fenoménica de las cosas, sino la forma inherente a ellas; en este punto nos
acercamos a las formas aristotélicas, como no podía ser de otra manera en la
centralidad del pensamiento de Santo Tomás.
La
ESTÉTICA entonces, para el aquinatense, no es otra cosa que las potencias latentes
de la naturaleza que hacen creación bella a su libre antojo y albedrío, por eso
afirmó lo siguiente: omnis cognitio pertinet
ad formam quae est determinans materiae
potentiarum multitudine.
El bien,
para nuestro Santo Tomas, es todo aquello que los hombres y toda la creación
(omnia) desean.
El deseo, la
apetencia, es una inclinación natural de un ser por otro ser, que le conviene
para sí. Pero se requiere del juicio racional, para poder discernir lo que, de
entre las diferentes cosas deseables, nos conviene o no. En consecuencia, el
dominio de la apetencia y el dominio de lo bello se encuentran sujetos al
juicio racional.
Santo Tomas, al preguntarse
si es posible experimentar un goce o placer por la simple y mera apreciación,
sin deseo de intermedio, pues es afirmativo el aquinatense en este extremo. Precisamente,
el dominio de lo bello es tal que, nos proporciona placer sin que haya deseo de
por medio.
El mundo
externo ingresa a nuestro interior exclusivamente por la mirada o por el
sentido de la vista, y para Santo Tomás de Aquino, la vista es el sentido
humano más desinteresado, ya que goza meramente de la superficie de todas las cosas,
se refocila en el fenómeno por el fenómeno.
No
consumimos el objeto en materia de Estética, diría el buen Innmanuel Kant, por
lo tanto, lo que distingue lo bello del bien es que el bien es siempre
interesado, mientras que lo bello es absolutamente desinteresado, no conoce la
palabra o el concepto interés.
No queda
ahí la cosa, pues Santo Tomas distingue tres especies de bien: el bien útil, el bien deleitable y el bien
honesto. Como es fácil de colegir, el bien
útil está excluido de lo bello, por ser la utilidad interesada por
antonomasia. En cuanto al bien deleitable,
este no se identifica con lo bello, ya que halaga y embriaga nuestros
sentidos, y por lo tanto se corre el riesgo de llevarnos a cometer el pecado de
la lujuria. Sólo queda el bien honesto,
cuya cualidad esencial y cardinal es ser ostensiblemente desinteresado y que
posee, también, al igual que lo bello, cierto carácter espiritual; lo bello
supremo es la belleza del alma o spiritualis pulchritudo.
Si aceptamos
que el bien honesto emana del alma,
resulta que en esta especie de bien se confunden el bien o el interés y lo
bello o el desinterés, separados se entiende por el deseo: In virtute consistit spiritualis pulchritude
virtus aut em est specie honesti.
Santo Tomas de
Aquino nos legó en su inmortal tratado, diferentes definiciones de lo bello. Afirmó
que se requieren tres mínimas características fundamentales, para que estemos
frente a la belleza: en primer lugar, la integridad
o perfección, en segundo lugar, la proporción
justa o armonía, y en tercer lugar, la claridad.
Por cierto que las primeras dos cualidades provienen del mismo Aristóteles. Integritas significa que todas las
propiedades pertenecientes al objeto deben encontrarse efectivamente en el
objeto.
Además, que
todas esas cualidades múltiples deben concordar integradas, es decir, formar plexo
armonioso, exigido por el concepto y por la finalidad del objeto. La claritas significa que todas estas
cualidades del objeto mencionadas anteriormente, deben ser captadas plenamente
por nuestra razón.
Como ya se
ha dicho, Santo Tomás de Aquino es fiel al pensamiento del estagirita, por eso
dijo que todo objeto, toda creatura del mundo externo puede ser examinada por
el hombre de dos modos o maneras: a través de la sucesión de las causas, o a través de los efectos producidos por este objeto sobre el hombre.
Si nos
atenemos al primer modo de la sucesión
de las causas, nos encontramos con las consabidas causas eficientes,
materiales, formales y finales, procedentes de Aristóteles. Es necesario que la
causa eficiente se convierta en causa final, vale decir, se requiere que se
concrete de modo que cumpla y realice el fin. Y por cierto que, es el bien el
que conduce a la causa eficiente, hacia la causa final.
También
existe otra definición de lo bello que nos da Santo Tomas, y está basado en la
proporción justa, pero hay que aclarar aquí, que aún no se encuentra incluida
la palabra claritas, y que revisamos
líneas arriba, será para más adelante
que la incluya el aquinatense, y la conceptúa como la vista en su sentido
intelectual por excelencia, eliminando toda sensibilidad para así poder
representar y únicamente a la inteligencia.
No lo
olvidemos, para Santo Tomas es muy importante en Estética la proporción de los
objetos, considerándose la posibilidad de la belleza formal en las acciones
humanas. Entonces, la perfección, no es suficiente; se requiere también el
resplandor o la claritas, o el
esplendor de la forma; hace falta entonces que algo se añada a la proporción
debida, y es, en este punto que el aquinatense hace una investigación moderna
prekantiana, adelantándose así en siglos a lo que se desarrollará en la edad
moderna; donde se desarrolla factores que van más allá de lo simplemente intelectual,
se apela al popular "no se qué", aquí Santo Tomás se refiere pues, a
lo pulchrum, con sus nuevas cualidades, que devienen en superiores a lo
honesto: se refiere sin lugar a dudas a la resplendentia.
Lo honesto,
ya es el grado superior o supremo del bien, pero en cuanto a lo bello, de hecho
es superior a lo honesto.
(Fin de la
tercera parte)
Lima, de
diciembre del 2015
Jaime Del Castillo
Jaramillo
Abogado
egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta
con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio
profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo
‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en
Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y
epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional
en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis:
“Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
http://fororepublicanoperu.blogspot.com
@jaimedelcastill
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https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
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