Guaracha mexicana va de España a Cuba, y era cantada en
décimas. Negros curros libres aprendieron del majo
andaluz. Música cubana criolla de antecedentes europeos principalmente. Parte III
Por: Jaime Del Castillo Jaramillo
Para el
caluroso verano, y exactamente el 20 de enero de 1801, el comunicador social Buenaventura Pascual Ferrer difunde sendo
comentario en el periódico “El Regañón
de La Habana”, donde critica acerbamente ciertos cantos populares que “corren por ahí en boca del vulgo” y entre los cantos
cuestionados agudamente se refiere a la famosa guaracha titulada “La Guabina”, sobre la cual se refiere
en los siguientes términos: “en la boca de los que cantan
sabe a cuantas cosas puercas, indecentes y majaderas se pueda pensar…”
así lo encontramos consignado en la obra de la experta María Teresa Linares, titulada “La guaracha cubana. Imagen del
humor criollo”,
Posteriormente,
se encontrará la cuestionada guaracha “La
Guabina”, --(de la que nos hemos referido líneas arriba)--, bien publicada
entre varias partituras impresas en la musical ciudad de La Habana ya en el Siglo XIX. Nada se sabe a ciencia cierta desde
la llegada de Cristóbal Colón a la
isla Juana o Cuba hasta las primeras partituras impresas ya en el siglo XIX,
seamos exactos y objetivos y científicos en el enfoque pertinente.
Si seguimos
los duros comentarios contra las canciones populares, y difundidas en la
publicación antes referida de “El Regañón de La Habana”,
podemos fácilmente colegir que esas canciones del pueblo se encontraban muy en moda
y muy en boga y muy en boca, entre la población habanera del momento, por eso
mismo, el articulista arremete con todo encono y mala leche consignando lo
siguiente: “…pero sobre todo, lo que me ha incomodado más ha sido la
libertad con que se entonan por esas calles y en muchas casas una porción de
cantares donde se ultraja la inocencia, se ofende la moral… por muchos
individuos no sólo de la más baja extracción, sino también por algunos en
quienes se debería suponer una buena crianza…”, así lo precisa
expresa y taxativamente la investigadora de la referencia antes aludida, María Teresa Linares, en su obra bajo
comento: “La guaracha cubana. Imagen del humor criollo”.
Eso quiere
decir, que esa propensión o gusto por la guaracha y su recitación popular a
voces, no era de negros y menos de africanos, eso quiere decir que es el
espíritu de los cubanos, y que nada tiene que hacer África ahí, es el espíritu
popular neto y nato y artístico cubano, y eso es lo que cuenta, relata y revela
el medio periodístico cubano de la referencia ut supra.
En buen
romance, y hablando claro, está más que probado que la guaracha cubana era del
gusto popular y se arraigó plena y profundamente en el imaginario, alma y
sentir popular habanero, y precisamente su encanto y sabor se hallaba en sus
contenidos bastante atrevidos, tan es así que hasta los sectores cultos y de
clase media alta ya los entonaban y los hicieron sus preferidos. Y eso no es
privativo de negros y de africanos, vuelvo a repetir, es imaginario y sentir
popular cubano criollo, de blancos, mestizos, negros y mulatos cubanos, a secas.
Nuestra
investigadora tantas veces citada aquí, doña María Teresa Linares, en su misma obra bajo comento, refiere que don
Esteban Pichardo definió a la
popular y dicharachera guaracha en su “Diccionario
provincial casi razonado de voces y frases cubanas”, debidamente publicado
en 1862, como el “baile de la gentualla”, entonces,
hasta el intelectual Pichardo aquí
consignado, utiliza términos despectivos y peyorativos dirigidos contra los
amantes de la guaracha cubana.
Es más, el
célebre literato cubano Alejo Carpentier
testimonia en su muy leído libro “La música en Cuba”, y
citando al experto Buenaventura Pascual
Ferrer, que comenzando el Siglo XIX, se podía verificar en la ciudad de La Habana hasta la cantidad de cincuenta
animados bailes diarios, donde se tocaba y cantaba la famosa guaracha ‘La Guabina’, junto a otras danzas de
moda. Esto refleja la tendencia popular, no era cosa de negros o de africanos,
era la tendencia popular, el espíritu popular artístico cubano en general, nada
tiene que hacer África ahí.
Los
antecedentes directos de la guaracha cubana, los podemos hallar en forma
contundente en las canciones-danzas
españolas de los siglos XVI al XVIII, tales como la popular chacona, y, sobre todo en la guaracha mexicana, el cenit del nuevo
género de la guaracha cubana, se logra pues con mencionada y criticada “La Guabina”, la misma que cosechó
inmediatos odios, críticas y repudios, de los que no eran afectos al nuevo
género musical de la guaracha.
Desde el
Siglo XVII está más que probado que existía la guaracha mexicana, y ésta se trasladó a España, y también a la
obligatoria ciudad de La Habana vía
marítima, siguiendo el agitado y codicioso curso de la Carrera de Indias,
de hecho, la guaracha cubana, que empieza
a sonar en nueva vertiente y luego de fraguarse por más de un siglo en Cuba,
obtiene carta de ciudadanía musical en el Siglo XIX en la gran ciudad de La
Habana, la guaracha cubana
indudablemente es primogénita de oro de la guaracha
mexicana y de la guaracha procesada
y mejorada en España, sin lugar a
errores, ni objeciones de ningún tipo, y África no tuvo absolutamente nada que
ver ahí.
El reconocido investigador y experto Ned Sublette, en su siempre consultada obra Cuba and its music,
publicada por Chicago Review Press, Inc., del año 2004, pag., 238, pues, toma y consigna, una oportuna e importante cita de otra autoridad en la materia: Argeliers León cuando expresa y
taxativamente dijo lo siguiente sobre la guaracha en México: “Fernando Ortiz creía que la denominación guaracha provenía de la
palabra guarache (o huarache), la sandalia [típica] de los indios mexicanos, y
que esa danza podía haber llegado a Cuba desde México, posiblemente después de
haber pasado por España. Ligada desde hace mucho a la guitarra, o a varios
miembros de la familia de la guitarra, como la bandurria, la guaracha debe
haber sido cantada en Cuba tan pronto como en el Siglo XVII.”
No podemos dejar de
lado el importante documento de la pluma de Eduardo Sánchez de Fuentes vía su artículo Influencia de los
ritmos africanos en nuestro cancionero, Clave, publicación del
Instituto Cubano de la Música, Año 12, No. 1, 2010, donde habla de la guaracha
cubana, y de sus vinculaciones inclusive, con la Contradanza hecha en Cuba. Y no solamente eso, también y el mismo
autor, en su libro llamado El folk-lor en la música cubana, publicado por, La Habana, Imprenta “El
siglo XX”, Teniente Rey 27, 1923. P. 91; y donde nos hace la siguiente precisión: “Convienen los más notables musicógrafos en que la Guaracha fue un
baile español que existió en España [sic.] y que transfigurado y mixtificado
por la influencia del tiempo y de la ley de la evolución que todo alcanza, aún
perdura en América y en Nápoles.” Ahí no queda todo, también
sentencia el mismo Sánchez de Fuentes
en relación a la métrica de la guaracha
lo siguiente: “Cientos de ellas se cantaron por las calles de la
Habana antigua y se popularizaron en la isla escritas casi siempre en compás
binario o en el de “seis por ocho”, pues rara vez se escribió alguna en “tres
por cuatro”.
Sobre el punto, no
podemos pasar por alto, el calificado comentario de Emilio Grenet, quien en su artículo titulado Música cubana.
Orientaciones para su conocimiento y estudio, Publicado en: Giro Radamés: Panorama de la música popular cubana,
Editorial Letras Cubanas, Gabana, Cuba, 1998, donde hace importante mención del
origen español de la guaracha: “El nombre guaracha es común a
un baile español que fue seguramente introducido en Cuba, donde pasó por un
proceso de adaptación que terminó por someterlo a nuestros ritmos”. Y
también agrega, el investigador Grenet en su mismo artículo bajo
comento que “…Siempre consideramos a la Guaracha, a la que conocimos
en su ambiente postrero, como un cuadro de combinaciones rítmicas (6/8 o 3/4
con 2/4) en un orden no reglamentado… al 2/4 del bolero sucede un 6/8 de clave,
o viceversa, para terminar en el típico estribillo de una rumba… Por eso nos
cuesta trabajo aceptar las Guarachas escritas con una sola medida en el
compás.”
Está probado pues, que la guaracha
cubana; --como parte de las canciones-danzas
que emergieron en el siglo XIX, y principios del siglo XX, en el área del
Caribe y Suramérica--, pues fue hermana de nuevos géneros donde tienen que
incluirse a la cumbia en la costa
norte de Colombia, el son jarocho en
Veracruz, el choro, el maxixe y el samba en Brasil, la milonga
en Argentina, y el merengue en la
República Dominicana, y ya estamos hablando de músicas nacionales populares.
Ese insurgir coevo de nuevos géneros musicales (arriba mencionados),
aparecen específica y geográfica y económicamente en la zona que comprende lo que llamo “franja viva comercial del Atlántico” no
es casual, que estos géneros musicales
incluyendo la guaracha cubana
aparezcan con fuerza en la codiciada y clave y vital ruta mercantil
preestablecida que seguían las naves españolas, desde el siglo XVI al XVIII, en su exitosa y próspera ruta comercial con Las Américas, esa primordial y
privilegiada ruta y trasiego de riquezas de todo tipo, también se conocía como
la “Carrera de Indias”, que si bien es cierto que
antropológicamente se verifica presencia negra, también es cierto que la élite
dirigente y líder era el hombre blanco europeo, y el blanco criollo o mestizo,
no era una zona de dominio y enclave negro bajo ninguna circunstancia, eso
nunca se dio, el cerebro y la cultura lo aportaba el hombre blanco europeo y el
criollo blanco y mestizo iban en segundo plano y luego vendrían los demás
componentes de importancia económica, social, cultural y musical, así de simple
y de sencillo, por lo tanto África no tuvo nada que ver ahí, con el nacimiento
de esos géneros, fueron creaciones criollas de orientación, cartabón y matriz
europeas o españolas.
Esa amplia zona vital cultural y comercial, ese gran espacio que he
denominado líneas arriba como: La “franja
viva comercial del Atlántico” de hecho que promovió una tupida red de
comunicaciones y vínculos y redes de intercambio entre las diversas ciudades del
Caribe y Suramérica de hecho, y en esa red de comunicaciones y vínculos, por
cierto que estaban las siguientes ciudades: La Habana, Cartagena de Indias,
Veracruz, Portobelo, San Juan, Lima, Montevideo y Buenos Aires, y eso fue por
mucho tiempo, con resultados fructíferos para la música obviamente.
El puerto de La Habana fue
clave y estratégico, y era pues la “Llave del Nuevo Mundo y
Antemural de las Indias Occidentales”, y así se le denominó en una
histórica cédula real de 1634.
De hecho, y está probado que los puertos y las ciudades de La Habana y Santiago de Cuba fueron las que más absorbieron cultura española y
europea neta, debido a su indiscutible importancia comercial y porque eran
rigurosas proveedoras de bienes y servicios a todas las flotas españolas que
acoderaban en sus buscados puertos. La Cultura europea era la predominante
siempre, y nunca África.
Obviamente, el puerto de La
Habana, con su estratégica posición de Llave del Nuevo Mundo,
se expandió poblacionalmente, y por cierto, consolidándose dicho puerto, que en
breve tiempo sería el más importante astillero, donde se construirían
importantes navíos de la más alta calidad para la armada española desde el
siglo XVI y para el comercio en general, la cercanía y abundancia de árboles de
buena madera ayudaron a ello. No solamente eso, sino que por necesidad y
prevención se construyeron varias poderosas fortalezas defensivas, además se
edificó importante fundición de cobre, con financiamiento que llegaba desde
México. Toda esa cultura y técnica era europea y nunca africana.
Que quede bien en claro que el puerto y la ciudad de La Habana desde la llegada de los
europeos en el siglo XV, se especializó en brindar servicios de todo tipo,
siempre: Llegaban importantes y ricas flotas comerciales, políticas y
militares, toda la vuelta del año, y bajaban a tierra miles de visitantes y
pasajeros, de todas partes del mundo europeo, por lo tanto, la propia necesidad
y urgencia y oportunidad histórica, hizo de La Habana una gran plaza estratégica con idónea infraestructura
especializada en brindar servicios a los visitantes y pasajeros del universo
conocido.
La Habana nació, creció y se especializó, en base a los
requerimientos de todo tipo y laya, que exigían los visitantes y pasajeros que
bajaban de las importantes flotas que acoderaban en su puerto y que llegaban
curiosos y ansiosos a su ciudad. La ciudad de La Habana entonces, se especializó dijimos, en brindar cómodo
hospedaje, en allegar oportunos abastecimientos para la estadía y también para el
respectivo avituallamiento y stockeo, así como la construcción y el necesario carenado
de las poderosas naves, y así mismo, se aseguraba efectiva protección contra
posibles ataques súbitos de piratas y malhechores, y por si fuera poco y como
es típico de todo puerto que se respete, también se brindaba plácido solaz e
intenso entretenimiento para los marinos y soldados, con buena alimentación,
mujeres y por cierto música de la buena, siempre.
Así lo consignó oportunamente el estudioso Fernando Ortiz en su trabajo: La clave xilofónica de la música
cubana, donde afirmó en forma expresa, reveladora y taxativa lo
siguiente: “La Habana fue, como lo ha sido siempre todo puesto
marítimo muy frecuentado, famosa por sus diversiones y libertinajes, a los que
se daba en sus luengas estadas la gente marinesca y advenediza de las flotas
junto con los esclavos bullangueros y las mujeres del rumbo, en los bodegones
de las negras mondongueras, en los garitos o tablajes puestos por generales y
almirantes para la tahurería, y en los parajes, aún menos santos, que
albergaban los bohíos y casas de embarrado, cabe las murallas y fuera de éstas,
por El Manglar, Los Sitios y Carraguao… cantos, bailoteos y músicas fueron y
vinieron de Andalucía, de América y de Africa, y la Habana fue el centro donde
se fundían todas con mayor calor y más polícromas irisaciones.”
Queda clarísimo entonces, que el comando y timonel de la diversión, de
la vida alegre y del arte del momento, lo llevaban y comandaban los europeos, y
todo giraba en torno a sus necesidades y placeres, y los europeos eran los que
autorizaban y permitían y organizaban las fiestas, bailes, cantos y juergas en
la ciudad de La Habana, --(los
negros eran simples comparsas y buenos sirvientes de todo tipo para
intensificar y profundizar la diversión, sarao y juerga placentera de toda laya
y jaez)--.
El puerto y la ciudad de La
Habana entonces, fue la enriquecida, recurrida y alegre meca donde convergieron
sin solución de continuidad y por siglos, tanto integral economía, como
comercio y abundante dinero y política, pero todo bien amenizado y al son de los
cantos, bailes, juergas, danzas, modas y estilos que, provenían
prioritariamente de España, y que en La
Habana se fusionan con prácticas nativas, y todo ello se exportó como
lógica consecuencia y vía marítima, hacia otras grandes ciudades del circuito
de ‘La Carrera de Indias’ tales como Cartagena de Indias y Veracruz en México, y esa circulación
llegaba hasta la Madre Patria, desde
el gran puerto de La Habana, siendo
los puertos de contacto y difusión, los de Sevilla
y Cádiz, ese gran circuito por
cierto, tenía nuevo color, olor, sentimiento, razón y música.
Entonces, y a la vista del panorama y escenario que hemos graficado, la
importante y estratégica ciudad de La Habana,
se convirtió por propias necesidades y urgencias e intereses ínsitos y presentes,
en la gran incubadora y en obligado caldo de cultivo, de donde nacerían y se
fusionarían: canciones, formas, músicas, y danzas, que le van a dar
personalidad, carácter y músculos a un nuevo estilo musical latinoamericano,
que nada tenía de africano y sí mucho de español y de europeo y de criollo
cubano.
Los estudiosos están conformes en que el mestizaje del negro y el blanco
comienza en Cuba con la llegada a la isla de las primeras esclavas africanas
hacia 1550, así lo establece el
investigador Fernández Escobio, Fernando,
en su obra: “Raíces de la nacionalidad cubana”, publicada
en Miami, Florida, 1992, p. 227. Vale decir, que a partir de 1550 empieza a
nacer el verdadero cubano criollo,
lo africano se queda en el pasado, y en el presente y para el futuro aparece
una nueva generación de cubanos mestizos
o criollos educados bajo los patrones culturales españoles y europeos.
Bueno es precisar también, que los esclavos
negros eran cercanamente vigilados y
controlados y corregidos, por sus amos blancos y mestizos, y, sin lugar a
dudas, también por la autoridad política española, y también por los curas de
la Iglesia Católica, el control era rígido, absoluto y pleno, así está probado,
es que, en general los españoles consideraban a la lejana y extraña cultura
africana como vilmente bárbara y salvaje y primitiva, y en consecuencia indigna
de cualquier consideración. Por lo tanto, el español se cuidó mucho en no
permitir en modo alguno, prácticas salvajes y primitivas africanas de sus
esclavos, bajo sus ojos, dominio y control, y el negro esclavo a su vez, se
cuidó mucho de aprender todas las enseñanzas, modos y estilos y formas
españolas y europeas, para poder asimilarse rápidamente y así también gozar de
la confianza de los amos, con todos los beneficios que eso conllevaba; cómo
entonces se puede hablar irresponsablemente de música afrocubana, cuando los españoles tenían asco y repugnancia a
toda práctica africana considerada primitiva, salvaje e indigna, y ello está
bien probado por los mejores científicos sociales.
Hasta bien entrado el siglo XIX en Cuba, el español y el europeo en
general, tenían asco y repugnancia de las prácticas africanas, y si queda
alguna duda de ello, pues acudamos al relato de cierta fiesta de esclavos, que
consigna como testigo de excepción y en revelador relato el catalán Francisco Baralt, donde vierte todo el
rechazo europeo en contra las prácticas africanas en forma taxativa y expresa
al escribir que: “esos bailes [africanos] tienen un aspecto tan
extraño, por el lugar, la hora y los personajes que los ejecutan, que aún a los
mismos que los presencian todos los días les produce una sensación bien difícil
de expresar: no se sabe si es curiosidad o repugnancia, si atrae o repele su
carácter salvaje y primitivo que parece poner entre esas fiestas y las
reuniones y saraos de los hombres civilizados la distancia que media entre el
diluvio y la época que alcanzamos.” Baralt, Francisco: “Escenas campestres. Baile de
los negros. Costumbristas cubanos del siglo XIX, Selección, prólogo, cronología
y bibliografía Salvador Bueno”.
Los negros en Cuba que se
apresuraron en aprender todas las formas, estilos, costumbres, educación y
cultura de sus amos españoles y europeos, y que por cierto, decidieron
abandonar sus prácticas primitivas y salvajes africanas, fueron generando un
nuevo estrato social, el mismo que tenía membresía integrada por negros libres, a quienes se les
denominaba horros, a ellos se
sumaron, los mestizos o mejor dicho,
los hijos producto de la unión del español con la negra africana, es con los mestizos entonces, es con los cubanos criollos, que las dos culturas
comienzan a interactuar, y a fusionarse para dar creación a la nación cubana en
propiedad y en estricto sentido.
La historia de Cuba,
estrictamente hablando como nación, empieza a configurarse cuando, ese sector
naciente integrado por negros horros
y mulatos libres comenzó a ocuparse
de las labores que las clases más
altas desdeñaban, y empezaron así, a labrar la economía nativa moderna, a partir
de ese sector, --(dentro de estas nuevas actividades económicas desempeñadas
por negros cubanos criollos arriba
especificados, se verifican diferentes oficios y labores de artesanía
manufacturera, y conjuntamente también, las artes en general, obviamente: La Música estaba incluida ahí)--. Ahí
empieza el punto de quiebre.
Y este detalle o dato o punto investigativo es muy importante, clave y
primordial, porque si le ponemos atención o amplificamos este clave momento
histórico-social-económico-cultural, tendremos que colegir fácilmente, que los
negros esclavos africanos nunca
manejaron la economía, ni la cultura, ni la política, ni mucho menos la
economía cubana, la influencia de los negros
en Cuba fue, (además de los mestizos por nacimiento), específicamente cuando
esos negros por su propia voluntad y decisión se convierten en criollos cubanos
libres y españolizados absolutamente, y, estamos hablando de negros criollos españolizados o
europeizados por su propia voluntad, y hago la repetición y la reseña
recalcada. De ahí nace la música cubana criolla que mal se llama ‘afrocubana’, faltando el respeto a los
negros cubanos libres españolizados o
europeizdos por voluntad y decisión propias.
Y esto es tan cierto y comprobado científicamente, que el estudioso Rafael Duharte Jiménez lo constata y lo
consigna así, en sendo artículo que reza de la siguiente forma: “El estrato social formado por los negros y mulatos libres fue
creciendo con el decursar del tiempo y, ya en el siglo XVII, el mismo
constituía un sub-mundo intermedio entre los blancos y los negros esclavos; a
los primeros los acercaba su condición de hombres libres y a los segundos, su
color… Numerosos documentos y testimonios del siglo XVIII apuntan en dirección
a la consolidación del sector de los negros y mulatos libres como un importante
segmento de la sociedad colonial. En las ciudades su presencia en los oficios y
trabajos manuales tiende a ser dominante, mientras en el universo rural
cultivan la tierra en pequeñas sitierías o explotan haciendas de labor,
estancias e incluso algunos trapiches…" Rafael Duharte Jiménez, así lo consignó en su importante obra o
libro: “El ascenso social del negro en la cuba colonial”.
Ese segmento social decíamos, es el alma y el embrión de la nacionalidad
cubana: los negros criollos
españolizados o europeizados por su propia voluntad y decisión, eran negros cubanos libres y que tenían arte
y oficios y economía independiente, ahí está el germen de la música cubana criolla neta. Y como lo
consigna muy bien y taxativamente, el investigador Rafael Duharte Jiménez arriba citado: este amplio y grueso colchón
social intermedio, este importante segmento
socio-cultural-económico de negros
criollos libres, eran la clave y vital bisagra social, cultural y económica,
hacia arriba, entre el blanco europeo de la élite dominante, y/o poderoso
dirigente político, y/o mandamás económico y financiero; y hacia abajo, eran la
necesaria, natural y componedora bisagra y contacto y vínculo con los negros esclavos, ambos unidos e
identificados por el color de la piel, pero a la vez, separados por mundos
culturales y educativos totalmente diferentes y abismales, así de sencillo y de
fácil.
Con el tiempo, los negros cubanos
criollos libres, se expandieron y crecieron, y ya eran prácticamente, la punta
de la nación cubana, la misma que posteriormente exigirá su independencia de
España. Ese crecimiento del segmento de los negros criollos libres de la referencia, ya lo había verificado el
presbítero Varela quien en el siglo
XIX así lo confirma y constata, y sobre el tópico en específico, sentenció lo
siguiente:
“Los Libres de color (...) están casi todos dedicados a las artes, así
mecánicas como liberales, pudiéndose decir que por un artista blanco hay veinte
de color. Estos tienen una instrucción que acaso no podía esperarse, pues la
mayor parte de ellos saben leer, escribir y contar, y además un oficio que
algunos poseen con bastante perfección, aunque no son capaces de igualar a los
artistas extranjeros, por no haber tenido más medio de instruirse que su propio
ingenio.”
Es muy fácil entender entonces, que el músico de raza negra, pero cubano criollo libre, o mejor dicho: no esclavo, fue el personaje
privilegiado mediante el cual, se fusionaba culturalmente, o se transculturaba,
tanto la música hispana y europea como la música criolla o nativa en Cuba, y eso se entiende obviamente
porque el músico de raza negra y criollo
libre, vivía entre los dos mundos, el de arriba, de los dominantes europeos,
y el de abajo de los negros esclavos, por lo tanto, estaba expuesto y atento a
la radiación y emanación y manifestación de ambos componente sociales, la de
arriba y la de abajo: nace así la música cubana, que muy mal se llama ‘afrocubana’, cuando su verdadero
nombre es música criolla cubana, a
secas.
Y ya en el siglo XIX, tenemos noticias, del nacimiento de la música criolla cubana, que perfila su
personalidad y su espíritu, partiendo siempre de las enseñanzas europeas, así
lo comprueba y lo transmite fielmente J.B.
Rosemond de Beauvallon quien escribió oportunamente en 1844 lo siguiente, y
enfocándose en las danzas cubanas ejecutadas por músicos negros criollos y
libres:
“…esta no es ya la contradanza francesa o el fandango español. Más
original que la primera, más fiera que el otro, esta danza, quizás indefinible,
se encuentra en perfecta armonía con el carácter y la personalidad de la joven
mujer habanera… sus tonadas están llenas de frescura y originalidad, pero
repletas de sincopaciones y compases a contratiempo, que les otorgan una
dificultad poco común. El celebrado violonchelista Bohrer me confesó que trató
en vano de descifrar una parte de contrabajo ejecutada cada noche en la
Habanera por un negro que no podía leer ni una nota.”
Está claro entonces, que la mujer
habanera, --(a la que se refiere el cronista Beauvallon, en el artículo ut
supra)--, no era una negra esclava, era una negra o mulata criolla libre la que bailaba, al compás del
contrabajo ejecutado por un negro músico
criollo libre, que manifestaba la naciente música criolla cubana.
Está más que confirmado y comprobado que la ciudad de La Habana para 1762 es dominada
económica y comercialmente por la corona inglesa, y estamos aún en el reinado
de los Borbones en España, y la
intervención de los ingleses en Cuba, provoca y promueve sólida economía basada
en el vasto e intenso cultivo de diversos productos para la importación, tales como
la azúcar de caña, el tabaco y el café. Ese gravitante e importantísimo cambio,
provocará a su vez que, los ingleses impusieran rápidamente el directo y libre
comercio con Inglaterra y sus colonias, tan fuerte y decidida política
económica duró el año de dominación inglesa, y esto significó que
inmediatamente acoderaran en el puerto de La
Habana la impresionante cantidad de más de setecientos barcos con toda
clase de mercancías, esa cantidad de navíos y embarcaciones no se podía
comparar en modo alguno, con los magros cinco o seis barcos españoles que
acoderaban durante el régimen hispano.
En ese corto período de intenso tráfico comercial inglés en Cuba, pues
los criollos cubanos comerciaron libremente a precios razonables, y aun así les
dejó pingües ganancias sustantivas, y ese fenómeno económico y comercial aquí
relatado, fue consignado debidamente por Ramiro
Guerra, en su consultada obra “Historia elemental de Cuba.
Capítulo XIII”.
Como ya es sabido, para 1763, son alejados los ingleses del dominio económico
y comercial y Cuba regresa al dominio español, pero ya no fue igual, porque el
comercio ganó más tolerancia y se verificaron más libertades que inclusive
durante el dominio inglés al que nos hemos referido líneas arriba, obviamente
que este cambio mejoró y fortaleció la economía cubana.
Y cuando Cuba cambia su status político y pasa a ser Capitanía General, entonces eleva su
condición política, comercial y económica, y por ende, militarmente tiene otro
tratamiento y por cierto, se le asignan más tropas españolas, y a su vez, se
constituyen milicias locales, todo ello, le va cambiando el rostro y la
personalidad a la ciudad de La Habana,
que ya estaba convertida en un emporio de la industria azucarera, inclusive
aumentó la cantidad de mano de obra esclava que fuera traída por los ingleses,
y los astilleros, fueron reconstruidos y modernizados, tal como lo consignaron
los investigadores Consuelo Naranjo
Orovio, y María Dolores
González-Ripoll en su obra conjunta: “Perfiles del crecimiento de una
ciudad”, publicada por los Dptos. de Historia de América e Historia
de la Ciencia, Centro de Estudios Históricos (CSIC), Madrid.
Esa potente y firme transformación de la otrora reducida ciudad
habanera, será consignada por Julio Le
Riverend, cuando grafica el último tercio del siglo XVIII, y nos relata
como cambió La Habana “se transforma radicalmente: de plaza fuerte se cambia en urbe
comercial e industrial, de escala y tránsito deviene solar de arraigo y
tradición; del grupo de casas y bohíos en torno a la Plaza de Armas, nacen
mansiones y palacios que se alinean en numerosas calles y no caben dentro de La
Habana Vieja… La Habana adquiere la categoría de acontecimiento fundamental
dentro de la historia de la región: va dominar en todo el territorio como dueña
y señora.”
Los estudiosos confirman que, a partir de 1740 emergen los primeros
poblados llamados de “extramuros”. Así nos
lo dice Consuelo Naranjo Orovio (anteriormente
citada): “Las primeras concentraciones nacieron alrededor del
Arsenal [los astilleros]… integradas por las personas que trabajaban en él,…”
Precisamente estas concentraciones de ‘extramuros’
son las que se conocen como los ‘Barrios’,
y uno de los primeros, fue el Barrio Del
Manglar, que luego se llamó el “Barrio
de Jesús María”, famoso barrio que fuera bien graficado en el mismo siglo
XIX, por el escritor costumbrista cubano José
Victoriano Betancourt, en su obra “Los curros del manglar, El Artista”, tomo I, núm. 21, domingo 31 de diciembre de
1848, p. 315-318; y quien lo describe de la siguiente manera: “…y llegamos al Manglar, situado al sur de la población de Jesús María…
asquerosas pocilgas, donde vivía en mezquinas casuchas una numerosa población
casi toda africana...”
En ese famoso primer barrio del Manglar,
de perfiles insalubres, temibles, miserables y peligrosos, se asentaron los
famosos “negros curros”, quienes llegaron a ser negros
libres. Y los primeros pobladores fueron, los que llegaron traídos de Sevilla,
y en diferentes oleadas. Sobre este tipo de negros muy peculiares, nos relata José Victoriano Betancourt, en la
misma obra arriba citada: “Los curros tenían una fisonomía
peculiar, y bastaba verles para clasificarlos por tales: sus largos mechones de
pasas trenzadas, cayéndoles sobre el rostro y cuello a manera de grandes
mancaperros, sus dientes cortados [en punta] a la usanza carabalí, la camisa de
estopilla bordada de candeleros, sus calzones blancos casi siempre, o de
listados colores, angostos por la cintura y anchísimos de piernas, el zapato de
cañamazo, de corte bajo con hebilla de plata, la chupa de olancito de cortos y
puntiagudos faldones, el sombrero de paja afarolado, con luengas, colgantes y
negras borlas de seda, y las gruesas argollas de oro que llevan en las orejas,
de donde cuelgan corazones y candados del mismo metal, forman el arreo que sólo
ellos usan; conóceseles además por el modo de andar contoneándose como si fueran
de gonces, y meneando los brazos adelante y atrás; por la inflexión singular
que dan a su voz, por su locución viciosa, y en fin, por el idioma particular
que hablan, tan físico y disparatado, que a veces no se les entiende; tales
eran los curros del Manglar, famosos en los anales de Jesús María por sus
costumbres relajadas y por sus asesinatos, que han hecho temblar más de una vez
a los pacíficos moradores de los barrios de extramuros.”
Está bien establecido que el
negro curro era vago y ocioso, y vivía del delito y el crimen, y además era
proxeneta, y que la negra “curra”, era
llamada “mulata de rumbo”, y que ejercía la
prostitución, y el investigador Carlos
Noreña, la describía por el uso de “mantas de burato de prolija
labor y de trenzados caireles, por las cuales pagaban nueve y diez onzas oro”,
y además se caracterizaban por su “chancleteo sui generis”.
Así está escrito en la obra “Los negros curros,
Costumbristas cubanos del siglo XIX”, Selección, prólogo, cronología
y bibliografía de Salvador Bueno.
Pero, aquí quiero demorarme en reseñar y clavar el siguiente hito: Los negros curros de la referencia, fueron
perfecta copia de los malandrines y buscavidas españoles, nunca olvidemos que
el negro curro procede de Sevilla, y
el negro curro, era cheche y chulo efectivamente, y la razón está en que el
negro curro había observado y copiado al matasiete y al chiquilicuatro español,
de ahí aprendió la guapería del majo
andaluz y la costumbre delincuencial de portar la navaja al cinto, de ahí
aprendió las malas costumbres de la ociosidad y la vagancia, y es necesario que
esto quede bien claro y establecido, ya que la vida citadina era desconocida en
África negra, donde eran nómades y salvajes y campesinos o selváticos
mayormente, pero nada, absolutamente nada de educación urbana, eso lo
aprendieron en España y lo desarrollaron en su fase negativa y execrable y
miserable en Cuba.
Una de las pruebas más fuertes y sólidas que confirma lo que aquí
venimos afirmando es que los negros curros también improvisaban cantos en décimas, tal y como lo hacían los sevillanos castizos y también tal y
como lo ejecutaban los cubanos criollos.
Por eso afirmó el estudioso Ivor Miller
lo siguiente: “otra canción anónima atribuida a los negros
curros del siglo XIX utiliza español vernáculo y abakuá [Éfik]. Esa [canción],
llamada “décima” por su forma poética, expresa una práctica cultural
compartida, donde los negros curros y los Ekpé del Río Cruz [Calabar] se
fusionan para crear un alardeo-poético característicamente habanero, masculino
y popular.”
Es decir, que los negros curros que llegaron o que vinieron a Cuba, pues
cuando llegaron a la Isla, ya estaban bien adiestrados y bien educados o bien aculturados
en España, y en la península ibérica fue que aprendieron bien a cantar a la
manera de las décimas sevillanas, y como bien sabemos las ‘décimas’ no
son de África sino que son exclusivamente del idioma español y de la literatura
ibérica.
Entonces y está probado, que el negro curro, entonaba guarachas de letra picaresca o de
doble sentido y de alegre ritmo sandunguero por los bodegones, callejones,
prostíbulos y tabernas que circundaban el
puerto de La Habana, y ya estamos
finalizando el siglo XVIII y comenzando el XIX.
El aporte y patrón español definitivo en las guarachas cubanas, y cantadas
por los negros curros, --aculturados en Sevilla--, y en los alrededores del
puerto de La Habana, según la
estudiosa María Teresa Linares, --(a
quien ya citamos líneas arriba)--, pues estas primeras guarachas del siglo XIX
tenían la siguiente configuración y formato: “Estas guarachas
eran sólo cantadas. No existía más movimiento que el ondulatorio del cuerpo al
destacar el ritmo mientras se cantaba.” Este estilo de cantar las
guarachas cubanas primitivas, es el puro estilo andaluz propiamente dicho, tal
y como ya se ha comprobado firmemente. Luego se agregaría al canto de las
guarachas, la guitarra en sus variantes, tal como el tiple, a la usanza española
también, y se le sumaría el inseparable güiro.
(Fin de la tercera
parte)
Lima, de marzo del 2016
Jaime Del
Castillo Jaramillo
Abogado
egresado de la U.N.M.S.M. con más de 25 años de ejercicio profesional y cuenta
con estudio jurídico abierto; politólogo con más de 20 años de ejercicio
profesional; periodista, fundador y director del programa radial y televisivo
‘Yo, Sí Opino’ (censurado en TV y cerrado cinco veces en radio); Maestría en
Ciencia Política con la tesis “Pensamiento Político peruano insuficiente y
epidérmico causa de nuestro subdesarrollo político”; Post Grado internacional
en Ciencia Política otorgado por la UCES – Universidad de Ciencias
Empresariales y Sociales de Buenos Aires-Argentina graduado con la tesis:
“Crisis terminal de los Partidos Políticos en el Perú”; catedrático
universitario de ‘Historia del Pensamiento Político”, “Filosofía Política”,
“Metodología de la investigación en Ciencia Política”, “Realidad Nacional”;
“Análisis Político”, “Ciencia Política”, etc.; blogger, comunicador social,
articulista y conferencista.
http://fororepublicanoperu.blogspot.com
@jaimedelcastill
yeagob2@gmail.com
https://www.facebook.com/jdelcastillojaramillo
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