sábado, 1 de abril de 2017

Ellington: prototipo del éxito jazzístico sin precedentes. En medio de la terrible depresión económica y con la mafia que le soplaba la nuca, Ellington supo triunfar y elevarse en el mundo del jazz. Historia del Jazz. Parte XXXII





Ellington: prototipo del éxito jazzístico sin precedentes

En medio de la terrible depresión económica y con la mafia que le soplaba la nuca, Ellington supo triunfar y elevarse en el mundo del jazz. Historia del Jazz. Parte XXXII



Por:    Jaime Del Castillo Jaramillo






Para 1927, Duke Ellington, –quien ya estaba posicionado como un respetable director de Big Band--, previa audición, se hizo del codiciado puesto de orquesta de planta del afamado Cotton Club de Harlem. Recordemos que el Duke ya tenía un amplio público que lo prefería y desde el Club Kentucky, además había estampado varias placas discográficas, solamente en 1927 faccionó una treintena de discos, además ya era dueño de un estilo propio.



Harlem ya era un seguro faro frente al inmenso mar del jazz; Harlem ya era una fuente viva de energía musical renovadora, además, era una incubadora de grandes maestros del Jazz, por lo tanto el público blanco no podía obviarla en modo alguno.


Como es de conocimiento histórico y debidamente probado y documentado, la mafia había tomado los sindicatos de diverso tipo y de otros sectores, además de la venta de alcohol y por cierto, en los mejores locales de Jazz, estaban presentes la mafia o los gansgter, en esa coyuntura histórica muy puntual, el buen Duke Ellington supo sacarle provecho a ello y supo también navegar en esas procelosas aguas negras, hasta convertirse y en plena depresión económica, en una de las mejores y posicionadas orquestas o big band de jazz y que además, no tuvo necesidad de reducir personal, como sí lo hicieron otras bandas musicales de su evo.



Duke Ellington y su big band, hicieron innumerables grabaciones en este período, no solamente eso, salían regularmente en programas radiales, con todo lo que eso significaba comercialmente y como proyección artística en vastos confines y por si fuera poco, para 1930, el sagaz Duke aparece en su primera película de Hollywood: Check and Double Check”, donde actuó con el célebre actor del momento, Maurice Chevalier en el Fulton Theater de la Gran Manzana.



La vida y la fortuna le sonreían al buen Duke Ellington, sus relaciones,  sus contactos y su probada y refinada astucia para manejar sus asuntos empresariales le rendían muy buenos réditos, tan es así que para 1931, fue invitado para ser presentado por ante el mismo presidente Hoover en la Casa Blanca, grande honor muy inusual y atípico, tratándose de un músico negro de jazz.



Ese mismo año, dejó Duke el afamado y exclusivo local del Cotton Club y se dedicó a cobrar altas sumas de dinero por sus fastuosas presentaciones y en sus giras musicales, donde se desplazaba en su propio bus cama, que incluía su personal equipo de iluminación y su lujoso guardarropa, el mismo que contenía elegantes y finos uniformes y uno para cada presentación musical, sean las veces que fueren en un mismo día.


No lo olvidemos, a pesar de los halagos y elogios que le prodigaban profusamente, la prensa crítica y los expertos, en cuanto a emularlo con autores de música clásica, pues, el Duke tenía muy claro que la preferencia popular era la que más le pagaba y le rendía frutos, por eso, se avocó a contratar a cantantes, porque la época se prestaba para ello, empezando con su competencia Cab Calloway que lo sucedió en el Cotton Club de Harlem, el mismo y quien era un maestro del Scat.



Duke Ellington mostró una vena prolífica compositiva nunca antes vista entre 1938 y 1939, de ese período es que proceden sus temas más inmortales, tales como “Mood Indigo”, “It Don’t Mean a Thing (If It Ain’t Got That Swing)”, “Sophisticated Lady”, “Solitude” o “In a Sentimental Mood”.



Cuando salió fuera de Estados Unidos, tuvo un éxito sin precedentes el buen Duke Ellington en Europa de 1933, ya que fue bien recibido y aplaudido y comentado.



No podemos dejar pasar por alto, el brillo y fama de los grandes directores musicales de esta coyuntura, tales como Ellington, Henderson, Lunceford, Calloway, Webb y Fitzgerald todos ellos nacidos de la prolífica Harlem y todos ellos inmensas estrellas que iluminaban el mundo jazzístico universal de su tiempo.



Cuando emerge la era del Swing en el jazz norteamericano, pues Ellington ya estaba inserto en la nueva ola por sus precedentes composiciones y es que, no lo olvidemos, el swing de raíces negras en Norteamérica, significó la comercialización del jazz en su nuevo formato musical, más definido y corpóreo: el nuevo ritmo de las masas en la tierra del Tío Sam.



(Fin de la parte XXXII)


Lima, 1° de abril del 2017

Jaime Del Castillo Jaramillo

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