Bebop, sufrido
hijo de la Depresión económica, causó envidia y odio su nacimiento. Músicos
tradicionales y Prensa maltrataron al recién nacido Bebop. Historia del Jazz.
Parte XLVII
Por: Jaime Del Castillo Jaramillo
El jazz
tradicional o de preguerra, sufrió cambios drásticos y dramáticos, no solamente
en sus conceptos, ideas y mentalidad, sino también en sus sonidos, estilos y
ritmos, y eso arrastró, los cambios en sus paisajes o escenarios y conductas,
la causa central de todo, era el dinero, el comercio y las finanzas
destrozadas, paradas, fulminadas, y es que Estados Unidos cruzó la más
espantosa Depresión Económica y Financiera de fines de los años 20 y 30’,
expresada en el nefasto y tremendista desencadenante Jueves Negro, el mismo que
se verificó el 24 de octubre de 1929, fatal día en el que se publicitó, el
comienzo de la brutal caída en la Bolsa de Valores de Nueva York y por cierto,
eso arrastró el monumental e imparable “Crack del 29” abriéndose así, las
temibles y negras puertas de La Gran Depresión. Y es que, el desplome o caída
abrupta de la Bolsa de Valores de Nueva York en el Jueves Negro, produjo la
extendida y profunda situación y condición de verdadero e inevitable pánico
colectivo, el mismo que provocó la inmediata e inminente crisis bancaria total
en los Estados Unidos. Siendo que muchos millonarios, se suicidaron, al saber
que sus inmensas fortunas se habían
esfumado, y otros, se convirtieron en mendigos de la noche a la mañana,
y otros, huyeron del país o desaparecieron como por arte de magia, y por
cierto, el pueblo llano pasaba desempleo, hambre, necesidades y sufrimientos, y
para colmo de males, sobrevino la brutal conflagración planetaria, o la II
Guerra Mundial; como es de suponerse, el Jazz no podía estar ajeno a esa
terrible crisis y desgracia económica, comercial y financiera, y encima, la
cruel y sangrienta Guerra extensa en el mundo civilizado. Entonces, no es nada
anormal, que la música revolucionaria del Bebop refleje ese estado de angustia,
desesperación, atolondramiento e ira, por lo tanto, era música nerviosa,
angustiosa, gritos, quejas, alucinaciones, lamentos o lágrimas o simplemente
pasión encajonada en partituras musicales.
En ese
contexto de tribulaciones, crisis económica y desesperación de preguerra, y por
cierto, de terrible Depresión Económica, se ensayaron nuevos escenarios para el
Jazz, de acuerdo a las necesidades y estrecheces de la deprimida economía, vale
decir, se redujeron los espacios, ya que no había y nunca más, los grandes
públicos y los grandes bailes, como se verificó con el Jazz de Preguerra,
ahora, se ensayó con pequeños lugares, y muy tímidamente, porque inclusive no
se esperaba que pueda llegar público –no había dinero-, y ahí se empezó con
nueva música, estilo y ritmos, y por cierto, con pocos instrumentos musicales,
ya que la era de las Big Bands acabaría y nunca más brillarían como antaño; era
el tiempo y el momento y el podio de los músicos osados, de los instrumentistas
atrevidos y de los valientes y virtuosos solistas instrumentales, ya que tenían
la gran oportunidad de mostrar sus virtudes, atributos y excelente arte
musical; la mesa estaba servida, para nuevas ideas y nueva música y nuevos sonidos
innovadores, el Bebop entonces, estaba a flor de piel, la coyuntura se prestaba
para ello.
Fue así,
que florecieron algunos pequeños clubes de jazz, y es que, arriesgados
empresarios, habilitaron desocupadas plantas bajas, de ciertos edificios, por
ejemplo, en la calle 52, entre la Quinta y la Sexta Avenida, entre otros. Y el
público que empezó a frecuentar estos modestos locales de Jazz, ya no fue para
bailar, sino que pasó a ESCUCHAR MÚSICA, por lo tanto, ya tenemos un público
diferente y conductas distintas para la música jazz de nuevo cuño, los tiempos
modernos estaban cristalizándose lenta, segura y paulatinamente.
Y poco a
poco, con mucha paciencia, tolerancia y oído, estos modestos clubes, se ganaron
el alto honor, de ser el corazón del nuevo cuerpo del jazz moderno, el mismo que
hacía vibrar su alma, con los nuevos sonidos, ritmos y estilos del Bebop.
Los pequeños
y nuevos locales de Jazz de la referencia, por necesidad urgente, buscaron
ubicarse cerca al icónico Times Square, para tentar atraer dinero del mismo
corazón de New York, sobre todo, de los turistas que venían con dinero fresco,
también apuntaban a los visitantes que venían del interior o forasteros en
general, y obviamente, los soldados de permiso y sedientos y dispuestos a divertirse con nuevas
experiencias, y como no, se buscaba captar al gran público que asistía o salía
de los teatros y de otros locales nocturnos del centro de la Babel de Acero o
Nueva York de la época, etc.
La pequeña
llama del fuego del bebop, comenzaba a encenderse en La Ciudad que nunca
Duerme, a principios de 1944, precisamente en la calle 52 y en el histórico
Onyx Club, ahí estuvo el líder, el mentor, el Rey Midas del Bebop: el joven Dizzy
Gillespie y acompañado de un pequeño e histórico combo musical. Inclusive, el
inquieto y carismático Gillespie, mandó un nervioso, jadeante y veloz telegrama
a Kansas City, llamando de urgencia a su “colega” Charlie Parker. Además, el
entusiasta Gillespie quería contar con Bud Powell (Earl Rudolph Powell, nacido
en Nueva York, el 27/09/1924 - Nueva York, 31/07/1966, pianista y compositor, y
figura fundamental del bebop) al piano, pero finalmente fue George Wallington (Giacinto
Figlia, nacido en Palermo, Sicilia, el 27/10/1924 - Cape Coral, Miami, 15/02/1993,
pianista y compositor italo-estadounidense) quien sería el pianista del Bop en
dicho local, él era un joven músico blanco, pero conocedor de los ritmos y
estilos del novísimo Bebop. Y aún, sin la importante participación de Parker y
Powell, el excelente trompetista Dizzy Gillespie, logró que esta agrupación
musical cause impacto sorprendente e inusitadamente en el panorama jazzístico
de La Gran Manzana, con un público dispuesto por cierto, a escuchar nuevos
sonidos y ritmos, y vaya que lo logró.
Para
complementar al pianista Wallington en la sección rítmica, Gillespie confió en
el contrabajista Oscar Pettiford (nació en Okmulgee, de Oklahoma, el 30/09/1922
- Copenhague, 8/09/1960, contrabajista y compositor, y un pionero del bebop) quien
fuera un músico de sangre india, y empezó con el conjunto musical de su padre,
primero tocaba piano y después pasó al contrabajo, (con Charles Mingus y Ray
Brown, son los herederos de la tradición de Jimmy Blanton, en materia de swing)
y consiguió al mejor baterista de todos los tiempos: Max Roach (Maxwell Lemuel
Roach, New Land, del Condado de Pasquotank, de Carolina del Norte, nació el 10/01/1924
- Nueva York, 16/08/2007, baterista y compositor. Formó parte del histórico
quinteto de Charlie Parker y Dizzy Gillespie).
Nunca lo
debemos olvidar, Max Roach rivalizó con el histórico Kenny Clarke, en cuanto a
ser, la mejor batería del bebop. El legendario Max Roach, nació en Carolina (y
era paisano de Gillespie y Monk), el adolescente Roach triunfó en su
instrumento, cuando se le dieron oportunidades con las famosas Big Bands de
Duke Ellington y Count Basie, por eso se hace famoso rápidamente, y llegó a ser
el baterista de planta y planilla, en el famoso local Monroe’s Uptown House. Y
cuando se unió al bajista Pettiford, pues ambos aportaron al revolucionario Bebop
y a Gillespie, nuevas técnicas y sonidos, para mayor gloria del nuevo Jazz, el
jazz moderno.
Gillespie
finalmente amplió la banda a un quinteto con la incorporación de Don Byas
(Carlos Wesley "Don" Byas, nació el 22/10/1912
– 24/08/1972, saxofonista tenor en el estilo Hawkins y que destacó como uno de
los pocos músicos de la era del swing y que se adaptó a las exigencias del
bebop, tocó con los grandes maestros, y también dirigió su propia banda).
Obviamente,
Charlie Parker también dejó su huella en la calle 52, eso fue para el mes de septiembre
de 1944, con ocasión de un compromiso adquirido para tocar en el local “Three
Deuces”, y esa histórica conjunción de estrellas del Bebop, causó impactantes, hondas
e imborrables impresiones y reacciones, por lo tanto, Gillespie y su agrupación
musical, marcó a fuego en New York, con la presencia y la música de un nuevo
capítulo para el Jazz moderno.
El Bebop,
ya no mostraría más, su valía artística revolucionaria, en las altas horas de
la madrugada, y para las marginales y despreciadas jam sessions de sus años
aurorales; el Bebop ahora, y a pulso, ganó su justa legitimación con su calidad
y novedad y originalidad musical, y sus apariciones se consolidaron en
locales “respetables” y en la misma
Capital del Mundo. El público amante del Bebop se fue incrementando, en calidad
y cantidad, y simplemente por la transmisión del boca a boca o del boca a oído,
y así se difundió mejor y efectiva y eficazmente, la novedad trascendente del
nacimiento del jazz moderno con el Bebop.
No
solamente eso, la nueva música del Rebop o Bop, llamó la atención de las
estaciones de radio e inmediatamente, los empresarios con olfato y visión,
cayeron en la cuenta que se estaba gestando una nueva corriente, la misma que
podría producir prontas ganancias económicas, y sobre todo, se prestó la
atención debida, porque la angustia económica aguzaba los sentidos para buscar
donde se podía encontrar la veta del dinero tan escaso en esa coyuntura.
Como ya lo
adelantamos líneas arriba, el Bebop generó consensos y disensos, y por cierto,
pasiones a favor y en contra, y es que toda revolución es así: la contundencia
de su trascendencia, tenía que tumbar postes y romper muros y atizar los
chismes, comentarios y opiniones, y eso fue lo que pasó con el Rebop o Bop. En
esa vorágine de pasiones, emociones y sentimientos, los críticos, comentaristas
y periodistas fueron los primeros en lanzar las iniciales piedras lapidarias, cuando
se ocuparon de la nueva música, más por obligación que por deseo o gusto.
Se empezó
hablando, sobre la nueva moda musical del Bop, otros lo llamaron un fenómeno musical
pasajero, pero lo cierto es que, y a coro, las primeras reacciones, ataques e
impresiones de los principales medios de comunicación social, fueron casi
unánimemente negativos y peyorativos. Por ejemplo, el impreso o el artículo del
Collier’s fustigaba así: “No se puede cantar. No se puede bailar.
Puede que ni siquiera se pueda soportar. Es el bebop”. O sea, el Bop era
basura auditiva para esos periodistas, así de agudos y duros y rudos, eran los
comentarios negativos contra el Rebop, se puede percibir entonces, hasta cierto
trazo de odio, contra la nueva música revolucionaria y que llegó para quedarse,
muy a pesar de las críticas despiadadas.
Por su
parte, la prestigiosa revista Time, se hacía la culturosa, y buscó definir el
bebop a sus lectores, pero de mala leche, y esto se comprueba cuando escribió
lo siguiente: que era un “hot jazz
calentado en exceso, con letras exageradas y subidas de tono, llenas de dobles
sentidos y referencias a los narcóticos”. O sea, para la antigua revista
Time, el Bebop era música de negros soeces, delincuentes y drogadictos. Más
duras y rudas, no podían ser, esas opiniones periodísticas.
Pero, las
duras reacciones no solamente provinieron del mundo de la prensa, también los
propios músicos de la orilla opuesta, se apresuraron en mostrar su envidia,
impotencia y viva oposición en contra del Bop; obviamente que los de la “vieja
escuela” fueron los primeros en denostar con ácidas críticas, ríspidos comentarios
y urticantes opiniones, por ejemplo: El excéntrico Cab Calloway (odiaba al
genial Dizzy Gillespie) afirmó que el jazz moderno o Rebop, era como inentendible
“música china”; por su parte, y no se
quedó atrás, el gran maestro Louis Armstrong
embistió contundentemente contra “todos
esos acordes extraños que no significan nada […], no hay ninguna melodía que se
pueda recordar ni ningún ritmo que se pueda bailar”; o sea, para el
legendario Sachtmo, el Bebop no era música, así de simple y de sencillo, con
ello podemos apreciar nítidamente, que había muy fuerte y viva animadversión contra
el Bop, y desde el saque o inicio.
Otra gran
estrella universal del Jazz, como es el caso del maestro Benny Goodman, no
quiso quedarse en silencio y reaccionó en contra de los intérpretes de jazz
moderno, espetando que: “no son
verdaderos músicos”, sino que “sólo
lo fingen”. O sea, negaban de plano cualquier vinculación del Bebop o Rebop
con la música, en consecuencia, era cualquier cosa, menos música aceptable y
respetable. Definitivamente, no les cabía en su mentalidad, conceptos y
formación, la creación de nuevas orientaciones en materia de ritmo, sonidos,
estilo y fraseos, que los que ellos habían forjado en el Jazz de preguerra.
No solamente
eso, de las palabras, pasaron a las acciones o conductas expresas y directas de
rechazo, reacción y negación en contra del Bop, por ejemplo, el conocido cornetista
tradicional Doc Evans, celebró en sonado acto público, la risible parodia
donde se enterraba al nuevo arte del bebop. Y tan es así, que la famosa revista
Down Beat, se dio el tiempo y el
trabajo, de registrar dicho entierro del Bebop, regodeándose con deleite,
debido a la menuda controversia de la referencia, ahí están publicadas las
sendas fotografías del evento bajo comentario.
(Fin de la
parte XLVII)
Lima, 13 de febrero del 2019
Jaime Del
Castillo Jaramillo
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@jaimedelcastill
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